Sí. Al fin hemos visto reír a nuestra reina con todos sus músculos. Aunque haya hecho esta declaración facial fuera de nuestro país (como a veces perpetran algunos políticos y futbolistas con desprecio para el patio nacional), ha sido todo un placer contemplar la felicidad en el rostro de la reina. Doña Letizia, que tan acostumbrados nos tiene a su gesto adusto (“desdeñosa y fruncida”, escribió el heterodoxo David Gistau en Abc), viajó esta semana a la Pérfida Albión y allí se ha quedado tan a gusto tirando del cigomático mayor y el menor, que son los nervios que elevan las comisuras de los labios, a la vez que del músculo orbital, el que mueve hacia arriba las mejillas. Resultado: carcajada real. ¡Eureka!

Pensará el lector que es una frívola nadería fijarse en un asunto tan intrascendente como es la risa de la esposa del monarca, cuando durante tres días hemos asistido a la visita más importante de Felipe VI desde que es Jefe de Estado. Y es cierto, pero los periodistas también estamos para esto: para fijarnos en pequeños detalles a través de los cuales, pasado el tiempo, se construye la Historia.

Según los tratados de Sonrisología, hay identificados hasta ocho tipos de sonrisas. La que ha exhibido mayormente estos días doña Letizia sería del tipo Duchenne, la plena, la que nos sale cuando movemos los referidos nervios cigomáticos y el orbital, músculo este delator porque produce las arruguitas alrededor de los ojos. ¡Cuidado majestad! Utilizando la esfera de un reloj, sería la sonrisa 'dos menos diez', hora británica. Aquí serían las tres menos diez, que no es lo mismo llevada al rostro.

Todos hemos podido ver cómo la cara de la reina de España se iluminaba de manera desacostumbrada al departir con Isabel II y su marido, Felipe de Edimburgo; con Carlos, el eterno príncipe heredero y su esposa Camilla, duquesa de Cornualles, y con el resto de la familia real británica.

La princesa Ana hace una reverencia a la reina Letizia. Ballesteros Efe

Ni un rastro de la sonrisa tipo Pan Am (en honor a las esforzadas azafatas de la extinta compañía aérea norteamericana), de la sonrisa Botox…, o del tipo Forzada, ésta última tan habitual en el rostro nacional de nuestra reina.

Propongo un referéndum para votar con qué sonrisa británica de Letizia nos quedamos. En términos de felicidad, que es el registro que utilizan en la monarquía de Bután para medir el progreso del país, tiene más sentido este referéndum que el de Puigdemont, que hará desgraciados hasta a quienes lo desean.

Yo votaría por el tipo de sonrisa 'Guildhall', nombre del gran salón del palacio de la City donde la pareja real española fue recibida el jueves por el alcalde. Observen el obsequioso saludo de la reina Letizia a Lord Andrew Parmley. Lo nunca visto.

Nada tenía que ver esta Letizia con la que hemos contemplado en acontecimientos históricos relevantes y recientes como la celebración de los 40 años de Democracia (el 28 de junio pasado), la apertura de la XII legislatura (el 18 de noviembre de 2016) o, incluso, la coronación de Felipe VI (el 19 de junio de 2014). La misma distancia facial de aquella a estas que la que hay entre estar en Bahamas o en la Patagonia.

Y eso que la City, una mini-ciudad de 2,6 kilómetros cuadrados dentro del Gran Londres, tiene mucha Historia. No precisamente beneficiosa para los españoles. Las expediciones piratas del siglo XVI contra las colonias españolas eran patrocinadas por grandes fortunas que confluían -y confluyen en la actulidad- en la City. Francis Drake era uno de estos piratas saqueadores, epítome de aquella actividad bucanera que, en cierto modo, animó a Felipe II a promover la Gran Armada contra Inglaterra. De Invencible sólo tuvo el nombre.

Letizia, en la carroza de camino al Buckingham Palace.

Desde la City, 500 años después, continúa tejiéndose la Historia. En la 'Square mile' se asientan más de 500 bancos, multinacionales de Seguros, la Bolsa de Londres, el Banco de Inglaterra o grandes bufetes internacionales, algunos de los cuales intermedian en los pagos de rescates a secuestradores como los del barco Alakrana.

Lo importante es que Letizia sonrió y rió, que es lo que debe hacer cuando esté en su reino, en España. Porque su papel, en contra de tantas previsiones, está siendo decisivo en el titubeante reinado de Felipe VI.

“Veni, vidi, vici”, dijo Julio Cesar para describir su victoria ante el rey del Ponto. Letizia llegó a Gran Bretaña, vio y venció. Si pudiera hacer dos preguntas a nuestra majestuosa ex compañera serían: 1) ¿Qué comentario socarrón le dedicó su consorte protocolario, Felipe de Edimburgo, durante el trayecto que hizo con él a solas, en carroza, hasta el Palacio de Buckingham? (¿Es verdad que el primo de la reina Sofía le dijo, al ser su último acto oficial: “Primero te has cargado al primo Juan Carlos y ahora a mí”? 2) ¿Qué le ha producido tanto gozo interior en la corte de la reina Isabel II para mostrar ese gesto, esa alegría facial, ese jolgorio en el rostro del que nos priva a los mortales españoles?

¿LA PROCESIÓN VA POR DENTRO?

Sí. La intervención del Jefe del Estado ante el Parlamento británico fue notable aunque quedara difuminada por el oropel de los fastos. Mientras todo aquello sucedía, en España Puigdemont (éste acabará pidiendo el carné de ERC; otra cosa es que le suceda con Junqueras lo mismo que al ex primer ministro francés Valls le pasó con Macron) sigue dando pasos decisivos hacia el abismo de Cataluña y, por ende, el abismo de España.

El único que ha movido ficha esta semana es el líder del PSOE, Pedro Sánchez, al plantear una reforma de la Constitución y convertir España en una nación de naciones. Cataluña, además de la Educación y la Sanidad, tendría la cesión de la Justicia y los tributos. Si el Barça es más que un club, Catalunya sería más que una nación, un Estado.

Sánchez e Iceta se abrazan tras la reelección de este último como líder del PSC. Efe

Pero no parece que ERC se conforme con ser una nación de naciones. Con buen criterio, Sánchez propone anular el juicio militar que, en octubre de 1940 (siempre en octubre), condenó a muerte a Lluís Companys.

Como la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes (John Lennon), quedémonos esta semana con algo gratificante; con la esperanza de que Letizia, por fin, nos sonreirá de vuelta a casa.