Al poco tiempo de ocurrir el atentado del metro de San Petersburgo, la policía informa de que el artefacto explotado contenía metralla. Así se deduce de los datos obtenidos en el propio tren. A parecer el asunto no ofrece ninguna duda, e incluso se tiene la certeza de que lo ocurrido es un atentado gracias a esa presencia de metralla.
La versión oficial del 11-M también afirma la presencia de metralla en las explosiones, pero vamos a ver las evidentes diferencias entre ambos casos.
La metralla en la mochila de Vallecas
La existencia de metralla en el 11-M está fundamentada en una mochila aparecida en la comisaría de Vallecas y que nadie vio en los trenes. La primera referencia a la existencia de esa metralla la dio el comisario Sánchez Manzano en su informe personal del 12 de marzo de 2004 sobre la desactivación del artefacto de Vallecas (1), en el que incluye una fotografía de la metralla y cita expresamente la presencia de clavos, con la función de ser dispersados como metralla.
Se atribuyó a esa mochila su presencia en el tren de El Pozo, y sus características se tomaron como atribuibles a todos los artefactos explotados, sin que nadie hubiese visto en ellos esa metralla.
En anteriores artículos he puesto de manifiesto las enormes dudas que rodean todo lo relacionado con las muestras de metralla del 11-M. Pero, tras lo ocurrido en San Petersburgo, cabe pensar que también en Madrid pudo haberse detectado la presencia de metralla a través de las huellas dejadas en los propios trenes. Vamos a comprobarlo.
No existen datos periciales
Al igual que ha ocurrido en San Petersburgo, de haber existido metralla en las bombas de Madrid, un elemento tan fundamental para la investigación habría sido inmediatamente detectado por los especialistas policiales. Pues bien, en ninguna de las inspecciones oculares de los trenes realizadas por agentes de la Policía Científica el mismo 11 de marzo se da cuenta de la existencia de esa metralla (2). Tan sólo se habla de explosiones. La única referencia a la naturaleza del artefacto incluida en esas actas se encuentra en la de Santa Eugenia, en la que se afirma que “hizo explosión una mochila” y por dos veces más se habla de la “mochila", aunque sin explicar por qué se llega a esa identificación del artefacto, y se da su ubicación en alto, sin tener en cuenta que en el suelo se había abierto un cráter.
No se conoce documento policial posterior alguno en el que se dé cuenta de la existencia de metralla o de huellas de metralla en los trenes. Se asumió policial y judicialmente que, como en la mochila de Vallecas había metralla, todas las bombas de los trenes también la contendrían, pero no hay noticia de que nadie ordenase comprobarlo en los trenes ni de que nadie hiciese esa comprobación.
El rápido desguace de los trenes
Por otra parte, no hubo demasiado tiempo para hacer esas investigaciones pues, como es sabido, los trenes fueron rápidamente desguazados y convertidos en chatarra. Lo cual no impidió al Tribunal Supremo afirmar que "la conservación y destino de los vagones en cuestión -una vez hechos en ellos todas las pericias que se estimaron necesarias- corresponde a su legítimo propietario (RENFE), que además cuenta con lugares apropiados para ello".
Así que según el Supremo se habían hecho en los trenes todas las pericias que se estimaron necesarias, pero al parecer no se estimó necesario hacer una pericia en relación con la presencia o ausencia de huellas de metralla. No existe tal pericia, o al menos no se conoce. Si se hizo, quedó oculta.
Nueve años para buscar huellas
Pero hay un caso en el que los peritos habrían tenido mucho más tiempo para buscar huellas. El tren de Santa Eugenia, único no desguazado, permaneció apartado durante seis meses, hasta el 11 de septiembre de 2004, en la estación de Vicálvaro.
Durante la reparación a la que fue después sometido recibió la visita, por dos veces, de policías y guardias civiles (4), aunque no consta por qué estuvieron allí esos agentes, qué investigaron y si encontraron huellas de metralla. Casualmente, por esas mismas fechas policías y guardias civiles estaban realizando un informe pericial conjunto sobre las explosiones de los trenes, el único tren que todavía podían visitar era el de Santa Eugenia, y seguramente lo hicieron, pero en su informe no dicen nada al respecto, era el único que podían investigar directamente y ni siquiera mencionan esa circunstancia.
