La Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) ajustó ayer de forma significativa su política monetaria. El aumento continuado de la inflación, que en Estados Unidos es ya del 8,5%, no le ha dejado al banco central estadounidense otra opción que acelerar la retirada de estímulos que venía impulsando desde 2017.
La FED ha dado un nuevo paso en la ralentización de sus políticas expansivas. La decisión de subir los tipos de interés otros 50 puntos básicos, aunque prevista desde abril, es histórica y viene a confirmar que la inflación es ya un problema real, global y sostenido. Uno que el banco central estadounidense se toma muy en serio.
El Consejo de Gobierno de la Reserva Federal se reunió ayer para revertir los estímulos que decidió hace dos años, destinados a hacer frente a los efectos económicos de la pandemia de Covid-19. Las políticas expansivas pueden ser apropiadas para amortiguar las crisis económicas, pero tienen el efecto secundario de empujar al alza los precios.
Por eso conviene retirar los estímulos una vez que estos amenazan con generar un efecto opuesto al que pretendían. Durante la crisis financiera de 2007, la FED puso en marcha un programa de compra de deuda para incentivar el crecimiento económico. Pero cuando estos incentivos dejaron de ser necesarios, la autoridad bancaria estadounidense comenzó a aminorar el ritmo de compra de activos.
La Eurozona, al contrario de lo que hizo entonces, haría bien en tomar nota del último movimiento de la FED y no llegar tarde también a esta crisis. La demora en la toma de decisiones valientes que traigan de vuelta la normalización monetaria puede acabar amplificando el impacto de la crisis.
Inflación y recesión
La FED ha optado por seguir incrementando el precio del dinero tras la subida de 25 puntos básicos del pasado marzo. El objetivo es encarecer el endeudamiento hasta un nivel neutral en el que dejen de suministrarse estímulos. Un difícil equilibrio en el que ni se incentive ni se ralentice el crecimiento.
El presidente de la institución, Jerome Powell, ha venido preparando desde diciembre a los mercados para las sucesivas subidas de tipos para este año. Esta cautela al anunciar la aceleración del ajuste monetario tiene como objetivo tranquilizar a las bolsas. La progresividad en la retirada de los estímulos se explica, por su parte, por el riesgo de que una excesiva rapidez en dichos ajustes genere una recesión.
Ese parece ser el miedo de los Gobiernos europeos, que se oponen a que sus economías sufran una ralentización del crecimiento. Y por eso existe un interés político europeo en no acometer los ajustes necesarios.
Pero los dirigentes de la Eurozona deben tener en cuenta que las herramientas monetarias para topar la subida de los precios y para reajustar la oferta y la demanda pueden emplearse sin desencadenar necesariamente una recesión.
Con el ajuste disminuirá el ritmo de crecimiento de las economías europeas, sí. Pero más pernicioso será insistir en las políticas expansivas cuando la inflación en la Eurozona alcanza ya el 7,5%.
¿Y el BCE?
España es uno de los países europeos que está experimentando con más crudeza los efectos perturbadores del repunte de los precios. Y en Europa, como en Estados Unidos, los efectos inflacionarios conjuntos de la pandemia y de la crisis energética desatada por la guerra de Ucrania han traído de vuelta un fantasma que se creía cosa del pasado: el de la inflación elevada.
No es conveniente olvidar que el cometido principal de los bancos centrales es, precisamente, mantener a raya la inflación. Y que el mayor activo del Banco Central Europeo es su credibilidad. Que depende, a su vez, de su capacidad de tomar decisiones con independencia de los Gobiernos europeos.
Después de la iniciativa de la FED, el Banco Central Europeo (BCE) no puede postergar más la retirada de estímulos. Por eso ha sido tan bien recibido el anuncio del final del programa de emergencia contra la pandemia de Christine Lagarde y Luis de Guindos.
La presidenta y el vicepresidente del BCE han venido endureciendo paulatinamente en los últimos meses sus mensajes de alerta ante los riesgos de inflación. Y ya han puesto sobre aviso a los mercados acerca de sus planes para poner fin a las compras de bonos y aumentar los tipos de interés en julio.
El nuevo escenario inflacionista llama a reconducir, en beneficio de todos los ciudadanos europeos, las políticas de estímulos. Y eso con independencia de los intereses espurios de los gobernantes de cada país. Evitar una nueva crisis está en manos de las autoridades monetarias.