La dictadura que la gélida economía impone sobre la sociedad del siglo XXI, en la que las ideologías políticas y las religiones han sucumbido bajo las directrices de eso que algunos llaman “los mercados”, ha ido prostituyendo nuestro sistema educativo hacia un utilitarismo absurdo que lo aleja de su finalidad primigenia.
Durante toda nuestra joven democracia, torpemente y sin resultados aparentes, se ha pretendido adaptar nuestra Educación, en sus diferentes etapas, a la realidad socioeconómica, con el fin luchar contra la mayor lacra de nuestra nación: el paro finisecular que lastra el progreso y el bienestar de España, confundiendo con este noble propósito la verdadera misión del Bachillerato y la Universidad.
La Educación Obligatoria, que debería proporcionar a todos los alumnos unos rudimentos culturales básicos para afrontar en un futuro el ejercicio de una profesión, o para alcanzar los estudios universitarios, y, lo que es más importante, para ejercer una ciudadanía responsable, se ha desvirtuado para igualar a los alumnos desde abajo, con una errónea concepción democrática de la enseñanza.
Durante toda nuestra joven democracia se ha pretendido adaptar nuestra Educación a la realidad socioeconómica
Este hecho ha conllevado la degradación de todo el sistema educativo, pues el Bachillerato, cuya misión es dar una madurez intelectual a los estudiantes para que puedan afrontar los estudios superiores, se ha convertido en una nueva Secundaria, con un nivel inferior cada año y donde conviven, además, ante la ausencia de una Formación Profesional adecuada, alumnos que, por preferencias o aptitudes, deberían estar formándose en el ejercicio práctico de una profesión.
Es aquí donde la legislación española, con la espada de Damocles del desempleo y la crisis, quiere corregir la situación sobrevalorando estudios prácticos en Secundaria y Bachillerato, como la Economía, en detrimento de otros “inútiles” para los mercados, como la Filosofía. Con ello, lejos de lo pretendido, sólo se consigue desvirtuar la auténtica función de la Educación.
Tras esa Educación Obligatoria, global, el Bachillerato debería formar para la Universidad pero, ¿qué finalidad verdadera tiene ésta?, pues si la LOMCE castiga a la Filosofía, y a las Humanidades en general, vemos como en muchos campus universitarios se cierran titulaciones de letras en beneficio de multitud de grados, y dobles grados, centrados en estudios de índole “productiva”.
La legislación española quiere corregir la situación sobrevalorando estudios prácticos, lo que desvirtúa la Educación
La razón de ser de la Universidad como institución puede resumirse en tres fundamentos básicos: primero, el más obvio, la enseñanza de profesiones universitarias, sobre la que no cabe ninguna duda, ligada ésta al segundo, el progreso técnico de nuestra sociedad, algo que nos resulta irrefutable a pesar del abandono a la que la I+D ha sido sometida por todos nuestros gobiernos.
¿Cuál es la tercera misión de la Universidad? La olvidada por nuestros políticos, aun siendo imprescindible en una democracia. La Real Academia Española define cultura como “el conjunto de conocimientos que permiten a alguien desarrollar su juicio crítico”. Esta es la principal misión de la Universidad, y de todo el sistema educativo en sus respectivos niveles: generar y transmitir cultura a través de la educación y la investigación con el fin de conformar una sociedad más culta, una sociedad capacitada para tener un pensamiento propio, crítico y libre, procurando de esta manera la libertad de los ciudadanos.
Por el contrario, el sistema educativo no para, y en estos momentos de forma más acuciada, de distanciarse de esa misión principal, penalizando aquellos estudios que, en apariencia, no tienen una aplicación práctica y son incapaces de producir unos resultados económicos tangibles a corto plazo.
Ante la aparente inutilidad de las filologías, la Historia, la Filosofía o las enseñanzas artísticas, el sistema educativo se centra en formar técnicos cualificados que tienen como única meta la de ejercer una función específica en un sistema económico deshumanizado y sin alma, en el que sólo priman las cifras, por encima de la moral o la ética. Todo se supedita a la economía, que acaba por configurar un tipo de sociedad, cuando el proceso debiera ser el inverso.
Esta es la principal misión de la Universidad: generar y transmitir cultura a través de la educación y la investigación
Es así como las diferentes reformas educativas buscan crear una cantidad concreta de trabajadores especializados, los demandados por el sistema productivo que, por si fuera poco, en España funciona viciado por la dependencia del ladrillo, el turismo, las subvenciones y las múltiples legislaciones autonómicas.
Nuestra enferma sociedad occidental parece olvidar que aquellas cosas que nos hacen personas, que nos humanizan, son aquellas que resultan inútiles para los gurús económicos. Sin las humanidades, sin las artes, sin todo aquello que nos produce un placer intelectual, o estético, seremos simples números, simples piezas de engranajes sin sentimientos, fácilmente desechables y sustituibles ante el menor signo de desgaste en nuestra capacidad productiva.
Las enseñanzas de Humanidades, lejos de constituir un ejercicio inútil, son imprescindibles, pues no sólo elaboran la conciencia cívica de una sociedad, sino que, desde la perspectiva personal, dotan a los individuos de alma, haciéndoles capaces de disfrutar y capitanear sus propias vidas en un mundo cada vez más impersonal y globalizado.
*** Cristóbal Villalobos es escritor e historiador.