Después de haberse enrocado en Valencia, Extremadura y Aragón, planteando como requisito innegociable la entrada en los ejecutivos autonómicos para apoyar las investiduras de los candidatos del PP, Vox parece haber recapacitado. Su decisión de renunciar a un gobierno de coalición con Alberto Núñez Feijóo, anunciada este domingo en un comunicado, es su primer gesto de sensatez en la política española.
La ultraderecha justifica su cambio de postura en el "peligro" que supondría que "Pedro Sánchez sea investido presidente de la mano de todos los enemigos de España". Y se remite a las palabras de Santiago Abascal, quien aseguró que "no serán un obstáculo para evitar un Gobierno de destrucción nacional".
Pero esto es tanto como reconocer que hasta hoy había obstaculizado el alumbramiento de esa "mayoría constitucional" que ahora se ofrece a "apoyar". Porque esta "prudencia" y "sensatez" de la quiere ahora hacer gala Vox llega muy tarde.
Si desde el principio los de Abascal hubieran establecido que lo importante no era tener representación en el Gobierno, sino favorecer uno que no se apoyase en "el prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, Bildu, PNV y ERC", ahora Feijóo tendría unos cuantos escaños más.
El resultado endiablado que ahora les fuerza a rectificar habría sido otro si no hubieran estado empeñados en firmar pactos de coalición con el PP, que dieron munición a Sánchez para sostener su relato de un "túnel del tiempo tenebroso", y que a su vez sirvió para blanquear a sus no menos indeseables socios.
Con su comunicado de este domingo, Vox viene a reconocer implícitamente que sus invectivas y sus exabruptos retrógrados durante la campaña han sido una rémora, y que su maximalismo inflexible durante las negociaciones postelectorales contribuyó a una situación que dio más posibilidades a la izquierda.
En cualquier caso, este giro responsable de Vox cambia el tablero en el que se estaba disputando la conformación de las mayorías tras el 23-J. Porque, al lograr que la ultraderecha haya aceptado apoyarle sin contrapartidas, Feijóo abre una estrecha vía para su investidura.
No en vano, el líder del PP ha agradecido este domingo el gesto de Vox, considerándolo "un avance". Con 171 síes incondicionados ya garantizados, la aspiración de Feijóo de formar un gobierno en solitario se antoja menos quimérica. Y supone un aliento (después del optimismo que insufló el escaño 137 tras el voto CERA) para "seguir trabajando las próximas semanas" en un "acuerdo amplio, constitucional".
Pero la dimensión más determinante del ofrecimiento de Vox es su capacidad para desbloquear otros apoyos a la investidura de Feijóo.
En primer lugar, el escaño de Coalición Canaria, que se negó a votar a favor de ningún gobierno que incluyera a Vox o a Sumar.
En segundo lugar, y más importante, los cinco diputados del PNV. Los nacionalistas habían justificado su rechazo a dar sus votos a Feijóo en la imposibilidad de coincidir con Vox. Pero si ahora queda fuera de la ecuación de investidura, esta postura podría revisarse.
En definitiva, el movimiento de Vox podría hacer que el PNV adquiriese ahora la condición de actor decisivo frente a Junts. Si los vascos votan sí, Feijóo sería presidente. Y se llegaría al mismo resultado si Puigdemont se abstuviese, toda vez que Vox se ha quitado de en medio, aunque está vía es más improbable.
Si Feijóo lograse ser investido, el suyo sería un mandato con poco fruto legislativo, pues pasaría a necesitar el apoyo de Vox también para la legislatura (en el caso de que el PSOE siguiera negándose a alcanzar pactos de Estado). Y con todo, tendría más fácil la gobernabilidad que la precaria mayoría fragmentaria de Sánchez.
Curiosamente, la apertura de Vox a facilitar el Gobierno de Feijóo es análoga, solo que a la inversa, al apoyo de Bildu a María Chivite en Navarra para evitar que la derecha llegue al poder. Un préstamo sin intereses de un extremo a uno de los partidos grandes para excluir al otro extremo.
Puede que la cesión de Jorge Azcón de dos consejerías estuviera condicionada al apoyo gratis de Abascal a Feijóo. Pero de momento, ni el acuerdo en Aragón ni la oferta nacional han servido para desbloquear la situación en Murcia, donde la ultraderecha no da su brazo a torcer en su exigencia de una vicepresidencia y dos consejerías.
Que Vox sea consecuente con su disposición a permitir gobernar al ganador de las elecciones generales, y que facilite también sin demandas de representación institucional la investidura de Fernando López Miras.