En junio, Arabia Saudí, junto con otros dos Estados del Golfo y Egipto, forzó un enfrentamiento con Catar basándose en que el país estaba financiando el terrorismo islámico. La maniobra no deja de ser irónica, teniendo en cuenta que la propia Arabia Saudí ha financiado durante mucho tiempo la difusión del islamismo salafí fundamentalista, a menudo asociado con el extremismo.
Sin embargo, este conflicto diplomático parece ser algo más que un simple ejemplo de la sartén de Arabia Saudí diciéndole “quítate, que me tiznas” al cazo de Qatar. Los líderes saudíes podrían haber usado este conflicto, que ha provocado un bloqueo a Catar, como una estratégica cortina de humo para desviar la atención de las tensiones que bullen dentro de sus propias fronteras.
El recientemente nombrado heredero al trono saudí, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, conocido como M.B.S., ha prometido modernizar el país. Su agenda incluye diversificar la economía saudí más allá del petróleo, ampliar el comercio, estimular el empleo y relajar las restricciones en el ocio. Pero al menos dos factores internos complican sus propósitos, y puede que los veamos entrar en juego en la escena mundial en 2018.
El primero es una posible oposición al ascenso al poder de M.B.S. Destituir a su primo, Mohammed bin Nayer (M.B.N.), como príncipe heredero y ponerlo bajo arresto domiciliario, además de congelar sus cuentas bancarias personales en noviembre, fueron maniobras temerarias, incluso para los estándares de las políticas dinásticas árabes. Como antiguo director del servicio de inteligencia saudí, M.B.N podría resultar un peligroso enemigo.
En segundo lugar, el gran plan de reforma estratégico de M.B.S. – conocido como Vision 2030 – representa una amenaza directa al prestigio y al poder del establecido (y reaccionario) clero wahabita en Arabia Saudí. El clero tiene la influencia necesaria, y el motivo, para frustrar sus planes. Si la economía se abre a la empresa privada, la riqueza e influencia del clero se verán mermadas, dejándolo con menos recursos para mantener su control sobre el reino.
Aunque los clérigos no opongan demasiada resistencia a la nueva coyuntura, seguramente desaprobarán abiertamente la occidentalización invasora
Durante siglos, la familia real ha confiado en un pacto con el clero wahabita para proporcionar legitimidad religiosa al gobierno de la familia. Pero si la modernización erosiona la autoridad del clero, ¿cuánto tiempo seguirán siendo dóciles sus miembros?
Meses antes de su ascenso al trono en junio, M.B.S. señaló que la influencia del clero podría ser un obstáculo para el crecimiento económico y para la capacidad de Arabia Saudí de desengancharse de su dependencia del petróleo. Aunque los clérigos no opongan demasiada resistencia a la nueva coyuntura, seguramente desaprobarán abiertamente la occidentalización invasora mientras Arabia Saudí busca atraer y retener inversores extranjeros.
La familia real puede que necesite entonces comprar el apoyo de los clérigos, o al menos su silencio. Por ejemplo, M.B.S. podría ofrecerles mayor laxitud en áreas no tan esenciales para la economía, como la dawah, la difusión del islam wahabita. Desde 1973, el Gobierno saudí y sus fundaciones benéficas semipúblicas han gastado miles de millones de dólares en la difusión de la exaltada ideología wahabita fuera de sus fronteras, e impulsar la dawah podría suponer un problema para los esfuerzos antirradicales de la comunidad internacional.
El clero saudí es poderoso: varios clérigos cuentan con un amplio seguimiento en redes sociales, lo que les proporciona un canal directo con sus seguidores en todo el país. Los miembros del clero que están generando polémica para conseguir un contragolpe político podrían utilizar estas plataformas para criticar al envejecido Rey Salman, sembrar dudas respecto a su derecho a gobernar y amenazar la agenda modernizadora de M.B.S. También podrían desatar la agitación social en un país con una constante tasa alta de desempleo juvenil.
En un intento de sofocar las disensiones, M.B.S. tomó las riendas y detuvo a algunos clérigos influyentes que no apoyaban la postura del reino sobre Catar. El heredero continuó en noviembre, con la excusa de una purga anticorrupción, arrestando a más de 200 empresarios del sector energético, incluyendo antiguos ministros del Gobierno, miembros de la familia real y algunos ricos magnates.
Los wahabitas comparten su visión del mundo con buena parte de la compleja red de organizaciones islamistas y yihadistas de todo el planeta. Catar y Turquía, simpatizantes de los Hermanos Musulmanes y de los talibanes, seguramente utilizarán sus conexiones con un clero saudí beligerante para frustrar los planes de M.B.S. y ensuciar su imagen en el exterior. Como respuesta, el liderato saudí podría buscar una mayor distracción externa intensificando su conflicto con Catar, tal y como hizo con la invasión de Yemen en 2015.
Desde 1973, el Gobierno saudí y sus fundaciones benéficas semipúblicas han gastado miles de millones de dólares en la difusión de la exaltada ideología wahabita fuera de sus fronteras
Ya estamos viendo que en la política saudí está todo orquestado. La misma noche de noviembre en la que M.B.S. empezó a agitar el hacha contra sus rivales políticos, Riad anunció que un misil yemení había sido interceptado cerca de su aeropuerto internacional, y el primer ministro libanés, de visita en el reino en ese momento, anunció su dimisión públicamente, alegando cuestiones de seguridad relacionadas con el respaldo de Irán a Hezbolá. Desde entonces, oleadas de agitación han surgido por todo el país.
La apuesta es alta. Si M.B.S. triunfa en sus intentos de modernización, los saudíes se beneficiarán de nuevas oportunidades y libertades, y el mundo se verá favorecido por las restricciones de la agenda radical wahabita. Dentro de una década, el reino podría parecerse más a los Emiratos Árabes Unidos, su próspero, y relativamente moderno, vecino.
Si M.B.S. fracasa, Arabia Saudí volverá a una teocracia autoritaria, los pequeños avances que se han hecho en los derechos de las mujeres desde la década de los setenta desaparecerán y el país permanecerá aislado, económica y socialmente, durante décadas. Aún peor: el dinero y la influencia del reino seguirán usándose para exportar el extremismo que está sacudiendo tanto Oriente Medio, como África, el sur de Asia y Europa.
Casi todas las piezas clave en este asunto consideran la política de Oriente Medio como un juego de suma cero; hacer concesiones es llevar la vergüenza a la familia y a toda la cultura. En lugar de ceder ante los ultimátums de los Estados del Golfo ‒tales como exigir el cierre de agencias de noticias y que se distancie de grupos como los Hermanos Musulmanes‒ Qatar no ha hecho más que estrechar sus relaciones con Irán y Turquía.
El presidente Trump ha saltado de un enfoque a otro, dejando escaso tiempo para que los observadores, incluidos aliados clave como Corea del Sur o Japón, tomasen aliento
Dichas fuerzas ya se encuentran en conflicto en Yemen, en lo podría entenderse como una guerra de representantes del bloque suní de la región y de Irán y sus aliados. El siguiente campo de batalla será, obviamente, Siria, donde Irán (por no mencionar a Rusia) se erige como el principal beneficiario de la derrota del Estado Islámico.
También entrará en juego el próximo año el Kurdistán iraquí. En junio, todo esto parecía una disputa menor entre dos reinos árabes. En 2018 podría desencadenar un conflicto mucho mayor.
*** Ayaan Hirsi Ali es investigador y fundador de la AHA Foundation