Sólo hace falta echar un vistazo a cualquier calle española para comprobar que la medida que obliga al uso de la mascarilla en exteriores está siendo obedecida de forma muy dispar por los españoles. Y eso entre unos ciudadanos que si por algo han destacado durante el último año y medio de pandemia ha sido por su casi unánime obediencia a las medidas dictadas por el Gobierno y las autoridades sanitarias.
Los datos están a la vista en el sondeo que EL ESPAÑOL ha publicado durante los últimos días. Un 90,1% de los españoles de entre 18 y 30 años se opone al uso de la mascarilla en exteriores. Coinciden en este punto con la inmensa mayoría de los expertos sanitarios, que niegan cualquier necesidad de esta en espacios abiertos y que han recordado que los contagios se producen en los espacios cerrados.
Entre los españoles de 31 y 65 años de edad, el rechazo también es muy mayoritario. Un 59,1% rechaza la medida y sólo el 37% la apoya. La medida sólo es aceptada mayoritariamente por los mayores de 65 años, la población más vulnerable a la Covid-19, con un apoyo del 53,5% frente a un 42,3% de rechazo.
Una medida inútil
Los españoles han aceptado y obedecido todas las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias de forma prácticamente generalizada. Tanto, de hecho, que el sector más irreductible del populismo negacionista antivacunas ha utilizado ese hecho para ridiculizar a sus compatriotas calificándolos de ovejas sumisas al dictado de las multinacionales farmacéuticas y las elites globalistas internacionales.
Conspiracionismos delirantes aparte, lo que demuestra el rechazo a la obligatoriedad de las mascarillas es que los españoles destacan por su cumplimiento de las normas sanitarias, pero sólo cuando estas obedecen a un fin lógico.
El Gobierno ha visto como casi todos los expertos consultados por los medios de comunicación rechazaban por inútil la medida, pero sobre todo por incoherente. ¿Por qué es obligatoria la mascarilla en exteriores y no en el interior de un bar o de un restaurante, por ejemplo, donde existe mucho más riesgo de contagio?
Descrédito del Gobierno
Es un principio elemental del buen gobierno que las medidas que son percibidas por los ciudadanos como absurdas sólo pueden ser impuestas si las consecuencias de su incumplimiento son extraordinariamente severas. Si el Gobierno se empeña en ellas, el desenlace inevitable es la pérdida de su autoridad entre los ciudadanos.
Y ese sí es un riesgo para el Gobierno y el resto de administraciones españolas. Porque si llega a cuajar entre los ciudadanos la idea de que las medidas sanitarias son absurdas y sólo obedecen a necesidades coyunturales (la de demostrar que se está haciendo "algo" aunque ese "algo" equivalga a "nada") entonces el descrédito tendrá consecuencias ciertas en futuras olas que quizá sí requieran de nuevas y contundentes medidas.
Al Gobierno no le queda otra opción que retroceder y decretar la voluntariedad de la mascarilla en exteriores. Algo para lo que debería tener en cuenta otro de los datos que se derivan del sondeo de EL ESPAÑOL: tres de cada cuatro españoles prefieren que la gestión de la epidemia corra a cargo de una autoridad centralizada, es decir el Gobierno. La gestión de la epidemia no puede centralizarse sólo para las medidas absurdas.