"El Partido del Pueblo" es algo más que un eslogan para un congreso. Es una refundación ideológica cuyo objetivo es arrinconar a Vox y la izquierda, fidelizar el voto prestado del cinturón rojo madrileño que en las elecciones del 4 de mayo de 2021 le dio una victoria aplastante a Isabel Díaz Ayuso, y patear ese "tablero inclinado" de la política española que le permite al PSOE ser absuelto de errores que serían fatales para el centroderecha.
"El Partido del Pueblo", que no por casualidad remite a las siglas del PP, supone una enmienda a la totalidad de ese viejo lugar común de la política que dice que los partidos de izquierdas son los de las clases populares y los de derechas, los de las elites empresariales y los sectores más conservadores de la población.
Lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso con su eslogan es resignificar el espacio en el que se mueven la izquierda y la derecha.
Como ha ocurrido en los Estados Unidos, donde el Partido Demócrata es identificado cada vez más como el partido de las elites mediáticas y culturales afines a las ideologías identitarias de la raza y el sexo, y el republicano como el de las clases populares castigadas por la globalización, Ayuso ha identificado al PP como el partido "verdaderamente" popular, y a las formaciones de izquierda como aquellas que defienden los intereses de las clases altas y dependientes de los Presupuestos Generales.
Arrinconar a Vox
El reposicionamiento del partido ejecutado por Ayuso tiene un segundo objetivo. Un Vox que en la duda entre trumpismo y lepenismo ha optado por el segundo para disputarle el voto de las clases populares a la izquierda. Algo de lo que es prueba la creación de Solidaridad, el sindicato obrero de los de Santiago Abascal.
Ayuso demostró en las elecciones del 4 de mayo que la fórmula para arrinconar a Vox en una esquina irrelevante del tablero político no tenía secretos para ella.
Pero el cálculo de la presidenta es obvio. ¿Para qué arrinconar a Vox si puede laminarlo cortando su principal vía de crecimiento, la de las clases populares decepcionadas por la obsesión de la izquierda con unas modas ideológicas (ecologismo, pacifismo, activismo trans y LGTBI) que han acabado convertidas en poco más que una señal de estatus para las capas más privilegiadas de la sociedad y desconectadas de la realidad del día a día?
Ayuso está en cierta manera siguiendo los pasos de Esperanza Aguirre, que durante la primera década de los 2000 reposicionó ideológicamente la comunidad madrileña y la convirtió en la región liberal española por excelencia. Tanto Ayuso como José Luis Martínez-Almeida son producto de ese reposicionamiento.
Hay alternativa
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha dado así el primer paso de calado hacia la conversión del PP en un partido auténticamente transversal y capaz de captar voto de punta a punta del espectro político.
España ha sido a lo largo de 40 años un país sociológicamente socialdemócrata y esa realidad no ha sido jamás disputada por el PP. Un PP que ha preferido acomodarse a ese prejuicio, incluso cuando ha gobernado con mayoría absoluta, convencido de que no existe alternativa viable a la hegemonía del PSOE más allá de la gestión puramente tecnocrática de la economía.
Con su patada al tablero político, Ayuso ha abierto una segunda vía en el PP muy diferente a la de un Alberto Núñez Feijóo cuya aspiración es más bien la de volver a los tiempos del bipartidismo, incluso en su relación con unos nacionalismos a los que todavía se cree capaces de volver al statu quo de la década de los 90.
Son dos vías radicalmente contradictorias. La de la vuelta a los tiempos previos a la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente-Rubicón de la política española, el que rompió (o "superó", según gustos) los acuerdos de la Transición, o la de la aceptación del cambio y la creación de un paradigma nuevo en el que la socialdemocracia no sea ya más la ideología por defecto del español medio.
Es decir, un paradigma en el que el PP sea una verdadera alternativa al PSOE. Y no sólo en el terreno económico, sino también en el sociológico.