El informe se emitió con fecha 24 de junio de 2005 (5). En todo caso los restos del foco de ese tren se conservaron durante nueve años y, según afirmó la fiscalía, se adoptaron con esos restos, medidas para su conservación, ante la eventualidad de posibles análisis posteriores. Todo ello se llevó a cabo con pleno conocimiento de los órganos judiciales de la instrucción de la causa y del enjuiciamiento, que fueron informados en su momento. Es decir, se conservaron durante nueve años para posibles análisis posteriores, pero no hay noticias de que se hiciera ninguno de esos análisis, incluido el de búsqueda de huellas de metralla.
Así que no hay dato alguno de que, tras la aparición de la metralla en la mochila de Vallecas, nadie investigase su posible presencia en los trenes.
No había metralla en las víctimas
Hasta aquí hemos visto la gran cantidad de irregularidades, de actuaciones inexplicables, de dudas que surgen sobre la autenticidad de la metralla analizada en las distintas periciales realizadas antes y durante el juicio del 11-M. Pero hay algo definitivo en el asunto, se trata de la inexistencia de metralla en los cuerpos de las víctimas.
En ese sentido, es fundamental lo que afirmó en el juzgado la doctora Carmen Baladía, que el 11-M, como directora del Instituto Anatómico Forense, coordinó y supervisó las labores de identificación y las autopsias de las víctimas. Si hubo metralla en las bombas, ésta tuvo que dejar su huella en los cuerpos de las víctimas. Y la doctora Baladía fue muy clara al respecto cuando al preguntársele directamente sobre el asunto respondió bajo juramento: "Nada, nada en absoluto. No había metralla entre nuestros 191 muertos. En los informes en los que se hicieron radiografías, no se aprecia eso que se ha venido a llamar la tornillería, ni tuercas, ni clavos, ni tornillos". En ninguno de los cuerpos se encontraron restos de metralla. En ninguno de los cuerpos había "ni tuercas, ni clavos, ni tornillos”.
En el atentado de San Petersburgo, tras una sola explosión, se detectan inmediatamente huellas de metralla en el propio tren explotado. No hay ninguna duda al respecto.
El 11- M, con diez explosiones terroristas, no se detectan huellas de metralla en los trenes, los cuales se destruyesen a toda prisa y sin investigarlo. Los restos del único no desguazado se conservan durante nueve años, pero tampoco hay noticias de que los policías y guardias civiles que lo visitaron investigasen ese asunto. Sin embargo, a pesar de esas enormes lagunas, se dio como segura la existencia de metralla en los artefactos de los trenes, y ello con el único fundamento de que la tenía una mochila que nadie vio en los trenes A lo que hay que añadir que tampoco la había en las dos explosiones controladas efectuadas por los Tedax, y que tampoco la había en los cuerpos de las víctimas.
1. De 12 de marzo de 2004. Folios 431 a 433.
2. Folios 11.132 a 11.181 del sumario.
3. Decisión judicial de 1 de diciembre de 2006 sobre la querella presentada por el sindicato Manos Limpias contra el Magistrado titular del Juzgado Central de Instrucción número 6, y contra la Fiscal de la Audiencia Nacional, Razonamiento jurídico CUARTO.
4. Así lo declaró el director General de Remimfer, Carlos Simón Fernández, en su declaración prestada ante la juez Coro Cillán el 20 de enero de 2012, dentro de la instrucción de la querella presentada por la Asociación Ayuda a las Víctimas del 11-M contra el ex responsable de los Tedax, Sánchez Manzano.
5. Folios 53.801 a 54.019 del sumario.
6. Declaración de Carmen Baladía, el 28 de octubre de 2011, en la instrucción de la querella de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M contra Sánchez Manzano, ante la juez instructora del caso. Según información del 23 de enero de 2008 aparecida en 'Libertad Digital' y 'El Mundo'.
*** Carlos Sánchez de Roda es ingeniero y autor del libro 'Los trenes del 11-M' (Última línea, 2015), donde expone cómo la precipitación en el desguace de los vagones provocó grandes lagunas e incluso errores judiciales que podrían haberse evitado.