Las esperanzas que suelen brotar cada vez que se aproxima una de las periódicas renovaciones del Consejo de Administración de RTVE han vuelto a desembocar en una nueva decepción por el pacto entre PSOE, PP, Podemos y PNV, que se han repartido los diez consejeros en liza como se ha hecho tantas veces en el pasado.
Que de los nombres con mayor puntuación en la criba del comité de expertos no haya quedado ni uno solo demuestra que el sistema de elección era sólo una cortina de humo destinada a barnizar el apaño entre partidos.
Dicho lo cual, cabe darle un margen de confianza a la nueva cúpula hasta comprobar el rumbo que toma la cadena pública. Ojalá los diez nuevos consejeros defrauden las nulas expectativas y gestionen RTVE como un verdadero ente público para todos los españoles, despolitizado, creíble y rigurosamente neutral.
Porque aunque entre los diez consejeros figuran nombres de inequívoca militancia política, el presidente, José Manuel Pérez Tornero, catedrático de periodismo, parece más acorde a los estándares de neutralidad que se esperan de la corporación.
Pero que no quepa duda. Queda todavía mucho camino que recorrer hasta la total despolitización de la cadena. La ventaja de Tornero es que el recorrido de Rosa María Mateo le permite una holgada mejora.
¿Hasta qué punto seguirá influyendo la política en RTVE? Esta es la incógnita que habrá de responderse en los próximos meses. En los profesionales está demostrar su capacidad y su rigor. Ojalá sean tan críticos con la nueva cúpula, afín a los intereses de los partidos en el poder, como lo fueron durante los recordados Viernes Negros.
Porque el poder mediático es el que fiscaliza al poder político. A todo el poder político, y no sólo al de la ideología contraria a aquella con la que simpatizan la mayoría de los funcionarios del ente. Bien lo sabe el ala populista del Ejecutivo.
Una razón más para prestarle toda la atención a un cambio necesario y para seguir apoyando la despolitización completa de RTVE.
Vuelta a la salida
La historia de RTVE está plagada de grises. Porque los momentos de ejemplaridad, como las etapas de Luis Fernández o de Alberto Oliart, se han alternado con impresentables periodos de manipulación y control del discurso público.
Con estos diez nuevos nombramientos, la Corporación vuelve al punto de partida. El juego de cromos es un hecho. Pero las transacciones entre los partidos cada vez son más visibles, más difíciles de ocultar, menos justificables a los ojos de una ciudadanía cada vez más informada. Será difícil, en fin, sostener en el futuro estos habituales apaños políticos sin poner en serio riesgo el prestigio de RTVE.
La neutralidad pasa por un verdadero pacto en virtud del cual los políticos se alejen de la intervención de RTVE, un ente necesario y para todos los españoles. Hay que esperar todavía, sí. Pero desde el primer minuto hay que exigir ecuanimidad.
La historia y la relevancia de RTVE lo merecen.