Cuando se esperaba un cambio radical de gobierno en busca de un Consejo de Ministros con un perfil más político, los españoles se han topado con una remodelación continuista, por no decir conservadora, con pocas sorpresas y nombres menos radicales en el Consejo de Ministros. Sobre todo a la vista de la salida de perfiles tan desestabilizadores como Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón.
El presidente ha apostado por la ampliación de las vicepresidencias con el ascenso de María Jesús Montero (Hacienda), que ya era número dos del PSOE, la ratificación de Yolanda Díaz (Trabajo) y Teresa Ribera (Transición Ecológica), y la prolongación de la estadía de Nadia Calviño (Economía), a la que se espera más pronto que tarde en la dirección del Banco Europeo de Inversiones.
A este respecto, es significativo que se haya nombrado a José Luis Escrivá ministro de Transición Digital, materia que se ha desgajado de las competencias del Ministerio de Economía. Un gesto que augura la reunificación de Transición Digital y Economía, bajo el mando de Escrivá, cuando el nombramiento de Calviño se confirme. Y es que la separación de Transición Digital y Economía no tiene sentido a medio y largo plazo.
El verdadero vicepresidente
El verdadero vicepresidente del Gobierno será Félix Bolaños. Su figura sale reforzada tras su nombramiento como ministro de Justicia, Relaciones con las Cortes y Presidencia. Cabe prestar mucha atención a esta apuesta, pues Bolaños acumulará las relaciones con el presidente, con las Cortes y con la Justicia. Bolaños será por tanto la mano de Sánchez sobre los tres poderes del Estado.
No hay novedades en el resto de ministerios de Estado. José Manuel Albares seguirá en Asuntos Exteriores, igual que Margarita Robles en Defensa y Fernando Grande-Marlaska en Interior. Los dos primeros ofrecen garantías y cordura en un escenario geopolítico inquietante.
La continuidad del tercero es incomprensible, a la luz de su historial. O Sánchez no ha encontrado una alternativa mejor o avala, por una razón u otra, las calamidades cometidas. Entre ellas, el cese ilegal del coronel Diego Pérez de los Cobos, señalado por los independentistas, la ocultación de lo ocurrido durante el asalto a la valla de Melilla, o su actuación tras los ataques a Ciudadanos del Orgullo de julio de 2019.
Pilar Alegría asumirá más responsabilidad al incorporar la portavocía del Gobierno a la del PSOE y al hacerse con la cartera de Educación. Sánchez también conserva perfiles solventes como Luis Planas, ministro de Agricultura, y de confianza, como Isabel Rodríguez, al frente de Vivienda.
La otra mitad del antiguo Ministerio de Fomento es Transportes y pasa de Raquel Sánchez, dañada por la polémica del ancho de los trenes, a Óscar Puente.
Menos PSC del previsto
Podría parecer que la designación del exalcalde de Valladolid premia su agresiva aportación al debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo. Pero esta sería una lectura miope de la fotografía. Puente cuenta con una experiencia acreditada en movilidad y urbanismo en Valladolid y es uno de los mejores conocedores de esa agenda dentro del PSOE. Criticar preventivamente su nombramiento en función de su papel como portavoz del partido no tiene demasiado sentido.
Es cierto que el PSC pierde representación con las salidas de Miquel Iceta y Raquel Sánchez, pero a cambio gana en responsabilidad con la elección de Jordi Hereu, exalcalde de Barcelona, como ministro de Industria. El mensaje es fácil de interpretar en una región económicamente debilitada por la locura del procés.
Muchas quinielas apuntaban a un perfil cercano al catalanismo para dirigir el Ministerio de Política Territorial. Pero finalmente el puesto será para el expresidente canario Ángel Víctor Torres, en una maniobra más diseñada para tender puentes con los presidentes regionales del PP que para saciar a los nacionalistas.
Políticas que no acompañan
El Gobierno, en resumen, es continuista. Pero ofrece motivos para el alivio. España sale ganando con las salidas de las ministras de Unidas Podemos.
Quedan por resolver dos incógnitas. La primera, la de Mónica García en el Ministerio de Sanidad. El tiempo determinará si García, con un perfil activista, se decanta por una inteligente apuesta por la moderación y la colaboración con la industria farmacéutica y las administraciones populares, según el camino marcado en su día por Salvador Illa, o si emprende el camino de la confrontación.
Además de Mónica García, también Sira Rego da motivos para la prevención. Apenas unos minutos ha tardado la prensa israelí tras el anuncio de su nombramiento en recordar que la nueva ministra de Infancia y Juventud jaleó los ataques terroristas del 7 de octubre. Otros han recordado su defensa en televisión de la figura de Lenin y otras declaraciones impropias de alguien que ocupa un Ministerio en un país democrático.
Pero un análisis rápido de la remodelación deja una imagen clara. Sumar cambia al 80% de sus ministros, pero Sánchez conserva su núcleo duro. Toda una declaración de intenciones. Cabe derramar una lágrima por dos buenos ministros, como José Miñones y Héctor Gómez, que se han revelado como interinos con las horas contadas.
Cabe detenerse también, al fin, en una paradoja. La mayoría de los ministros del PSOE son solventes. Incluso razonables. El problema es que sus políticas no acompañan. En todo caso, "razonable" rima con "vulnerable". Y a las evidentes vulnerabilidades de este Gobierno cabe sumar hoy una más: el enfado de Podemos.