Me preguntan y repreguntan si he sentido alivio o algo positivo por las palabras de ETA durante la campaña de manipulación mediática de estos días. Y digo que ETA no desea aliviar a sus víctimas, sino desprenderse de sus responsabilidades y aparentar elocuentemente ante los que no les conocen.
La atención mediática de ETA está inflada artificialmente. Como organización terrorista fue policialmente vencida antes de que decidiera dejar de matar. El entramado de terror no le resultaba rentable socialmente mucho antes de que le dieran a elegir entre bombas y votos. A ETA le ofrecieron la legalización de sus siglas políticas en condiciones muy ventajosas -no condenó la historia del terror, sólo la violencia futura- y la eligió porque no tenía nada que hacer con las bombas, tal era la decrepitud de la división asesina del entramado.
Sin temor a los asesinatos, la sociedad vasca y navarra comenzó a disfrutar de la tranquilidad ambiental, pero el tejido moral había quedado muy dañado. Todavía lo está.
El lehendakari Urkullu ha reconocido estos días que está -llevan años- “en el ejercicio de buscar los pronunciamientos más cómodos para una organización terrorista”, pero se ve que la dulzura del trato del equipo del lehendakari alimenta el narcisismo de los nacionalistas vascos fanáticos y totalitarios que nos persiguieron para imponer su visión de la realidad. Lo de buscar la comodidad para los asesinos y su entorno yo no lo veo tan práctico y útil, porque deben enfrentarse a la realidad de la identidad excluyente e intolerante que les llevó a diseñar una gigantesca estructura de propaganda, reclutamiento, odio, dominio, control social hasta instalar el miedo y el silencio en la médula de la sociedad vasca y navarra. La comodidad está reñida con un ejercicio necesario de sinceridad sobre tanto espanto.
Asesinar y aterrorizar ha servido para asentar núcleos de poder estables del partido de ETA en muchos municipios
El lehendakari dice que ETA “tiene pavor a que se interprete que lo suyo no ha servido para nada y a que se considere una derrota”. Lo que parece significar que el lehendakari considera preferible que no sientan pavor e interpreten que ha servido para algo matar y aterrorizar y que no consideren una derrota dejar de matar.
No me imagino esta lógica de la amabilidad aplicada al nazismo, o al racismo, un suponer.
En primer lugar porque asesinar y aterrorizar ha servido para asentar núcleos de poder estables del partido de ETA en muchos municipios vascos y navarros de los que los constitucionalistas o han sido expulsados, o siguen aguantando vivir bajo tabús políticos. El censo electoral ha quedado modificado con la salida de los no “afectos” al nacionalismo vasco durante décadas. Las listas electorales del constitucionalismo no pudieron operar en situaciones de competición efectiva durante décadas. Los efectos de todo esto han sido estudiados por el catedrático y director del Euskobarómetro, Francisco Llera.
En segundo lugar, no sienten pavor por haber matado, sino por la visibilización de la derrota policial. Lo que habría estado bien es que el lehendakari hubiera considerado oportuno fomentar en los etarras y su entorno el sentimiento de vergüenza moral por haber matado y aterrorizado. El rito del perdón “es contrario a todo este resonar de romerías”, ha indicado Martín Alonso. Del mismo modo que ha indicado que la semántica del perdón es la antítesis de cualquier lógica ventajista.
El asesinato pasó inadvertido fuera de los ambientes afectados porque los agresores impusieron su mirada
Lógica de romería y de ventaja. Una agenda mediática inflada artificialmente de mentiras. ETA y su partido han desaprovechado, una vez más, la posibilidad de condenar la historia del terror.
Cuando uno sobrevive a una tragedia colectiva como una guerra deben sentirse las cosas de forma distinta. Lo nuestro ha sido una tragedia colectiva, sí, pero la persecución sectaria más directa no afectó a la mayoría, aunque aterrorizara a la mayoría de los que no pensaban como los terroristas de ETA y su entorno político.
A diferencia de una guerra, la experiencia de una estructura de persecución no trajo la ruina económica para la mayoría de los vascos o navarros. Tener unos fanáticos permeándolo todo fue incómodo, asfixiante, obsesivo, especialmente en los años de mayores disturbios en las calles, pero el asesinato durante muchos años pasó inadvertido fuera de los ambientes afectados porque los agresores impusieron su mirada, su ley y su victimismo reivindicativo. Yo diría que lo que sería útil es tenerles menos miramiento, lehendakari.
*** Maite Pagazaurtundúa, europarlamentaria, es hermana de Joseba Pagazaurtundúa, asesinado por ETA.