La decisión adoptada por las autoridades sanitarias de los Estados Unidos de pausar la vacunación con el suero monodosis de Janssen comportará el retraso en la entrega de los 200 millones de vacunas que la empresa había pactado con países de todo el mundo.
En España, la cifra paralizada es de 17.580.000 dosis, de las que 300.000 iban a ser empleadas durante los próximos días para vacunar a los mayores de entre 70 y 79 años.
La paralización de la vacunación se produce después de que seis personas, de un total de siete millones, desarrollaran efectos secundarios vinculados a coágulos de sangre durante las dos semanas posteriores a la inoculación de sus dosis.
De esas seis personas, todas ellas mujeres de entre 18 y 48 años que habían tomado anticonceptivos, una ha muerto y otra se encuentra en estado crítico.
Decisiones políticas, no sanitarias
La FDA, el equivalente en los Estados Unidos de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), ha dado la orden de frenar la vacunación de inmediato. La decisión, que pone en riesgo los planes de vacunación de varios países de la UE, se suma a las controvertidas decisiones adoptadas respecto a la vacuna de AstraZeneca.
Se trata, en ambos casos, de decisiones políticas y con una difícil justificación sanitaria. Porque el porcentaje de afectados por las vacunas es extraordinariamente pequeño y muy inferior al riesgo de muerte por coronavirus.
Dicho de otra manera: por más que los casos de efectos secundarios provocados por algunas vacunas sean muy llamativos desde un punto de vista mediático, lo cierto es que se trata de riesgos perfectamente asumibles en el contexto de una vacunación que está llegando a decenas de millones de personas en todo el planeta.
Pero las autoridades parecen más preocupadas por el posible impacto mediático de sus decisiones que en racionalizar el concepto de coste-beneficio para explicarlo de forma adulta y madura a sus ciudadanos.
El resultado es una tormenta de alarmismo y sensacionalismo que está poniendo en riesgo la salida de la pandemia.
Paralización de ensayos clínicos
Janssen ha decidido también, de forma unilateral, suspender todos sus ensayos clínicos. Ensayos que en España se estaban llevando a cabo con embarazadas y con menores de 18 años.
Pero el principal daño será para los españoles de entre 70 y 79 años que iban a ser vacunados con las dosis de Janssen y que ahora deberán esperar a la llegada de otra vacuna o a la, de momento remota, reactivación de la vacuna de Johnson & Johnson.
Parece obvio que las autoridades sanitarias están abusando de una prudencia que harían bien en aplicar a la decisión de paralizar la vacunación. ¿Cuánta gente morirá por dicha paralización y a causa de la Covid-19 durante los próximos días?
En poco ayuda, además, la dureza de las condiciones pactadas por la UE con las farmacéuticas, que a diferencia de las pactadas en los Estados Unidos, deja una puerta abierta a posibles reclamaciones y demandas.
Y de ahí que las empresas productoras prefieran no correr riesgo alguno, y paralizar la distribución y los ensayos con sus vacunas, antes que arriesgarse a posibles demandas millonarias.
Rigorismo injustificado
También resultarán perjudicadas todas aquellas personas que han renunciado a ser vacunadas con otras marcas para participar en los ensayos clínicos de Janssen. Un problema añadido al que ya supone la vacunación de decenas de millones de ciudadanos en un plazo de tiempo limitado y mientras la epidemia evoluciona y desarrolla nuevas cepas. Algunas de ellas más agresivas que la cepa original.
Aunque el rigorismo en la vacunación está siendo, como ha defendido EL ESPAÑOL en anteriores editoriales, absolutamente desproporcionado, las autoridades sanitarias tienen una solución racional a su alcance. Paralizar la vacunación con Janssen para el grupo de personas afectadas por esos estadísticamente excepcionales efectos secundarios.
Es decir, para las mujeres de entre 18 y 48 años que usen anticonceptivos.
¿Pero qué sentido tiene dejar en la estacada a grupos poblacionales que han sido vacunados sin el menor signo de efecto secundario de relevancia? El perjuicio que se causa a millones de ciudadanos es incalculable. Porque la posibilidad de morir si se desarrolla la enfermedad es muy superior a la posibilidad de morir por la vacuna.
Como afirmaba Juan Abarca en EL ESPAÑOL este mismo lunes, sobra sensacionalismo y falta prudencia con las vacunas contra la Covid-19.