En un último giro de los acontecimientos, Pedro Sánchez ha optado por el mal menor eligiendo a Salvador Illa como cabeza de lista del PSC para las elecciones autonómicas catalanas. Ante unos comicios en los que los independentistas pueden obtener una amplia mayoría, la figura de Illa, el segundo político mejor valorado del Gobierno tras Nadia Calviño, busca romper el más que probable empate técnico entre ERC y JxCAT.
La decisión puede convenir a los intereses electorales del PSOE/PSC, pero es claramente imprudente desde el punto de vista sanitario. A la hora de escribir este editorial, los españoles conocen el nombre del candidato del PSC a la presidencia de la Generalidad, pero no el de su nuevo ministro de Sanidad. Frente a una posible tercera ola de la epidemia, y con la campaña de vacunación apenas iniciada, el Ministerio de Sanidad ha quedado descabezado y sin nadie al timón.
La incognita del nombre del nuevo ministro de Sanidad debería haber quedado despejada de inmediato tras conocerse la noticia de la salida de Illa. El hecho de que todos los medios nacionales especularan ayer con los nombres de los candidatos a ministro, en plena pandemia, nos aleja de los estándares habituales en las democracias de la UE. Que el Gobierno no confirmara ni desmintiera ninguno de esos nombres alimenta las sospechas de que el principal interés del Ejecutivo no es el control de la epidemia, sino las elecciones autonómicas catalanas.
La lucha contra la epidemia no puede ser sacrificada a los intereses electorales del PSOE. Las elecciones catalanas son importantes y una hipotética mayoría independentista supondría un duro golpe a las esperanzas de muchos ciudadanos españoles de acabar de una vez con ese lastre económico, social, institucional y político que es el procés. Pero evitar el mal mayor no puede ser excusa para provocar otro mal mayor.
Sin discurso propio
La elección de Salvador Illa tiene, sin embargo, lógica electoral. Los sondeos demuestran que el PSC crece respecto a sus resultados de 2017, pero queda todavía lejos de ERC y JxCAT. Miquel Iceta, tan nacionalista como muchos altos cargos del gobierno autonómico catalán, ha desdibujado el perfil del PSC hasta convertirlo en indistinguible de Podemos o de ERC. Es decir, en un partido nacionalista de izquierdas más. Es de prever que Salvador Illa le devuelva su perfil netamente constitucionalista al PSC.
Es lógico pensar que la comparecencia de Pedro Sánchez del martes tenía como objetivo relanzar a Illa en Cataluña. Nada es inocente en Moncloa. Ni siquiera la pandemia. Salvador Illa es el cortafuegos del PSC en Cataluña. El cálculo es obvio: el PSC tiene más fácil crecer a costa de Ciudadanos que a costa de ERC y Podemos.
14 en 20 años
No hay que olvidar que desde 2004, cuando la cartera de Sanidad estaba al cargo de Ana Pastor, no ha habido ningún ministro de Sanidad que pertenezca al sector y que haya tenido una interlocución regular con los actores principales de la Salud. Un dato basta: en catorce años ha habido veinte ministros de Sanidad distintos. Es más, hemos asistido a una usurpación política de la Sanidad que, vencida la pandemia, habrá que juzgar con severidad.
Si la Covid-19 ha puesto en jaque a la sociedad española, el independentismo no ha dejado de atentar contra la salud del orden constitucional cada vez que ha tenido la ocasión. Los esfuerzos para combatir al independentismo son tan importantes como los requeridos para enfrentarse a la enfermedad. Y es importante que los ciudadanos sepan que ambas enfermedades son igualmente perniciosas.
Combinatoria endiablada
La combinatoria es endiablada para Pedro Sánchez. Su arriesgada apuesta podría salir bien si Salvador Illa obtiene un buen resultado en las elecciones, la epidemia remite y su sustituto al frente del Ministerio de Sanidad puede apuntarse el tanto de una campaña de vacunación exitosa.
El resultado también podría ser gris: una victoria electoral y una derrota sanitaria, o viceversa.
Pero también podría ser negro azabache. Es decir, un resultado decepcionante de Illa en una Cataluña que hace años que no funciona de acuerdo a los parametros políticos convencionales, y un rebrote de la epidemia como ese contra el que advierte hoy Juan Abarca en su tribuna de EL ESPAÑOL. Esa combinación podría ser letal para Pedro Sánchez y sus alianzas de Gobierno.
Salvador Illa tiene ahora la misión de sanar a nivel político una región polarizada, pero su sustituto en el ministerio de Sanidad deberá afrontar también una fase crítica de la pandemia: la distribución de las vacunas y el control de la tercera ola. Retos para los que lo quirúrgico ha de primar sobre lo pedagógico. El elegido debe estar a la altura y responder únicamente a criterios sanitarios. El hecho de que sólo Pedro Sánchez conozca su nombre hoy añade incertidumbre en una España noqueada.