Más de medio siglo después, el Partido Demócrata vuelve a celebrar su Convención Nacional en Chicago. Este lunes, el cónclave servirá para designar a Kamala Harris como candidata a la presidencia de EEUU en las elecciones de noviembre.

Las resonancias entre la Convención de hoy y la de 1968 son múltiples y palmarias. Entonces, un presidente demócrata, Lyndon B. Johnson, renunció a intentar la reelección, tras haber visto su popularidad hundida con motivo del fracaso del ejército estadounidense en Vietnam.

Aunque por motivos muy distintos, en 2024 otro presidente demócrata crepuscular, Joe Biden, se ha retirado también de la carrera presidencial. Los demócratas van a nominar a la vicepresidenta de Biden, al igual que en 1968 eligieron al vicepresidente de Johnson, Hubert Humphrey, como sucesor.

Y hay otra similitud sorprendente. El postulante demócrata que estaba siendo impulsado por una inercia al alza hacia la nominación, Robert Kennedy, fue asesinado antes de la Convención. Este año, el contendiente a la carrera presidencial más popular, Donald Trump, también sufrió un atentado un mes antes del congreso demócrata, si bien sobrevivió milagrosamente.

Además, las dos convenciones se habrán celebrado con manifestaciones en el exterior del recinto contra sendas guerras impopulares que han contado con la implicación de EEUU.

En 1968, tuvieron lugar multitudinarias protestas contra la guerra de Vietnam cuyo embrión fue el asalto de los jóvenes al rectorado de la Universidad de Columbia. Este lunes se espera que miles de manifestantes se agolpen en las inmediaciones del United Center de Chicago para exigir el fin del apoyo del gobierno estadounidense a Israel, siguiendo la estela de unas revueltas estudiantiles gestadas también en los campus.

Aquí acaban las semejanzas. Porque entonces estallaron violentos disturbios que fueron reprimidos por la policía con una fiereza que resulta inverosímil esperar contra los manifestantes de hoy. Tampoco las tensiones sociales auspiciadas por el clima sesentayochista, con la pujanza del movimiento por los derechos civiles, son comparables a las que fracturan EEUU en nuestros días.

Y, sobre todo, no parece que la cuestión de Gaza vaya a tener un impacto ni remotamente parecido en la política estadounidense al que tuvo la oposición a la guerra de Vietnam. Si bien es cierto que Harris ya ha sido interrumpida durante sus mítines dos veces en la última semana por manifestantes propalestinos.

Acaso la mayor diferencia entre el 68 y la del 24 sea el estado en el que llega a la Convención el Partido Demócrata. Aunque Trump está tratando de sembrar la división al enfrentar a Biden con su vicepresidenta (a quien asegura que aquel "odia"), lo cierto es que desde la retirada de Biden los demócratas han cerrado filas con la candidata designada oficiosamente por el presidente saliente.

Si el Partido Demócrata llega muy unido a su Convención de hoy, ocurrió todo lo contrario en 1968. Las tensiones de la calle se trasladaron al interior del auditorio y se vivieron agrios enfrentamientos entre Hubert Humphrey y los otros dos candidatos que aspiraban a suceder a Johnson.

Si entonces puede decirse que los demócratas perdieron las elecciones presidenciales en su Convención, la aclamación casi unánime de Kamala Harris permite descartar cualquier conato de inestabilidad que vaya a pasarles factura en las urnas de noviembre.

Entonces los demócratas no sabían hasta donde podía llegar su rival, mientras que hoy se han unido frente a un enemigo cuya envergadura conocen bien.

Además, la sucesión en Kamala ha actuado como revulsivo. Y su candidatura ha remontado en las encuestas, hasta aventajar a Trump en tres estados en disputa (Wisconsin, Pensilvania y Michigan) por cuatro puntos, según los sondeos del New York Times y Siena College. Una victoria de la candidata demócrata sobre el republicano podría ser, al fin y al cabo, la diferencia determinante con 1968, cuando Humphrey perdió frente al precedente remoto del populismo de Trump.