En las últimas semanas, más en el resto de Europa que en España, se está identificando al independentismo como un movimiento populista. Se percibe que comparte con otros populismos muchas de sus características principales y que puede suponer una amenaza para el proyecto europeo. Como todos los populismos, el movimiento secesionista se fundamenta en premisas falsas con apariencia de verosimilitud. Seguramente, la tarea más importante de los que combatimos políticamente este movimiento, debería ser la de desmontar estas mentiras. Hay bastantes más, pero al menos son cinco las más importantes del procés:
Primera mentira: la independencia como la arcadia económica
El procés se inicia y crece en plena crisis económica, en un contexto de recortes de los servicios públicos y de aumento del desempleo. Es en este escenario donde el separatismo sitúa un primer mensaje: la culpa del desplome de los servicios públicos en Cataluña es su vinculación con España, pues si Cataluña fuera independiente y no fuera solidaria con otras regiones, la Sanidad, la Educación y el resto de servicios públicos serían de mucha más calidad. Esta idea se sintetiza en el lema España nos roba. Incluso insisten una y otra vez con una cifra: entre lo que Cataluña ofrece y recibe del resto de España hay una diferencia de 16.000 millones de euros anuales.
Los socialistas, como principio, no podemos estar de acuerdo con una opción basada en la insolidaridad. Cataluña aporta más y recibe menos porque es una comunidad autónoma rica, igual que ocurre con Alemania en la UE. Y así debe ser. Pero además de eso debemos denunciar la falsedad de la premisa, porque el déficit de Cataluña con el resto de España no es de 16.000 millones de euros, es de mucho menos. Nuestro compañero Josep Borrell ha demostrado con números en la mano que el déficit gira en torno a 2.400 millones anuales, algo que ningún independentista ha sido capaz de rebatir. Los 16.000 millones son una cifra inventada.
Por otro lado, por muy simbólica que haya sido la declaración de independencia, ya se notan sus consecuencias (fuga de empresas, paralización de inversiones, ralentización del consumo…). Ha quedado claro que una Cataluña independiente supondría un desastre económico incalculable, que le haría perder una gran parte de su riqueza y de sus empresas. Si Cataluña es rica, es entre otras cosas, porque está en España y en la UE. Si se fuera, su desplome económico le haría imposible sostener sus servicios públicos y sus pensiones.
Segunda mentira: reconocimiento internacional y de la UE
El independentismo siempre ha mantenido que una declaración de independencia contaría con el apoyo internacional y con el reconocimiento de los estados miembros de la UE. Aseguraron que Europa no iba a poder decir NO al reconocimiento de Cataluña. También aquí los deseos (o las mentiras) de los nacionalistas y los hechos han ido por caminos distintos. Así, los 28 socios de la UE han cerrado filas con la legalidad española. Puigdemont huyó a Bruselas en busca de apoyos, y los únicos que ha logrado son los de un puñado de xenófobos y extremistas.
Con sus propias características, lo que está ocurriendo en Cataluña no es ajeno a algunos de los fenómenos que hemos visto en los últimos años. El nacionalismo está otra vez en Europa. Vuelven las apelaciones a un pueblo único, a las fronteras, a que se limite la solidaridad, al discurso de unos contra otros, al enemigo exterior… El independentismo, además, está girando en las últimas semanas a posiciones claramente euroescépticas. El propio Puigdemont, frustrado por su falta de apoyos, ha acusado a la Unión de ser un “club de países decadentes”. La censura que hace a los principales dirigentes europeos, es el ingrediente que faltaba para aproximarle aún más al populismo. Con un tono cada vez más crítico hacia Europa, el independentismo se atreve incluso a sugerir que debería celebrarse un referéndum sobre si Cataluña debería seguir o no en la Unión. De proponer un brexit respecto a España, están transitando a proponer un brexit con Europa.
En España, como en el resto de Europa, los ciudadanos estamos recuperando la confianza en el proyecto europeo y en sus instituciones. La crisis y las políticas de austeridad provocaron que, por primera vez en nuestro país, retrocediese el apoyo a la Unión. Pero en los últimos años esta confianza se está recuperando, como certifican las encuestas y el propio eurobarómetro. El discurso euroescéptico del independentismo va en sentido contrario. Y los primeros resultados ya se notan: mientras que la confianza en Europa aumenta en el conjunto de España, el último barómetro de Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat apunta a que retrocede entre los partidarios de la independencia en Cataluña.
