El Gobierno tiene dos opciones frente al debate generado por la marcha del Rubius a Andorra.
La primera es sumarse al tsunami populista, calificar de insolidario a todo aquel que decida trasladar su residencia fiscal fuera de España y pergeñar su propia versión del eslogan de moda en la extrema izquierda: "El patriotismo se demuestra pagando impuestos".
Es esa misma extrema izquierda para la que la patria está en el bolsillo de los demás.
Que uno de los líderes de ese tsunami populista haya sido el Gran Wyoming, que insultó al Rubius afirmando que su marcha a Andorra "no parece un caso de fuga de cerebros", lo dice todo acerca del nivel de hipocresía generado por el youtuber entre la izquierda mediática. Recordemos que el Gran Wyoming fue condenado a pagar una multa de 566.000 euros por fraude fiscal por la Audiencia Nacional.
Un caso muy similar al del presentador obligó a dimitir al ministro de Cultura Màxim Huerta en 2018. Por no hablar de los casos de Pablo Echenique, Juan Carlos Monedero o Íñigo Errejón, que ahora ejercen de Santa Inquisición Tributaria mientras guardan en sus respectivos armarios algún que otro notorio muerto fiscal.
Alto valor añadido
La segunda opción del Gobierno es analizar el problema de fondo con perspectiva y visión de futuro. Porque la estructura del mercado laboral está cambiando y el teletrabajo y sus incentivos han llegado para quedarse. Especialmente en profesiones de muy alto valor añadido.
Algo que llega al extremo en el caso de los youtubers, para cuyo trabajo apenas hace falta un ordenador y una conexión de wifi decente. El Rubius, en fin, no es el primer youtuber que se marcha a Andorra (ese ha sido de hecho uno de los motivos que ha esgrimido para justificar su marcha: que todos sus amigos están ya allí) ni será el último que lo haga.
Andorra no es un paraíso fiscal en sentido estricto (salió de la lista de paraísos fiscales de la UE en 2018), pero su régimen fiscal es evidentemente mucho más ventajoso que el español o el francés, los dos Estados que sufren su competencia.
Pero Andorra no es el único territorio europeo que supone un problema para los Gobiernos de la UE. Gibraltar, por ejemplo, está en el mismo caso de Andorra. Casos diferentes, pero igualmente polémicos, son los de Irlanda, Luxemburgo e incluso Holanda, país al que algunos han llegado a calificar de semiparaíso fiscal por sus evidentes ventajas fiscales en comparación con algunos de los países de su entorno.
¿Qué problema hay?
Ni siquiera los requisitos de residencia en Andorra representan problema alguno para esos nuevos contribuyentes digitales.
Porque si la exigencia de que esos aspirantes a la residencia vivan seis meses en el país para poder tributar en él podía suponer una molestia para, por ejemplo, deportistas obligados a continuas giras internacionales (el caso de Arantxa Sánchez Vicario), no supone ninguna para un youtuber que no necesita moverse de su casa para nada.
El riesgo de que cientos de jóvenes trabajadores digitales (youtubers, influencers, twitcheros, onlyfaneras) decidan trasladar su residencia a Andorra no es, en fin, menor.
El problema lo tiene, especialmente, esa izquierda y ese nacionalismo populista que llevan años vendiendo la idea de que España es un país autoritario y franquista que merece ser demolido hasta sus cimientos si pretenden retener a esos trabajadores apelando a su deber de lealtad hacia una Nación que ellos han arrastrado por el barro.
Armonización fiscal
La UE deberá afrontar más tarde que pronto el debate acerca de una verdadera armonización fiscal. En ese debate, la UE deberá decidir si le compensa más hacer la vista gorda frente a determinados países y regímenes fiscales dudosos o acabar con ellos y ahuyentar a las empresas y los emprendedores que esos regímenes atraen.
Pero mientras ese debate no se aborde, el Gobierno español (y esta no es una cuestión de partidos, puesto que afecta tanto al PSOE como a un hipotético futuro Ejecutivo del PP) debe reconocer que tiene un problema serio entre manos.
Internet lo ha cambiado todo y apelar a la solidaridad de jóvenes a los que se les ha educado en un relativismo extremo y en un desprecio absoluto hacia su país es una vía muerta que no conduce a nada. Los primeros que no se han tomado en serio a España son sus gobernantes, que la han llegado a calificar de discutida y discutible.
¿Cómo pretenden conseguir ahora que el Rubius y sus amigos paguen impuestos en un país que ellos ni siquiera están convencidos de que exista? ¿En base a qué sentimiento de pertenencia?