El goteo incesante de nuevas revelaciones sobre el caso Negreira ya hace insostenible la versión con la que el Barça pretende armar su defensa.
Aunque la Fiscalía ha reconocido que "no se ha podido conocer el motivo" de los pagos que el FC Barcelona realizó a José María Enríquez Negreira entre 2001 y 2017, los indicios para fundar sus sospechas de que el Barça pagó al ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) a cambio de "favores arbitrales", que aporta en el sumario al que ha accedido EL ESPAÑOL, son abrumadores.
Este periódico publica hoy que a Negreira se le reconoció la incapacidad en 1995, y la incapacidad absoluta por demencia en 2004. Es decir, que de los veinticinco años que ejerció como número vicepresidente de los colegiados, al menos catorce de ellos lo hizo cobrando una pensión de más de 1.200 euros mensuales por una condición que va asociada a la indisposición permanente para trabajar.
¿Cómo se justifica que alguien que cobraba una pensión por alzhéimer desempeñase durante tanto tiempo un cargo y unas responsabilidades como las de Negreira, a la vez que se embolsaba más de siete millones de euros del Barça?
Teniendo también en cuenta los apuros económicos del excolegiado en la actualidad, y habiendo quedado acreditadas las constantes retiradas de efectivo que efectuaba, es innegable que ha llevado una vida de lujos y dispendio a costa del fútbol.
Negreira, fiel reflejo de la tradición picaresca de nuestra literatura, ya puede reclamar su inclusión en el panteón de los granujas españoles más ilustres como Luis Roldán o Luis Bárcenas. Porque todo hace sospechar que el ex número dos de los árbitros, ostentando un cargo en teoría representativo, convirtió el deporte profesional en un lucrativo negocio particular.
EL ESPAÑOL ha venido detallando en las últimas semanas algunas de las pruebas recogidas en el sumario del caso que apuntan directamente a un caso de fraude deportivo y corrupción arbitral cuya dimensión no deja de crecer.
La Policía Nacional ha puesto en duda la versión del Barça. Y su inverosímil argumentación de que los abonos a Negreira se hacían para "asegurarse que no se tomaban decisiones en contra del club y que todo fuera neutral".
Los investigadores, al contrario, sostienen que Negreira y su hijo Javier Enríquez Romero avisaban con antelación al Barcelona de quiénes iban a ser sus árbitros en determinados partidos. Y demuestran que el Barça le pidió al ex número dos del CTA que hiciera un "seguimiento de decisiones arbitrales" que afectaban al Real Madrid.
Una colaboración también refrendada por el propio Enríquez Romero, que reconoció en su declaración ante la Agencia Tributaria que reportaba directamente a Albert Soler, entonces director de deportes del Barça, sobre las decisiones arbitrales en los encuentros del equipo azulgrana. El hijo de Negreira analizaba semanalmente a los colegiados asignados para pitar al equipo catalán. Y llegó a escribirle a Soler que todos los errores arbitrales de uno de los partidos "fueron a favor del FC Barcelona".
Y por si todos estos "indicios racionales y relevantes de criminalidad", según la Policía Judicial, no fueran suficientes, hay que sumarle el sospechoso papel del expresidente del club Joan Gaspart, como nexo entre el Barça y Negreira. Con él se iniciaron los pagos y con su salida se interrumpieron, siendo reanudados por Joan Laporta cuando Gaspart llegó a la Federación en 2005.
En definitiva, las numerosas evidencias aportadas por las pesquisas de la Fiscalía Anticorrupción avalan la tesis de una manipulación de las designaciones arbitrales durante años en favor del FC Barcelona.
Cada vez parece más claro que se adulteró la competición para beneficiar al Barça. Pero, además, las investigaciones del caso Negreira revelan una podredumbre que no se circunscribe a un sólo directivo azulgrana, ni tampoco a parte del estamento arbitral.
Ante un escándalo que ha salpicado, de un modo u otro, al Barcelona, a los colegiados, a La Liga y a la Federación en tiempos de Villar, sólo queda concluir que la corrupción ha afectado al conjunto del sistema. La competición ha quedado severamente manchada y la honorabilidad del futbol español, en entredicho.