Si el bombardeo este domingo de una base militar a apenas 25 kilómetros de la frontera con Polonia incrementó la tensión del conflicto en Ucrania hasta extremos que parecían difíciles de superar, el anuncio ayer lunes de que China está dispuesta a ayudar militarmente a Rusia lo sitúa en una zona de riesgo extremo que podría abocar al planeta a un conflicto global.
La filtración de que China estaría presuntamente dispuesta a involucrarse en el conflicto prestando ayuda militar indeterminada a Rusia llegó después de la reunión que el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, mantuvo ayer lunes con el número uno de la diplomacia china, Yang Jiechi.
Tras la reunión, y después de que Pekín negara a lo largo del pasado fin de semana esa ayuda, el portavoz del Departamento de Estado americano, Ned Price, dijo: "Hemos sido muy claros, tanto de manera privada como pública con Pekín, de que habrá consecuencias si ofrece ese apoyo [a Rusia]".
Price no ha especificado si esas consecuencias serían estrictamente económicas, como en el caso de las sanciones aplicadas sobre diversos intereses financieros, industriales, energéticos y comerciales rusos, o si implicarían el uso de la fuerza militar.
Un conflicto global
A la espera de una hipotética respuesta de Pekín a la advertencia de Estados Unidos, lo que parece obvio es que el involucramiento de China en el conflicto, aunque fuera mediante el suministro de armas a Rusia, transformaría un conflicto que de momento (y con todos los matices que se quiera) es local en un conflicto global.
La ayuda de China, que muy posiblemente se defendería con el argumento de que también los países de la Unión Europea y de la OTAN están armando a los combatientes ucranianos, confirmaría lo que hasta hace unas horas era sólo una posibilidad en la mente de los analistas militares occidentales: la consolidación de un eje euroasiático enfrentado a las democracias occidentales.
La intervención de China, que a diferencia de la UE estaría ayudando al agresor y no al agredido, incrementaría el riesgo de escalada y podría conducir a naciones como Irán o Corea del Norte a acelerar la ejecución de sus planes geoestratégicos. En ese contexto, España debería ser muy consciente de la posibilidad de que Marruecos, que se ha negado a condenar la invasión de Ucrania en la ONU, lanzara un órdago en el Sáhara Occidental, en Ceuta y Melilla, o incluso en las islas Canarias.
¿Aviso de China?
Pero eso, de momento, son sólo hipótesis. En el momento actual, lo único confirmado es que Estados Unidos ha trazado una línea roja visible para todos los Gobiernos tentados de involucrarse en el conflicto en favor de Rusia.
"No queremos que ningún país compense a Rusia por sus pérdidas", ha dicho el portavoz del Departamento de Estado Ned Price, dejando claro que las sanciones contra el Kremlin y la economía rusa deben tener impacto y que cualquier esfuerzo por amortiguarlas será considerado como un acto de guerra.
La guerra también está teniendo un impacto económico para China, que mantiene fuertes relaciones comerciales y energéticas con Rusia, y eso había hecho concebir esperanzas de que Pekín pudiera convertirse en un elemento atemperador de las ambiciones de Vladímir Putin.
Pero el Gobierno americano ha demostrado a lo largo de esta crisis disponer de excelente información de Inteligencia sobre las verdaderas intenciones de todos los actores involucrados. Y eso dota a la información sobre el involucramiento de China en el conflicto de una fuerte presunción de veracidad.
La noticia es probablemente la peor que podría recibir Occidente hoy y ni siquiera la posibilidad de que China esté buscando que Occidente opte por el mal "menor" (es decir el de "regalarle" Ucrania a Putin) aminora en lo más mínimo su peligrosidad. Es de esperar que la presión de los Estados Unidos surta efecto y China reconsidere su decisión, si esta es firme, o se retracte de su órdago, en el caso de que lo sea.