Es imposible resumir en unas pocas líneas el tsunami de catastróficas desdichas que rompió ayer en las costas de Ciudadanos y que no es más que la consecuencia de ese error garrafal original de Inés Arrimadas consistente en intentar una moción de censura contra el partido con el que mantiene sus principales alianzas territoriales en Andalucía, Castilla y León, y la Comunidad y la ciudad de Madrid.
¿En qué estaba pensando la líder de Ciudadanos? Centrista no es el que rompe acuerdos de gobierno para regalarle comunidades en ofrenda al PP o al PSOE en función de sus deseos de reposicionamiento ideológico, sino el que es capaz de formar alianzas con unos y otros, y mantener la estabilidad de esos gobiernos mientras sea necesario.
El resultado de lo ocurrido ayer en Murcia ha sido catastrófico para el partido y está todavía por ver que este logre sobrevivir a la hecatombe. Ahora, sólo una catarsis que le dé la vuelta a Ciudadanos como un calcetín podría permitirle recuperar algo de la credibilidad perdida. Aunque incluso esa opción parece ya lejos del alcance de Arrimadas.
Ciudadanos amenaza ruina
Ciudadanos se ha quedado fuera del gobierno de Murcia; sin el ayuntamiento de la capital, que será para el PSOE; fuera del gobierno de Madrid y con serio riesgo de no llegar siquiera al 5% de los votos mínimos en las elecciones autonómicas del próximo 4 de mayo; con el prestigio por los suelos; y sin la confianza de su principal socio (el PP).
Ciudadanos, en definitiva, amenaza ruina. Los líderes del partido piden ya las cabezas de Carlos Cuadrado, José María-Espejo, Ignacio Aguado y Melisa Rodríguez. No es improbable que pidan también la de Arrimadas en la ejecutiva nacional de este lunes.
Y, por si lo descrito fuera poco, y mientras el partido clamaba contra el transfuguismo en Madrid, su número uno en Murcia, Ana Martínez Vidal, buscaba desesperadamente los votos de tres diputados expulsados por Vox. Es decir, de unos tránsfugas a los que no han querido siquiera en la extrema derecha.
Y eso, para ganarse la complacencia del PSOE. El disparate se explica solo.
A cambio, y como si de vasos comunicantes se tratara, las baqueteadas figuras de Teodoro García Egea y Pablo Casado, a los que hace apenas unas semanas se acusaba de falta de colmillo, se han agigantado a ojos vista.
Porque esta sí es una victoria política rotunda para ellos. Aunque se haya logrado a costa de un partido cuya bisoñez ha sorprendido incluso a aquellos que no tenían ya previamente en gran consideración a Ciudadanos.
Hay que bajar revoluciones
Hace dos años que la política española oscila entre el ventajismo de unos y la cerrazón de otros. Pero incluso en el ya habitual escenario de polarización ciudadana y política espectáculo, la última semana ha destacado por sus desorbitados niveles de histrionismo.
Hasta una formación tradicionalmente tan comedida como Ciudadanos ha sucumbido a la crispación ambiental y ha ofrecido un espectáculo más digno del populismo que de un partido de centro liberal con vocación de fiel del sistema.
A la moción de censura en Murcia, tan injustificada como pobremente argumentada por Inés Arrimadas, ha seguido la apresurada convocatoria de elecciones anticipadas en Madrid, la presentación de dos mociones de censura muy probablemente irregulares también en Madrid, una tercera moción de censura oportunista en Castilla y León y, ayer viernes, el extravagante culebrón a cuenta de los tres diputados de Ciudadanos que harán fracasar la moción de censura contra Fernando López Miras.
Espectáculo de cohetería
Más sangrante aún es que no haya habido en toda España un solo líder político capaz de comparecer esta semana frente a los españoles para templar los ánimos. Todos se han sumado al espectáculo de pirotecnia añadiendo su propia cohetería.
Los que en Murcia eran calificados de tránsfugas, en Castilla y León eran reclamados como héroes de la dignidad y la coherencia democráticas.
Las que en Cataluña fueron unas impecables elecciones democráticas se han transformado en Madrid en unos comicios irresponsables. Y eso aunque la incidencia del virus sea hoy menor que en febrero y lo vaya a ser aún más el 4 de mayo.
Y esos apoyos de Podemos, ERC y EH Bildu que son defendidos en el Congreso con el argumento de que "esto es lo que han querido los españoles" es demonizado en el caso de Vox con el argumento de que los de Santiago Abascal no tienen cabida en democracia aunque hayan sido votados por 3.650.000 españoles.
PP y PSOE, como principales partidos del sistema político español, deben reflexionar seriamente sobre lo ocurrido esta semana. Es urgente que ambos recuperen la compostura y reordenen sus prioridades.
Porque si ellos no lo hacen, el vacío de sensatez será rellenado por la insensatez de los extremistas. Más aún si Ciudadanos desaparece del escenario político y PP y PSOE se quedan sin ese partido bisagra capaz de forjar mayorías moderadas.