Desde EL ESPAÑOL hemos pedido en varias ocasiones que el indulto de los presos del procés sea abordado en un pleno extraordinario en el Congreso de los Diputados para que tanto el Gobierno como los partidos nacionalistas y la oposición puedan exponer argumentos razonados, y razonables, a favor y en contra de una medida de tanta relevancia política y social.
Además, hemos añadido que ese pleno debe producirse sin límite de tiempo y con carácter monográfico, trascendiendo la ramplonería de las arengas partidistas y partidarias que hemos visto hasta el momento.
Pero no será así. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha tomado el camino opuesto.
En la primera semana de julio, tal y como avanzó ayer este diario, el presidente comparecerá en el Congreso para dar cuenta de los indultos. Lo hará horas o días después de que estos hayan sido concedidos. Sin debate parlamentario y sin tener en cuenta el criterio del Tribunal Supremo, de la Fiscalía y del Partido Popular, el principal partido de la oposición.
¿Qué sentido tiene que el Gobierno comparezca en el Parlamento con la medida de gracia ya aplicada? ¿Es ese el diálogo del que tanto presume el Ejecutivo?
Moncloa se equivoca al apostar por la vía unilateral y al lanzarse por un camino que rechazan ocho de cada diez españoles, como destaca este sondeo de EL ESPAÑOL.
Sin arrepentimiento
Mientras el PSOE gestiona como puede las consecuencias de una medida tan controvertida (el abucheo de ayer a Guillermo Fernández Vara mientras era entrevistado en la COPE es un ejemplo de ello), los gestos desde el nacionalismo catalán se revelan insuficientes, cuando no contraproducentes e incluso frentistas.
Resulta paradójica, en resumen, la decisión de Moncloa cuando los presos siguen sin mostrar arrepentimiento y el independentismo no ha hecho gesto de desescalada alguno desde la carta de Oriol Junqueras. En cambio, el nacionalismo sí ha parecido cerrar la puerta a la sensatez, envalentonado por unos indultos que interpretan como debilidad del Estado, para recuperar su vieja tradición de desafío al orden constitucional.
Es la suya una estrategia que no tiende puentes ni recoge el guante de la concordia tendido por el Gobierno, sino que alimenta nuevamente la crispación en una sociedad necesitada de puntos de encuentro.
No parece, en fin, que haya propósito de enmienda en Cataluña. Apenas un día después de que Miquel Iceta propusiera "un acuerdo sobre autogobierno y financiación más justo" en forma de nuevo Estatuto de Autonomía, el presidente Pere Aragonès anunció su ausencia en la cena organizada por el Círculo de Empresarios que se celebrará esta noche en Barcelona con la presencia de Felipe VI.
El desplante evoca tiempos pasados y no sólo ignora que el monarca se desplaza a Cataluña como representante de todos los españoles, sino que lo hace para participar en un encuentro que busca soluciones a una crisis económica que no es ajena a la región.
Más gestos
Como informamos hoy en EL ESPAÑOL, PSOE y ERC van a despenalizar las injurias al rey. Lo harán días antes de que este firme los indultos del procés.
Parece obvio que el momento escogido es especialmente desafortunado, sobre todo a la vista de que la Asamblea Nacional Catalana (ANC) se está movilizando para quemar fotografías de Felipe VI en distintas plazas catalanas. Irónicamente, la ANC sostiene que es para darle una "cálida bienvenida".
Sin gestos de acercamiento y sin mayor voluntad de enmienda, el Gobierno regional catalán se atrinchera en la radicalidad y se sitúa más próximo al extremismo callejero que al espíritu de concordia que desprende la aplicación de la medida de gracia por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.
Algo que corrobora una atenta lectura del acuerdo de gobierno de ERC y JxCAT, donde se menciona una sola vez a España y docenas de veces la fantasmagórica república catalana independiente.
La carta de Junqueras era necesaria, pero resulta claramente insuficiente dada la trascendencia de los indultos. Si esa carta es todo lo que va a ofrecer el independentismo, el Gobierno debería replantearse su postura. Los augurios del Partido Popular, que sostiene que el independentismo no tiene voluntad de corregirse, no parecen desacertados.
Es cierto que todas las declaraciones del independentismo quedan de momento en el terreno del aspaviento y la bravuconada. Pero los aspavientos y las bravuconadas generan crispación y malestar social, sobre todo a la vista de unos indultos que han sido percibidos por muchos españoles como un inaceptable privilegio fruto de un interés político coyuntural. Si el objetivo es "la concordia", vamos por mal camino.
Sánchez todavía está a tiempo de rectificar y retomar el sendero de lo razonable. Y ese sendero no es otro que el debate parlamentario con el resto de fuerzas parlamentarias previo a la concesión de los indultos, y no posterior a él.