La convivencia en el seno del Gobierno de dos partidos con visiones radicalmente diferentes de cuál debería ser la política exterior española respecto al conflicto del Sáhara y las relaciones con Marruecos es una de las razones, y no precisamente la menor, que han facilitado el estallido de la actual crisis diplomática.
Marruecos, al que sin duda alguna le corresponde en esta crisis el papel de agresor, ha encontrado en Podemos una excusa a falta de un motivo. Y las excusas, más allá de la decisión de acoger al líder del Frente Polisario en España, han sido las ya habituales declaraciones de los líderes del partido morado en defensa de un referéndum de independencia en el Sáhara Occidental.
Podemos ha actuado en este sentido no sólo en contra de los intereses de su socio de coalición, sino también en contra de los de España.
Un solo ejemplo. Ayer mismo, la eurodiputada y secretaria internacional de Podemos, Idoia Villanueva, se volvió a mostrar a favor de la autodeterminación del pueblo saharaui y llamó a no ceder al "chantaje" de Marruecos. En medio de la peor crisis diplomática vivida por España en años, Podemos remó ayer a favor del caos.
En este punto, la política exterior de Podemos, si es que es posible calificarla así, coincide punto por punto con la de un Vox que ha afirmado que a España "están llegando refugiados que huyen de una tiranía, están entrando soldados obedeciendo a su gobierno, el marroquí, que ha ordenado la invasión". ¿Qué pretenden ambos partidos? ¿Acaso que España declare la guerra a Marruecos?
Pero lo realmente grave es que el Gobierno haya entrado en el juego de los populismos ejecutando esa chapuza consistente en hospitalizar en Logroño al líder del Frente Polisario, sobre el que pesan cargos en España por los delitos de genocidio en concurso con asesinato, detención ilegal, terrorismo, torturas y desapariciones, con un nombre falso y con el objetivo de que este pasara lo más desapercibido posible.
El Gobierno no puede comportarse como un vulgar tramposo. Si el Ejecutivo decide acoger al líder del Frente Polisario por razones humanitarias, entonces lo lógico es hacerlo con luz y taquígrafos. Porque si el Gobierno lo hace a escondidas y la torpe operación de ocultación es desbaratada por los servicios secretos marroquíes, el resultado en la práctica será mucho peor que en el primer caso. Como así ha sido.
Trabajar por la "resolución"
Ayer, Estados Unidos pidió por boca de Jalina Porter, portavoz del Departamento de Estado, que España y Marruecos "trabajen juntos hacia una resolución" de la crisis. Porter se mostró también a favor de que los procesos migratorios sean "humanos, ordenados y justos" a través de políticas bilaterales y multilaterales.
Las declaraciones de la portavoz del Departamento de Estado no van más allá de la ya habitual declaración de compromiso, pero suponen un cierto alivio para el Gobierno después de que el pasado martes Antony Blinken, secretario de Estado, y Ned Price, portavoz del Departamento de Estado, mostraran su apoyo al reino alauí recordando su condición de "socio estratégico".
El problema de España es que en esta crisis le ha tocado ejercer el papel reactivo. Es decir, el papel del que debe conformarse con que Estados Unidos no tome partido por su rival. También, el papel del que ahora debe lidiar con la compleja devolución a su país de los miles de ciudadanos marroquíes que durante las últimas 48 horas han entrado ilegalmente en Ceuta. Y el papel reactivo no es el ideal en este tipo de crisis.
Problemas internos del PSOE
Son los problemas internos del PSOE con sus socios de Podemos lo único que explica que un gabinete de ministros experimentados, miembros además de un Gobierno que presume de transparencia, haya cometido la torpeza de ocultar a la opinión pública la hospitalización de un personaje tan controvertido como Brahim Gali.
El problema para España, problema que enlaza con la mencionada condición española de actor reactivo en esta crisis, es que resulta imposible saber si Marruecos ha decidido dar por acabada su represalia o si pretende darle continuidad con otros asaltos, quizá de menor entidad, a Ceuta y Melilla. O, quizá, con una política de control relajado de las pateras que este verano saldrán de las costas marroquíes en dirección a Canarias y la península.
El tira y afloja en esta crisis está, en fin, lejos de terminar. Pero Marruecos avanza posiciones con cada embate contra la soberanía española en cumplimiento de ese plan de tres ejes del que hablábamos en el editorial de ayer: Ceuta y Melilla, Canarias (y sus aguas territoriales) e inmigración ilegal, siendo esta última la herramienta con la que Rabat pretende conseguir el control de las dos primeras.