La carta con la que Juan Carlos I ha anunciado a Felipe VI su intención de "continuar residiendo de forma permanente y estable en Abu Dabi" recoge la solución más inteligente posible a un conflicto que amenazaba con enquistarse en el seno de la Corona.
En su carta, el rey emérito anuncia su intención de volver "con frecuencia" a España para visitar a su familia y a sus amigos, y se lamenta "sinceramente" por la "trascendencia para la opinión pública de los acontecimientos pasados de mi vida privada", en referencia a las investigaciones de su patrimonio por parte de la Fiscalía Anticorrupción que fueron archivadas hace apenas una semana.
Una frase que recuerda al famoso "lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir" que Juan Carlos I pronunció en 2012 en el hospital USP San José de Madrid tras ser intervenido por una fractura de cadera y a raíz de la polémica generada por su viaje a Botsuana.
La carta incluye todos los requisitos que Zarzuela y la Moncloa le pedían al rey emérito para el cierre de su caso. Que pidiera disculpas públicas. Que renunciara a volver a pisar la Zarzuela, residencia oficial de la Familia Real y sede de la Casa del Rey. Y que esperara a que las investigaciones sobre su patrimonio fueran archivadas.
Obstáculos despejados
La misiva ha satisfecho a Felipe VI, pero no al presidente del Gobierno, que durante una conversación informal con periodistas a bordo del avión que le ha llevado hoy a Riga ha afirmado que la carta "no es satisfactoria". Según Pedro Sánchez, "el emérito debe dar una explicación. La carta no es una aclaración satisfactoria de todas las conductas que describe la Fiscalía en su informe".
Lo cierto es que Juan Carlos I no podía volver a España como si nada hubiera pasado. El destierro permanente sin causa firme en su contra habría sido absurdo. Pero con las investigaciones de la Fiscalía todavía en marcha, su vuelta habría resultado prematura y polémica.
Archivada la causa contra él, el camino para su vuelta a España, aunque sea puntual y con billete de vuelta a Abu Dabi, queda definitivamente despejado.
Juan Carlos I no permanecerá en ningún edificio público cuando vuelva a España, sino que se alojará en la casa de sus hijas o en la de sus amigos. La carta confirma también la voluntad del rey emérito de desaparecer del foco público y de renunciar a cualquier tipo de protagonismo en favor de su hijo, el rey Felipe VI.
La solución adoptada a tres bandas por Moncloa, Zarzuela y el propio rey emérito es la más sensata posible dadas las circunstancias, independientemente de que las explicaciones sobre el origen y la gestión de su patrimonio sean efectivamente incompletas y no despejen todas las dudas acerca de él.
Pero esa solución no puede ser permanente. El rey debe pasar la última etapa de su vida en España. Abu Dabi es sólo una solución a medio plazo, no el punto final definitivo.