La información que publica hoy en exclusiva EL ESPAÑOL da buena cuenta de la naturaleza maquiavélica del procés y los escrúpulos de sus directores de orquesta. Los pinchazos telefónicos que ordenó el juez Joaquín Aguirre, recogidos en el marco del caso Volhov, aúnan conversaciones de actores principales del independentismo que acreditan cómo trataron de poner la pandemia, que a esta fecha se ha cobrado la vida de más de 16.000 catalanes, al servicio de la secesión.
Uno de los cerebros del procés, Xavier Vendrell, antiguo militante de la banda terrorista Terra Lliure, persuadió al secretario general Albert Castellanos de gestionar la crisis sanitaria “de puta madre”, no tanto por la salud de los gobernados como para demostrar que lo saben hacer “mejor que el resto del Estado”.
El propósito consistía en que la imagen del independentismo que rige en Cataluña saliese reforzada puertas afuera, a los ojos del mundo, y puertas adentro, a los ojos de los catalanes. Especialmente, los de aquellos más pragmáticos, que asisten con recelo a las ambiciones secesionistas de sus dirigentes.
Pero también eso salió mal: su desastrosa gestión de la pandemia hace de Cataluña la región con más contagios del país, pese a sus fuertes restricciones, y su pésima gestión económica contrasta con los datos positivos de Madrid. Una dinámica que se repite con puntualidad desde que el nacionalismo se embarcó en esta deriva.
A cualquier precio
Al mismo tiempo, Vendrell propuso a la Generalitat la creación de algo parecido a una moneda o bono propio, “en papel o mediante el sistema Blockchain”, en el que invirtieran los catalanes parte de lo ahorrado durante el periodo de confinamiento general. Estos valores serían canjeables, quién sabe si con ánimo aislacionista, en turismo local, cultura local y gastronomía local.
Las escuchas también revelan que el ánimo del cerebro del procés no se movía únicamente por el patriotismo. Vendrell quiso sacar tajada de sus contactos con el poder, en este caso dentro de ERC. El sumario registra una generosa recalificación en Cabrera de Mar y la adjudicación de un contrato de casi medio millón de euros para hacer análisis de laboratorio.
La información de EL ESPAÑOL, en fin, arroja más luz sobre el espíritu del procés, turbado y consumido por el fanatismo y la corrupción, y su obsesión por divorciar el destino de Cataluña del futuro de España a cualquier precio. Aun a costa de hacer política con la peor crisis sanitaria de los últimos cien años.