La huelga de maquinistas de RENFE convocada por el sindicato SEMAF llega hoy martes a la cuarta jornada de las ocho que están previstas. Lo hace, de nuevo, con el incumplimiento de los servicios mínimos fijados por las autoridades para garantizar la compatibilidad del derecho a la huelga con el derecho a la movilidad de los ciudadanos que utilizan cada día los servicios de RENFE.
La huelga ha provocado ya la supresión de centenares de trenes y el cierre de varias estaciones. El incumplimiento de los servicios mínimos implicará que los porcentajes fijados por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (del 72% en los trenes de alta velocidad y larga distancia, y del 75% en los de cercanías en hora punta) se conviertan en papel mojado.
Los únicos perjudicados serán, de nuevo, los ciudadanos. El conflicto no parece tener fácil solución puesto que la huelga se basa no en la exigencia de mejores condiciones laborales sino en un juicio de valor de los maquinistas: el de que RENFE está "desmantelando" la empresa, suprimiendo trenes de forma injustificada con la excusa de la Covid y generando irregularidades en la contratación de nuevos empleados.
RENFE quiere negociar
RENFE, que niega todos los puntos que denuncia el SEMAF, se ha ofrecido de nuevo a negociar con los huelguistas. Es obligación de estos sentarse a dialogar con la empresa y cesar de inmediato en ese chantaje consistente en el incumplimiento de los servicios mínimos. Servicios mínimos determinados, recordemos, por el Ministerio. No por RENFE.
A falta de mejores explicaciones por parte de los sindicatos, los argumentos de RENFE parecen incontestables. En 2021, la empresa tenía 5.250 maquinistas, de los cuales poco más de 450 esperan la jubilación. Para sustituirlos se ha previsto la incorporación de 920 nuevos maquinistas, lo que incrementaría la plantilla total hasta los 5.720 maquinistas.
El segundo argumento del sindicato, el de la supresión de trenes, parece olvidar que España lleva un año y medio sufriendo una pandemia que ha afectado de forma radical al flujo de pasajeros de RENFE y que no tiene sentido alguno mantener líneas vacías o semivacías hasta que ese flujo no recupere su caudal habitual.
Quebradero de cabeza
El sindicato SEMAF lleva siendo un quebradero de cabeza para RENFE desde que Julián García Valverde, expresidente de la empresa, le encargó en 1986 a Damián Navascués, director de personal, crear un sindicato de maquinistas para acabar con el poder de CC. OO. y UGT.
El resultado fue el SEMAF, un sindicato corporativo, no de clase, que se ha caracterizado por su disposición a paralizar a voluntad el funcionamiento de RENFE siempre que ha convenido a sus intereses. Al fondo del conflicto late por supuesto el miedo del SEMAF a la competencia de los nuevos operadores ferroviarios que han entrado ya en el mercado español o que lo harán en breve: la francesa SNCF y la italiana Ilsa.
A falta de mejores argumentos por parte del SEMAF, esta huelga parece más una herramienta de presión política que una reivindicación laboral con cara y ojos. El SEMAF es un sindicato, no un partido político, y la utilización de los ciudadanos como rehenes en su estrategia de presión a RENFE es inaceptable en democracia.