"Europa no vive tiempos de paz" dijo este lunes el canciller alemán, Olaf Scholz, durante su visita a una fábrica de munición del norte de Alemania.
Scholz, acompañado de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, pidió también pasar a una fase de producción "masiva" de armamento. "Necesitamos reforzar nuestra industria de defensa para poder seguir apoyando a Ucrania y reforzar la disuasión y la defensa europea contra la amenaza por parte de Rusia".
La noticia coincidió ayer martes en las portadas de los principales medios internacionales con la advertencia por parte de la Inteligencia estonia de los preparativos rusos para un posible futuro ataque contra Europa durante la próxima década y con la de que la justicia rusa ha declarado en busca y captura a Kaja Kallas, primera ministra estonia, por cargos no especificados, pero que podrían tener relación con el derribo de estatuas de la era soviética.
Kallas ha sido durante estos últimos dos años una de las voces más contundentes en el seno de la Unión Europea y de la OTAN en defensa del suministro de armamento a Ucrania y del endurecimiento de las sanciones contra Rusia.
La UE no debería tomarse a beneficio de inventario las advertencias de la Inteligencia estonia respecto a los preparativos rusos para una guerra a gran escala, ni las amenazas del Kremlin contra la primera ministra de un país de la UE y miembro de la OTAN.
La posibilidad de que Donald Trump sea el ganador de las futuras elecciones presidenciales estadounidenses añade un elemento de inquietud adicional. Este sábado, el previsible futuro candidato republicano a la presidencia afirmó durante un acto electoral que animará a Putin a hacer "lo que le dé la gana" con los miembros de la OTAN que no paguen su contribución a la Alianza.
Conviene no tomarse tampoco a broma la frivolidad con la que Trump ridiculiza sus compromisos con la OTAN, porque es indicativa de una actitud de desprecio hacia los socios europeos (contra ellos van dirigidas las amenazas del empresario) y, sobre todo, indicativa de que su futura presidencia, si es que acaba llegando a la Casa Blanca, será abiertamente aislacionista.
No son pocas las voces, y entre ellas la de Josep Borrell, que han clamado durante los dos últimos años por la creación de un ejército europeo capaz de defender Europa de Rusia sin la ayuda de los Estados Unidos. También por un incremento de los presupuestos de Defensa y de una intensificación en la producción de armamento, como pedía este lunes Olaf Scholz en Alemania.
Joe Biden pronunció ayer uno de los discursos más duros de su carrera política contra Donald Trump, al que llamó "estúpido, ridículo, peligroso y antiamericano" por sus palabras, como mínimo ambiguas, sobre Putin. "Trump no entiende que la OTAN se ha construido sobre los principios de libertad, seguridad y soberanía nacional. Porque para Trump, los principios no importan" dijo Biden.
El presidente americano tiene, por supuesto, razón. Pero haría bien la UE en prepararse para el peor de los escenarios posibles. Es decir, el de una victoria electoral de Trump, un abandono al menos parcial de los compromisos de defensa por parte de los Estados Unidos, y un incremento de la beligerancia rusa que la pueda llevar más allá de Ucrania, hasta Polonia, los países bálticos y Finlandia.
Porque quizá no estemos todavía en tiempo de guerra, pero desde luego tampoco estamos, como dice Scholz, en tiempos de paz.