Tercera mentira: no es la independencia, es la democracia y el derecho a decidir
Los independentistas han colocado también esta idea: somos demócratas porque queremos votar para decidir nuestro futuro, y España es autoritaria y antidemocrática porque nos lo impide.
El derecho a decidir es una idea potente: a todo el mundo le fastidia que se le niegue su derecho a decidir. La mentira aquí, en cuya trampa caemos con frecuencia los no independentistas, es que por estar en contra de un referéndum en Cataluña sobre la independencia, seas contrario al derecho a decidir. No es verdad: los socialistas también estamos a favor del derecho a decidir. Pero que decida el conjunto del pueblo español en referéndum para ratificar una reforma constitucional que mejore el encaje de Cataluña, y posteriormente sea el pueblo catalán el que ratifique un Estatuto adaptado a la nueva Constitución. Y todo ello dentro de la legalidad constitucional.
Por tanto, la diferencia no es entre unos que quieren votar y otros que queremos impedirlo. La diferencia está entre los separatistas que quieren que una parte (los catalanes) decida el destino del ser de España (el todo), y los socialistas que queremos que decidan todos los españoles; entre los separatistas que quieren votar una fractura que supone negar la identidad española de millones de catalanes, y los socialistas que queremos que se vote un acuerdo que reconozca las identidades compatibles; y entre los separatistas que han organizado un referéndum al margen de la ley y sin garantías y los socialistas que queremos una votación dentro del orden constitucional.
Cuarta mentira: la independencia es progresista
Otra mentira ha sido intentar asociar el independentismo como una propuesta progresista, mientras que la defensa del Estado de Derecho y de la integridad de España sería reaccionario. Esto no hubiera sido posible sin la complicidad de parte de la izquierda catalana y española.
Pero no hay nada de izquierdas en la independencia. Ni es progresista intentar fracturar un Estado democrático o en poner fronteras. Tampoco es de izquierdas el supremacismo que siempre va implícito en el nacionalismo. Ni la ruptura de la convivencia y de la solidaridad entre ciudadanos o regiones. Los valores del nacionalismo son los opuestos a los valores del proyecto europeo.
El nacionalismo siempre ha sido obra de la burguesía. De los que nunca han querido compartir. Siempre es excluyente y clasista, y en el caso de Cataluña, también lo es. ¿Qué hace parte de la izquierda española justificándolo? ¿Qué complejos tiene?
Si volvemos otra vez a mirar en los datos del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, descubrimos que los votantes de la CUP y Junts pel Sí son los que más ingresos familiares declaran. Y que entre los que tienen rentas por encima de 2.500 euros mensuales, el apoyo a la independencia supera en hasta 25 puntos a aquellos que las tienen por debajo de los 1.200 euros.
Poco más que decir: en Cataluña los más ricos apoyan la secesión en mucha mayor medida que las clases populares.
Quinta mentira: Cataluña es un pueblo unido por la independencia
Como todos los nacionalismos, el independentismo dice hablar en nombre de todo un pueblo. Un pueblo hegemónico, unido sin distinciones por la independencia. Aunque provoque cierta pereza intelectual, lo diremos una vez más: Cataluña es una región plural y diversa donde conviven ciudadanos con distintas identidades. Así lo certifican una y otra vez los resultados electorales. Y así lo dirán las urnas el 21 de diciembre.
El secesionismo, que pretende señalar que hay un problema de Cataluña frente a España, tiene que admitir que el procés, lo que ha provocado, es una Cataluña dividida.
La imposición de la visión de pueblo unido tras la independencia oculta, en realidad, una visión supremacista que distingue entre verdaderos catalanes patriotas y catalanes traidores (botiflers). Este planteamiento, lejos de representar a toda Cataluña, lo único que ha conseguido es dividir a una sociedad donde muchos se sienten catalanes, españoles y europeos, sin que le obliguen a elegir.
Ahora tenemos una oportunidad de acabar con estas mentiras. Cataluña merece ganar después de estos años perdidos, y ganar es tener un proyecto en el que se identifique una amplia mayoría, no sólo la mitad de la población. Ganar es derrotar al independentismo, pero no para continuar con una política de bloques enfrentados. Creemos que Cataluña necesita un gobierno que posibilite acuerdos de amplias mayorías, un cambio de rumbo y una política de reconciliación. Invitamos a todos los catalanes y catalanas a que se sumen a la solución.
*** José Luis Ábalos Meco es secretario de Organización del PSOE.