La solución de la delicada situación en que se encuentran más de mil menas en Ceuta desde el asalto masivo ordenado en mayo por Marruecos no puede demorarse más.
La situación es insostenible para los menas, que viven en asentamientos "infrahumanos", en palabras del propio presidente ceutí, Juan Jesús Vivas. Pero también para la ciudad, a la que no puede exigirse que se haga cargo por sí sola de los aproximadamente 1.200 menores que continúan en ella.
Ceuta, una ciudad de 85.000 habitantes, no tiene los recursos necesarios para acoger a todos esos menores. Basta con ampliar la fotografía para calibrar la magnitud del disparate. ¿Cómo se explica que el 10% de los menas que están hoy en España (aproximadamente 12.000 en total) estén alojados en un territorio que alberga a sólo el 0,2% de la población española?
Más allá del problema judicial que se avecina para el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska por el retorno asistido de los menores, resulta urgente dar respuesta a un problema que Ceuta capea como puede, pero ya al borde de su colapso. Son ya casi un centenar, por ejemplo, los menores que han huido de los centros de acogida y a los que se sigue el rastro.
Esos menores llegaron a España engañados por su Gobierno, que les manipuló hablándoles de la posibilidad de asistir a un partido de Cristiano Ronaldo. Y se están negando a volver a su país como parte de una estrategia colectiva en la que están colaborando, consciente o inconscientemente, las asociaciones que han interpuesto un recurso frente a la Audiencia Nacional contra su repatriación.
Repatriación o distribución
Como explicamos en este periódico, la legalidad vigente obliga a realizar un expediente administrativo detallado por cada mena. Algo inviable que retrasaría durante meses un proceso que requiere de agilidad. La repatriación, además, se está realizando en función de un acuerdo especial con Marruecos que permite la devolución inmediata de esos menas.
La petición de información de la Audiencia Nacional a Fernando Grande-Marlaska sobre las devoluciones de menores no acompañados a Marruecos ha puesto de nuevo contra las cuerdas al ministro del Interior. Pero también ha condenado a la deriva a casi 1.200 menores que subsisten en condiciones impropias.
Las opciones son sólo dos.
O se repatría a los niños, dentro de la legalidad y de los parámetros acordados entre el nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y la monarquía alauí (el propio Mohamed VI dio orden a su ministro de Exteriores, Naser Burita, y del Interior, Abdelouai Laftit, de que resolvieran definitivamente la situación de esos menores).
O se les distribuye a lo largo y ancho del territorio nacional. Por ejemplo en aquellos ayuntamientos, como el de Barcelona o el de Palma, que se han ofrecido a acoger a refugiados afganos y que con total seguridad no pondrán el menor reparo al acogimiento de esos pocos centenares de menas.
El objetivo es que Ceuta no tenga que pagar en solitario (y únicamente por su evidente vulnerabilidad geográfica) los desmanes y las tácticas de Rabat.
Sin populismo
No puede pasarse por alto el hecho de que los menas que entraron ilegalmente en nuestro país no lo hicieron como fruto de una decisión personal de emigrar por motivos económicos, sino utilizados como instrumentos de guerra diplomática por Marruecos. Un país que utiliza la apertura de fronteras como herramienta de presión contra España.
Los tribunales españoles, en resumen, deberían tener en cuenta este factor y no interpretar la situación como una simple crisis humanitaria. Cosa que no es en absoluto, al menos en su origen. Porque esos menores no huyen de una guerra o de la persecución política de su Gobierno.
Tampoco se entiende, en este contexto, que Podemos dificulte aún más si cabe la resolución del problema a su socio de Gobierno. Una actitud que, movida o no por la ingenuidad, lo convierte en cómplice de una estrategia denunciada por todas las organizaciones humanitarias europeas, además de por el Parlamento Europeo.
La crisis ceutí no se resuelve con buenas intenciones, sino con decisiones prácticas y sensatas. Donde no pueden quedarse los menas es en Ceuta. Es puro sentido común.