El Día Internacional de la Mujer Trabajadora tiene muchos cauces de expresión reivindicativa, no necesariamente actos multitudinarios. De ahí que el 85% de los españoles avale la decisión de la Delegación del Gobierno en Madrid y del TSJM de prohibir manifestaciones por el 8-M. Así lo prueba el sondeo de SocioMétrica que hoy publicamos.
Frente a ese apoyo mayoritario a un 8-M que no tome las calles en plena pandemia sólo se posicionan en contra un sector de los votantes de Podemos. Pero esa posición es tan marginal como la de Vox, con su ya conocido argumentario contra la Ley de Violencia de Género. Tenemos que recordar que no es más feminista quien más grita ni quien más ruido hace. Tampoco tiene más razón quien se opone frontalmente al consenso con ideas trasnochadas.
Cisma en Podemos
De hecho, en el seno de Podemos se está gestando un gran conflicto a causa de las leyes que está impulsando Irene Montero. Desde gran parte del espectro de izquierda se critican tanto la ley del sólo sí es sí como la Ley Trans. En el primer caso ya emitió el CGPJ un informe unánime de las deficiencias jurídicamente palpables (entre ellas la paradójica "desprotección de la víctima"); en el segundo, miles de feministas señalan que la llamada Ley Trans cuestiona la propia categoría de mujer y que, en cierto modo, es una ley autoritaria. Hasta ahora lo habían dicho las feministas del PSOE, pero ahora circula un manifiesto con cientos de firmas cercanas a Podemos.
Con todo, no hay que olvidar el verdadero asunto del 8-M: la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No cabe ser demócrata sin ser feminista porque la causa de esa igualdad es transversal; no sólo está la óptica de Carmen Calvo “feminista y socialista”. Es imposible, por ejemplo, ser liberal sin ser feminista, tal y como plantean acertadamente desde Cs. Se trata, en puridad, de una cultura de la igualdad en la que las personas tengan las mismas oportunidades. O, en otras palabras, que el sexo no sea un factor diferenciador en ningún caso.
Educar en igualdad
Que la brecha salarial existe es un hecho. También que 2 de cada 10 inversores son mujeres y que sólo el 18% de la industria digital lo son, por no hablar del papel residual en las empresas tecnólogicas. Además, los Consejos de las grandes empresas cotizadas tendrán que incorporar en los próximos dos años 182 mujeres para cumplir con la nueva normativa, aunque sólo un 10% de empresas ha elaborado los planes de igualdad de Irene Montero y Yolanda Díaz.
Estos datos confirman el sesgo inconsciente, ya que hace falta una formación y cultura empresarial para superar los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres, tanto para acceder a la cúpula del Ibex como para encontrar financiacion para sus startups,
Cultura de la integración
No creemos que las cuotas sean la panacea. Hace falta un profundo debate en el que se indague en todos los matices; para sectores concretos el concepto de cuota puede ser útil en áreas determinadas, pero lo más importante es la educación en igualdad y en una cultura de la integración. Nunca usar la igualdad como una mera arma arrojadiza, sometida al dogmatismo más intransigente.
La lucha por la igualdad no es fácil, por ello tampoco hay atajos posibles ni se puede legislar con trazo grueso. El foco principal tiene que recaer, insistimos, sobre esa educación que sensibilice en que todos (hombres y mujeres) merecen las mismas oportunidades. La cultura de la igualdad pide el esfuerzo de la concordia. Y aquí si que no caben ni banderías ni oportunismos.