Cuando aún no se había recuperado del descrédito ocasionado por el caso Negreira, el fútbol español vuelve a estar sometido al escrutinio mundial.
La repercusión global del acoso racista que viene sufriendo repetidamente Vinicius en distintos campos españoles amenaza con hundir aún más la credibilidad de la competición española, que ya atravesaba una crisis por fenómenos como la creciente animadversión hacia los árbitros. O por el clima de creciente crispación en los estadios, saldado a veces con lanzamiento de objetos o invasiones de campo.
Pero, sin duda, lo que más ha contribuido a internacionalizar el caso Vinicius ha sido la deplorable actitud de Javier Tebas. Porque, lejos de haberse apresurado a arropar a la víctima de un acoso xenófobo y de ofrecer soluciones para sus denuncias, el presidente de LaLiga ha reprendido públicamente al jugador del Real Madrid en sus redes sociales.
Políticos españoles, la prensa extranjera, futbolistas de múltiples equipos y hasta líderes internacionales como el presidente de Brasil se han solidarizado con el jugador. Y han cargado contra la insensible revictimización a la que Tebas ha sometido a Vinicius. El alcalde de Río de Janeiro, inclusó, insultó directamente al presidente de LaLiga.
Y es que el dirigente de la patronal parece más preocupado por que la imagen de la competición no quede manchada que por proteger a una víctima de ataques racistas. De hecho, tal y como publica hoy EL ESPAÑOL, LaLiga reconoce en correos internos el daño reputacional que este nuevo episodio de odio está infligiendo al fútbol español. Pero no se aviene a tomar medidas más contundentes que erradiquen un problema que también ha afectado a otros jugadores de raza negra.
La imagen de LaLiga queda manchada, precisamente, por la permisibilidad hacia estas conductas en nuestros estadios. Prácticamente, Tebas ha querido mostrarse como la auténtica víctima del incidente.
Pero la gravedad de las conductas xenófobas no se puede intentar rebajar con matizaciones o adversativas, que sólo sirven para culpabilizar a quien las sufre. Y menos calificando a Vinicius, como algunos han hecho, de "provocador", cuando lo máximo que podría afeársele al madridista es reaccionar con desplantes a las provocaciones que le dirigen. Frente a las agresiones xenófobas, sobran todas las reacciones que no sean la más tajante expresión de repulsa y condena.
Además, no se entiende la incongruente postura del presidente de LaLiga. Por un lado, arremete contra Vinicius por denunciar la tolerancia del fútbol español hacia los episodios racistas. Por otro, la organización que dirige es parte integrante de la Comisión Antiviolencia que debe tratar el caso. Tebas, en definitiva, ya no podrá esgrimir el pretexto de que no tiene capacidad para sancionar incidentes como los del domingo pasado en Mestalla.
Tebas debería tomar nota de pronunciamientos como los de Gianni Infantino, que ha instado a que se aplique con firmeza "en todos los países y en todas las ligas" el protocolo anti-racista de la FIFA.
Cabe celebrar, por otro lado, que la Policía Nacional haya detenido este martes en Madrid a cuatro jóvenes ultras que colgaron de un puente un muñeco con la camiseta de Vinicius. Y, en Valencia, a las tres personas acusadas de ser responsables de los cánticos denigrantes contra el brasileño en el partido entre el Valencia CF y el Real Madrid.
Mientras la investigación de posibles delitos de odio sigue su curso, urge una respuesta firme del Consejo Superior de Deportes y una rectificación de la política de LaLiga. La escalada de la violencia verbal contra Vinicius representa un punto de inflexión que obliga a un cambio cambio estructural en la competición española, incluyendo el arbitraje.
No se trata de convertir la polémica en un debate estéril sobre si España en su conjunto es racista. Pero será inevitable que esta sea la percepción de nuestro país en muchos lugares si no se persigue el clima de odio instalado en LaLiga. La negligencia de Tebas no sólo daña la imagen del fútbol español, sino la de España en su conjunto.