Tras la peor nevada en 50 años, con el motor económico del país paralizado por la combinación de la nieve acumulada y el frío ártico, con graves restricciones de movilidad y enormes daños en el sector del campo, el Gobierno sigue mostrándose reacio a coger el toro por los cuernos, decretar la emergencia nacional y asumir el mando único de la respuesta a la borrasca.
Tras cinco días en los que el Gobierno ha mostrado una alarmante carencia de espíritu proactivo frente a la emergencia, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska se escudó ayer en un criterio legal inexistente para evitar declarar la emergencia nacional. El de que esta sólo puede justificarse si las autonomías muestran "incapacidad de gestión". Algo que, en su opinión, no se da en la actualidad.
¿Y cómo se mide esa "incapacidad de gestión"? Si con la mayoría de las calles de la capital convertidas en pistas de hielo, cientos de municipios bloqueados, tres comunidades colapsadas, los colegios cerrados, los supermercados desabastecidos y cientos de miles de ciudadanos obligados al teletrabajo el Gobierno no considera necesario decretar la emergencia nacional, ¿qué más debe ocurrir para que se plantee, siquiera, esa posibilidad?
Gresca política
La movilización de todos los recursos del Estado (todos) en comunidades como Madrid, Castilla-La Mancha o Aragón no puede depender, además, de una figura (la susodicha "incapacidad de gestión") que más parece pensada para bajar la gresca política con la Comunidad de Madrid al barro. O al hielo.
En el fondo, esta inoperancia táctica del Gobierno no es más que su enésima huida hacia adelante. ¿Qué comunidad autónoma, sin la ayuda de su Gobierno central, puede afrontar una catástrofe meteorológica como esta? ¿Es que Madrid debe depender de la solidaridad de comunidades como la andaluza o la murciana para disponer de unas pocas docenas más de quitanieves?
¿Y por qué no se movilizan los recursos de otras comunidades que no han sufrido la borrasca? ¿A qué está esperando el Gobierno? ¿A que los presidentes de esas comunidades decidan si les conviene, o no, solidarizarse con Madrid, Castilla-La Mancha y Aragón? ¿Acaso esa solidaridad es optativa?
Lo peor de todo es comprobar cómo los ministros implicados parecen insensibles a una tormenta perfecta que se solapa trágicamente con la pandemia. Y que se sobrellevaría con unidad de acción y no con estos préstamos de quitanieves entre regiones que dan la temperatura exacta de la debilidad que nos abate como país.
Mando único
Huyendo del inaplazable mando único, más bien parece que el Ejecutivo trata de convertirse en un mero coordinador de autonomías. El manido concepto de cogobernanza que maneja Moncloa no es más que la cortina de humo que esconde una inoperancia que sería impensable en cualquier país de nuestro entorno.
Inoperancia que se convierte en eficiencia estajanovista cuando de lo que se trata es de ocupar todos los rincones del espacio mediático televisivo con comparecencias reiterativas, continuas y casi siempre intrascendentes de los miembros del Gobierno.
No son pocos los que ven en las reticencias del Gobierno a gobernar un anticipo de la desunión, y la propaganda, con la que los españoles tendremos que soportar la tercera ola. Lo haremos entre continuos cambios de criterio a beneficio de inventario. Se trata, en suma, en vestir la inoperancia como dogma y principio de la acción del Gobierno.
Tocando la lira
Pedro Sánchez no puede limitarse a tocar la lira mientras diecisiete presidentes regionales reaccionan de diecisiete formas distintas, frecuentemente contradictorias (cuando no incompatibles), a emergencias de ámbito nacional.
Si lo que pretende Sánchez es demostrar el caos que es capaz de generar una mala gestión de un malentendido Estado de las autonomías, entonces sólo nos queda felicitarle. La letra con nieve entra.
Si lo que se pretende, en cambio, es solucionar los problemas de un país cuya economía y cuyos ciudadanos cargan ya sobre sus espaldas con los estragos de la epidemia y la consiguiente crisis económica, entonces la actuación del Ejecutivo sólo puede ser calificada de muy deficiente. ¿Para qué se presentó Sánchez a las elecciones si no es para gobernar?