La Iglesia está inmersa en el Sínodo 2021-2023, un proceso de reuniones eclesiales y asambleas episcopales en todo el mundo que determinará comunalmente algunas de las líneas maestras del futuro de los católicos.
El proceso sinodal, como gigantesco ejercicio colectivo de "escucha y discernimiento", permite a todos los fieles, tanto ordenados como laicos, participar aportando propuestas. Y, al abrirse al sentir mayoritario de la sociedad moderna, la Iglesia se ha encontrado con que algunas de las parroquias que participan en el Sínodo han hecho aportes sorprendentes.
Tal es el caso de la diócesis de Barcelona, como explica hoy EL ESPAÑOL. Los católicos barceloneses han planteado que el Vaticano se abra a la voluntariedad del celibato para el presbiteriado y a la ordenación de las mujeres.
El informe remitido por la Iglesia de Barcelona a la Conferencia Episcopal plantea una reforma insólita que aspira a adaptar los magisterios diaconales y presbiteriales al mundo de hoy. Porque, efectivamente, dar entrada a las mujeres y a los hombres casados en el sacerdocio sería una modernización que permitiría a la Iglesia avanzar hacia una mayor igualdad entre hombre y mujeres.
La Iglesia católica no puede ser la única organización en el mundo occidental en la que la mujer siga teniendo un papel subalterno, y en la que su voz esté subordinada a la del hombre. En un tiempo en que el catolicismo vive horas muy bajas de vocaciones y feligreses, el Gobierno vaticano no va a tener otra opción que adaptarse a los valores igualitarios y pluralistas del mundo contemporáneo.
Nuevo tiempo, nueva Iglesia
El papa Francisco se ha caracterizado por haberle imprimido a su pontificado una mayor sensibilidad hacia cuestiones sociales actuales a las que la Iglesia católica, tradicionalmente, había permanecido sorda. El proceso asambleario y de consultas que Francisco viene promoviendo bajo el Sínodo es un nueva muestra de este espíritu, más horizontal que jerárquico, de su programa al frente de la Iglesia.
Queda por ver si la atinada solicitud para el sacerdocio femenino y el celibato voluntario prospera, y la síntesis diocesana pasa a la siguiente fase del proceso. Ahora, la Conferencia Episcopal Española tendrá que elaborar su propia síntesis, y su presidente, el cardenal Juan José Omella, deberá decidir si incluye en el documento de propuestas que enviará a Roma la petición de la diócesis barcelonesa en pos de una Iglesia adaptada a los requerimientos morales de nuestro tiempo.
Harían bien los episcopados de todo el mundo, y la curia romana, en atender estas demandas de los fieles, que empiezan a ser un clamor entre las comunidades católicas de distintos países.
El cardenal Omella tiene una oportunidad de oro para demostrar que la Iglesia española está comprometida con el camino aperturista que ha venido impulsando el papa Francisco. Después de las ambiciosas reformas legales en el Vaticano y de la agilización de los procesos de investigación orientados a erradicar los casos de pederastia, el proceso sinodial ofrece otra posibilidad para construir una nueva Iglesia. Una más participativa que, al superar los vetos retrógrados del clericalismo, llegue también a ser más igualitaria.