El primogénito de Fidel Castro Ruz ha muerto en La Habana, según afirmaron los miedos de comunicación castristas, se suicidó tras una penosa y perniciosa depresión.
La idea de la depresión es buena, hay que reconocerlo, pero ya es una idea tan manida. Tantos se han suicidado en Cuba bajo el castrismo con el famoso tiro por la espalda o por detrás del cráneo, que ya se pierde la cuenta -desde el presidente que no presidió nada, Osvaldo Dorticós, hasta la incómoda heroína de la revolución, Haydée Santamaría-, la lista es larga.
Pero, insisto, la idea sigue siendo buena porque ellos la convirtieron en ideología, y porque la historia del suicidio en Cuba rellenaría unos cuantos volúmenes. Guillermo Cabrera Infante dedicó un capítulo magistral en su libro Mea Cuba, titulado: Entre la historia y la nada. Notas sobre una ideología del suicidio.
La vida de aquel niño que apareció en pijama junto al padre a una edad muy corta, a inicios de la revolución, con la intención de dirigirse al mundo con sus cortas frases infantiles, fue sumamente sobrecogedora; con los años, Fidel Ángel Castro Díaz-Balart, tironeado entre dos clanes familiares de Cuba, pronunció cada vez menos palabras que las que articulara de niño.
Una vida de privilegiado primogénito probablemente no hicieron de él un joven feliz y mucho menos un adulto colmado. El enorme parecido físico con su padre, trabajado hasta el abuso, barba incluida, lo convirtieron en una especie de sombra patética, aunque simpática para algunos:
-“¡Ahí va Fidelito –decían al verlo recorrer a grandes pasos (con la idéntica cadencia del padre) cualquiera de los salones marmóreos de Cuba y del mundo-, qué gracioso, igualito a su padre!”.
Mirta se llevó a su hijo a Miami, pero el padre aprovechó su visita a La Habana para secuestrarlo de por vida
El caso es que Fidelito, tras el divorcio de sus padres, fue “secuestrado” (esa fue la palabra usada por su padre) por su madre, Mirta Díaz-Balart, hermana de Rafael Díaz-Balart, quien había sido una figura sumamente relevante en el gobierno de Fulgencio Batista, y a través del cual Fidel Castro Ruz, de joven, y siendo novio y después esposo de Mirta recibiera algunas botellas, o como se le llama ahora, empleos ficticios.
Mirta, corajuda, se llevó a su hijo a Miami, con todo el derecho que le confería ser su madre, y al tiempo, confiada, envió al niño a La Habana para que volviera a encontrarse con su padre. Entonces fue el padre quien lo secuestró de por vida, manteniéndolo a su lado como un trofeo, el cual exhibió en la televisión lo más temprano que pudo.
Podemos imaginar el sufrimiento de la madre, pero mucho más el del niño, al tener que lidiar con un padre déspota y con el distanciamiento de su madre -recuperada desde hace unos años solamente y ya en su vejez. Se dice que el encaprichamiento de Fidel Castro con aquel otro niño, Elián González, se debía a que le recordaba a lo que él mismo había vivido como padre cuando le “quitaron” brevemente a su primogénito.
Fidelito creció y no tuvo que trabajar en las espantosas escuelas al campo desde los doce años como la gran mayoría de los niños cubanos, Fidelito estudió en las mejores escuelas, con los mejores profesores, y en cuanto su padre lo decidió, fue enviado a la antigua Unión Soviética a formar parte de un programa especial de energía nuclear.
Secuestrado entonces por los rusos, el adolescente se hizo todo un físico nuclear, más preparado que su padre, que su tío, y que cualquiera de sus hermanos y primos. Y eso lo sabía el padre.
Una esposa rusa, Natacha Smirnova, tres hijos, un divorcio, otro matrimonio con María Victoria Barreiro, la disciplina y convencionalismo sexuales del primogénito comparada con la de su padre y hermanos, era sencillamente en apariencia ejemplar.
Podría convertirse en el sucesor por orden natural de su padre, pero éste eligió a dedo a su hermano
Nunca un escándalo, jamás un fuera de foco, y no sé si fue porque se lo impusieron o porque fue el único logro personal por el que se batió, de alguna manera, consiguió mantenerse tan discreto como su tío Ramón Castro, aunque gozando invariablemente de todos los privilegios que otorgaba ser hijo del Comandante y que sin duda mucho le aportaron, como el de retratarse escoltado por la top model Naomí Campbell y la heredera millonaria Paris Hilton, y su buen tabaco entre los labios. Desde 1980 hasta 1992 dirigió el programa de la central nuclear de Juraguá, hasta que la central expirara por falta del poderoso impulso soviético.
Algunos viajes a Francia (en uno de esos viajes lo tuve bastante cerca, yo estaba en las filas de los que protestábamos contra su presencia), hospedado en los más confortables hoteles, desde los que se pronunció y hasta se dejó que mostraran más de lo habitual de su persona –como si obedeciera a una orden superior-, obligaron a sospechar a no pocos que podría convertirse en el sucesor por orden natural de su padre. Pero su padre decidió nombrar al hermano de a dedo, quizá debido a la mayoría de edad y complicidad criminal.
Fidelito se apartó entonces, o lo apartaron definitivamente. Sonaron y suenan más para la próxima sucesión otros nombres de otros hijos, sus medio hermanos, y hasta los nombres de su primo Alejandro y de su prima Mariela, que el suyo.
Fidelito, el eterno secuestrado, también por él mismo y por sus ambiciones personales, cayó en el silencio más absoluto.
El 1 de febrero pasó a ser de secuestrado un suicidado más. La noticia de su suicidio, en el país de los suicidios montados, cuya ideología es la del suicidio, ha fomentado la duda y, como era de esperar, las redes sociales explotaron a fuerza de chistes y bromas candentes.
Es probable que Fidelito, siendo una pieza clave para los rusos, se haya transformado al final de su vida en el mismo objeto de discordia que protagonizó en su infancia, en mero elemento de litigio. O sea, otra vez la elección mafiosa, él, o ellos (medios hermanos y primos), para asegurar la continuación del linaje castrista. Entre ese tira y afloja, lo más probable es que haya decidido auto borrarse, quitarse del camino, terminar con su vida. U otros lo hayan decidido por él, que es lo usual en los Emiratos Insulares Shithole de Cagonia Enardecida, ex Cuba.