Tengo 28 años, y soy hijo de un subinspector del Cuerpo Nacional de Policía, sirviendo en este cuerpo desde 1980. Destinado en Pamplona y San Sebastián, trabajando día a día para que tod@s tengamos hoy la libertad de hablar, opinar, criticar y/o vivir con normalidad y respeto a pesar de nuestras diferencias.
Por defender la libertad y democracia muchos de sus compañeros perecieron, asesinados por ETA. Su mujer (mi madre) incluso tuvo que andar armada por Pamplona (ciudad donde vivían), y sus hijos (mi hermano y yo) tuvimos que criarnos fuera de esta ciudad tan bonita y a la que tanto amo, en la cual de niños nunca pudimos nombrar la palabra España o Policía.
Más tarde, previo paso por Barcelona, fue destinado a San Sebastián, donde todavía me viene a la mente, tener que ver a mi padre siempre sentado en la toalla de la playa de la Concha, cerca de su riñonera mientras nosotros nos bañábamos, años más tarde entendí que por su seguridad y la de su familia, nosotros, no podía alejarse de su pistola.
Todavía recuerdo cómo en documentación recopilada a un comando de ETA detenido aparecía el vehículo de mi padre como uno de los principales objetivos a abatir. Pudo cambiar de destino, pero decidió seguir trabajando por qué tod@s pudieran vivir con libertad.
Todavía recuerdo, como siempre que entrábamos a un bar, debíamos ponernos en el final del mismo mirando a la puerta de entrada, por si ETA entraba e intentaba acribillarle a balazos.
Todavía recuerdo cuando bajando desde el cuartel de Amara hacía la playa de la Concha, desde unos balcones nos cantaban: ¡Que se vayan, que se vayan!, lo que sin lugar a dudas me recuerda a la estrepitosa situación por la que están pasando agentes de la Policía y la Guardia Civil estos días.
Gracias a tu trabajo se superó aquella época.
A pesar de ello, mi padre jamás ha tenido una mala palabra hacia el País Vasco y Navarra, lugares que ama y de donde se siente uno más; mucho menos las ha tenido hacia sus gentes, hacia quienes no ha mostrado odio a pesar de haber perdido parte de su vida, sus compañeros, los que ya nunca volverán.
Para mí, tanto mi padre como todos y cada uno de sus compañeros, que han trabajado y trabajan por la estabilidad de un país, por la seguridad de todos los que vivimos en él, diré: que son HÉROES del siglo XXI, a los que como ciudadano aragonés, español y europeo agradezco su trabajo y dedicación diaria para que podamos vivir con plena libertad.
¡Viva la Policía Nacional y viva la Guardia Civil!