En el Congreso Federal de Sevilla, Pedro Sánchez espoleó a la militancia fijando como "principal prioridad" recuperar poder territorial en las elecciones de 2027.

La meta se antoja cabal si se tiene en cuenta, como se ha hecho patente en la Conferencia de Presidentes del viernes, que el Partido Popular gobierna en once de las diecisiete Comunidades Autónomas. Tras el descalabro del 28-M, el PSOE sólo logró retener Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra, aunque recuperó después Cataluña.

El problema es que Ferraz parece haber activado ya la operación para vencer en los próximos comicios autonómicos.

Diana Morant está explotando la crisis reputacional de Carlos Mazón a causa de la DANA para empezar a ganar protagonismo en la política valenciana.

Francina Armengol ha aprovechado la ruptura entre PP y Vox en Baleares para execrar la "incompetencia" del Ejecutivo popular y profetizar que los socialistas "van a gobernar" las islas en 2027.

Y el tercero en haber inaugurado la campaña electoral oficiosa ha sido Óscar López, en su puesta de largo este domingo como nuevo secretario general del PSOE de Madrid.

En los dos primeros casos, se le puede encontrar sentido a la estrategia en virtud de la actual coyuntura política en esas regiones.

Mazón se comprometió a dimitir en caso de no cumplir con las expectativas depositadas en la reconstrucción de Valencia, por lo que el PSOE podría tener una oportunidad a medio plazo. Y en Baleares, si Marga Prohens no logra aprobar los Presupuestos, se antoja probable un adelanto electoral.

Pero en el caso de la Comunidad de Madrid, con una sólida mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso y faltando tres años para las próximas elecciones autonómicas, a Óscar López se le puede hacer muy larga la campaña electoral.

La retórica hostil del acto de Alcorcón de este domingo, preludio de una guerra sucia en la que el PSOE va a instrumentalizar los fallecidos en las residencias durante la pandemia, sólo se explica desde la fijación que el Gobierno de Pedro Sánchez ha desarrollado con Ayuso.

El propio presidente ha dado muestras en reiteradas ocasiones de este empecinamiento por hacer de oposición al Ejecutivo de la presidenta madrileña. Y la elección discrecional de uno de sus escuderos más íntimos como candidato del PSOE en Madrid demuestra que, antes que acabar con la hegemonía del PP en la Comunidad, en el ánimo de Sánchez está polemizar frontalmente con Ayuso.

María Jesús Montero ha sido la encargada de endurecer el discurso en el acto de Alcorcón, anunciando una ofensiva contra "los poderes políticos, económicos y mediáticos que están detrás de la señora Ayuso".

Y es que, según dijera Óscar López hace unos meses, "Madrid es el epicentro de la corrupción". Una narrativa ya esbozada por Sánchez cuando, en su entrevista tras la pamema de sus cinco días de reflexión, lamentó que la Comunidad de Madrid es la "sede social" de la "máquina del fango".

Al residenciar en Madrid el foco del "acoso" y los "bulos" de la "ultraderecha", el Gobierno hibrida sus jeremiadas por la presunta persecución judicial que sufre Sánchez y su familia con la cruzada contra el trumpismo hispano que representaría Ayuso.

El designio de Sánchez es retratar al PP madrileño como el paladín del desmantelamiento del Estado de bienestar, y a Madrid como un "infierno" (Highway to hell ha sido la banda sonora escogida en los dos actos de presentación de López) para los desfavorecidos y un paraíso fiscal para los privilegiados. Y presentarlo como el modelo antitético al que encarna el PSOE.

La fórmula no cogerá a nadie por sorpresa: Sánchez no deja de acreditar que sólo sabe hacer política excitando el antagonismo.