El Gobierno de Pedro Sánchez sigue sin dar con la clave para afianzar a España como un actor de peso en la Unión Europea (UE). Porque en lugar de aprovechar la crisis en Ucrania para sanear las cuentas públicas, recortar gasto ineficiente, ganar competitividad y reorientar nuestra política energética, Sánchez ha acudido de nuevo a la Unión Europea para pedir un megafondo de deuda mancomunada. Es decir, más dinero para España.
El Gobierno se mantiene firme en su relato de que los problemas económicos españoles se deben a la crisis desatada por la guerra en Ucrania. Pero hay que insistir en que este argumento sólo es parcialmente cierto.
Porque además del crónico problema de desempleo que arrastramos desde hace décadas, antes del estallido de la guerra España ya tenía unos niveles de deuda pública y de gasto público desorbitados. Como explica hoy EL ESPAÑOL, la deuda pública española supera ya el 120% del PIB. El gasto público es superior en un 21,7% al de 2018. Una cuarta parte de la población española vive en riesgo de exclusión social. Y España continua a la cabeza del paro absoluto, femenino y juvenil en Europa.
Y por eso no sorprende que el grupo de los frugales (y entre ellos Holanda, Suecia, Austria, Dinamarca e incluso Alemania) haya dado un portazo a los planes de Sánchez. Porque los países que pueden presumir de responsabilidad fiscal ven en la propuesta española de un megafondo de deuda mancomunada un episodio más del despilfarro tradicionalmente asociado a los europeos del sur.
Sin equilibrio presupuestario
El grupo de los países mediterráneos sí parece dispuesto a impulsar dicho fondo de dinero comunitario para aliviar la repercusión económica de la guerra. Pero sin el apoyo de los países del norte esa predisposición (con dinero ajeno) es sólo una proclama al viento.
El papel de posibilitador y mediador que Sánchez se había arrogado durante su gira europea queda ahora en entredicho. La alianza mediterránea que ha fomentado se ha topado con la oposición de la Europa del norte. Su circunstancia, muy distinta de la nuestra, no les permite asumir la propuesta estrella de Sánchez: intervenir el mercado para sacar el gas del mix energético.
Además, acudir al próximo Consejo Europeo con una propuesta de incremento de gasto en lugar de una rebaja fiscal es difícil de entender en la actual situación de precios disparados y protestas por la carestía. ¿Qué pretende el presidente? ¿Una nueva moratoria de las reformas estructurales que nuestra economía necesita con urgencia?
Una vez más, el Gobierno español delega en Europa la responsabilidad que le corresponde en la recuperación de la economía. Sánchez no puede seguir recurriendo al chivo expiatorio de la guerra ucraniana para externalizar la gestión económica de la crisis española, que tiene causas muy diferentes a las del resto de los socios de la UE.
Podemos, un escollo
Sánchez parecía haber aprendido la lección al recoger el guante de Ursula von der Leyen cuando esta animaba a que España fuera consciente de su papel fundamental para que Europa pueda lograr la autonomía estratégica en materia de energía.
La renegociación con Marruecos para la autonomía del Sáhara Occidental se enmarca en el propósito de avanzar hacia la consolidación de España como un hub gasístico. Porque la normalización de las relaciones diplomáticas con Marruecos dejaría vía libre al gas argelino para entrar en Europa a través de nuestro país.
Pero el ejercicio de realismo político que animó el cambio de postura español con respecto al Sáhara contrasta con la irresponsabilidad financiera del Gobierno en Europa. Y Sánchez sigue desoyendo los llamamientos del Eurogrupo para un ajuste presupuestario en los países con mayor deuda pública.
¿Qué papel juega en la demora de las necesarias rebajas de impuestos la presión ejercida por Podemos sobre el PSOE? Sánchez escenifica constantes equilibrismos para contentar a sus socios de la coalición. Los morados han venido siendo una piedra en el zapato del PSOE para fijar la posición internacional de España. Lo han sido en la cuestión del Sáhara y, antes, en el envío de armas a Ucrania, así como en las negociaciones con el Partido Popular para rebajar los impuestos a los carburantes.
La UE no puede pagar el pato de las crisis internas de nuestro país. Está en juego nuestra imagen internacional y el prestigio de España de cara a nuestros socios europeos. Nos jugamos demasiado como para subordinar decisiones en materia fiscal, de energía y de defensa al tira y afloja con un socio de Gobierno tan insensato.