Pedro Sánchez tenía este sábado un reto. Explicarles a los españoles, pero sobre todo a los militantes socialistas, por qué la desigualdad es buena para ellos.

Que el presidente no haya hecho ninguna mención explícita al concierto catalán durante su discurso es la prueba más evidente posible de que el asunto tiene potencial suficiente para, como mínimo, desestabilizar al PSOE.

Pero, sobre todo, para hacer temblar la coalición de Gobierno, hoy más frágil que nunca. 

Sánchez sólo ha aludido al pacto con ERC con algunas referencias tangenciales. Ha mencionado, por ejemplo, las "singularidades" de algunas comunidades y ha prometido que todas las autonomías que quieran tendrán "una financiación singular". De ello se deduce que la salida del régimen común será voluntaria para quien lo desee.

También ha recordado que su Gobierno ha transferido más fondos a las autonomías que Mariano Rajoy. Una media verdad que olvida, entre otros elementos, la inflación de los últimos años.

Luego, Sánchez ha atacado a las comunidades del PP, pero sobre todo a la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana, por repartir "entre los ricos" el dinero que el Gobierno les transfiere. Una falsedad de grano grueso que olvida, por ejemplo, que Madrid aporta más del 70% del Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales o que la Comunidad Valenciana es una de las peor financiadas de España. 

Pero, sobre todo, ha defendido un modelo federal que, como decía Francina Armengol, aspira a superar "la España autonómica". Es decir, la constitucional. "El verdadero debate no es entre territorios, sino entre modelos" ha dicho Sánchez. 

El secretario general del PSOE ha jugado así con las palabras para obviar las evidencias. Como la de que el concierto catalán no es "un modelo" aplicable de forma general, sino un privilegio particular que contradice la esencia de los modelos federales, basados en la división de la soberanía nacional, pero también en la igualdad.

También ha obviado que su modelo no es tal, sino una multiplicidad de negociaciones bilaterales que niegan la unidad esencial de la Hacienda Pública y convierten en papel mojado el régimen común, dinamitando la redistribución de recursos. 

Sánchez ni siquiera ha justificado el concierto catalán con algún argumento similar al que utilizó en su momento para defender la amnistía de los líderes del procés, el de "hacer de la necesidad, virtud".

El presidente del Gobierno, incluso, ha presumido de voluntad resistencialista cuando ha insinuado que la legislatura se agotará "con o sin el concurso del Poder Legislativo", dando por garantizada la pérdida de apoyos de sus socios parlamentarios para la aprobación de proyectos clave en áreas del Estado del bienestar y política internacional. Pero, ¿cómo pretende Sánchez ejecutar ese programa sin el apoyo del Parlamento, una de cuyas funciones es, precisamente, controlar la acción del Ejecutivo? 

Las únicas réplicas al discurso tan triunfalista como narcótico de Sánchez han sido las de los barones que con anterioridad ya habían expresado públicamente sus discrepancias. Y la cabeza de ellos, Emiliano García-Page y Javier Lambán.

Page ha afirmado a la entrada del comité federal que llegaba a él "con una enorme preocupación por el país y por los valores fundacionales de la izquierda y la socialdemocracia". "Ese documento que expone ERC es mucho más egoísta que socialista", ha dicho Page. "El PSOE se fundó para evitar los privilegios. Aquí todos sabemos de qué va la vaina. No creo que haya muchos tontos que se traguen esto. Es un documento grave desde la perspectiva constitucional y desde los valores socialistas".

Pero el más duro ha sido en esta ocasión Javier Lambán. 

"El pacto con ERC está en las antípodas de lo que siempre hemos defendido" ha dicho Lambán. "Concede plena soberanía fiscal y bilateralidad con el Estado. Es inconstitucional. Ojalá no se sustancie, porque la parte del león se la quedaría Cataluña. O bien recortamos en servicios o subimos los impuestos al resto de los ciudadanos". 

Lambán ha recordado que con el concierto fiscal catalán el Estado perderá el 19% del PIB y que una modificación unilateral de las bases de la Hacienda Pública no puede aprobarse sin el 'sí' del PP. "Va contra la federalización, es una confederalización. Sin pactar con el PP no se pueden abordar reformas de calado. Eso lo propuso Rubalcaba para reformar la Constitución de la mano del PP. Pero la ordinalidad ahí reflejada era distinta. Pedía que Cataluña no perdiera en renta per cápita, no por ingresos y gastos".

EL ESPAÑOL coincide con Lambán en lo esencial. El concierto fiscal catalán supone una modificación unilateral del concepto mismo de lo que es España y deroga por la vía de los hechos la Constitución del 78. "Si Madrid pide lo mismo que Cataluña, los españoles tenemos que emigrar a Mauritania" ha dicho Lambán. 

Sánchez llegó y vio, pero no venció. La renovación de los liderazgos territoriales, locales y autonómicos posterior al Congreso Federal de finales de noviembre le servirá al presidente para arrinconar a los críticos y rodearse de convencidos. Pero esconder el concierto no le servirá para huir de sus consecuencias. Ni a él, ni al PSOE.