Las revelaciones del caso Cifuentes han sido especialmente dolorosas y desagradables para quienes trabajamos en la comunidad académica. Como profesora a tiempo parcial en la Universidad Europea, puedo asegurarles que he gozado de la libertad académica necesaria y que me gané reputación de ser dura en las calificaciones. Recientemente completé mi formación con un máster en la UNED. Fueron tres años de sacrificar los fines de semana y buena parte de mi vida social, pero el objetivo era aprender y obtener la capacitación necesaria para continuar con el el doctorado. ¿Por qué diablos iba a querer un máster fácil?
Al ser estadounidense nunca sentí la necesidad de acaparar títulos aquí. Obtuve mi licenciatura (comparable a la actual en España) en UCLA en 1991 y eso fue más que suficiente hasta que me enamoré de la docencia universitaria. Las licenciaturas son muy caras en EEUU y los másteres suponen por lo general dos años de estudio a tiempo completo, a diferencia de muchos de los que se cursan en España, que duran nueve meses.
Los sistemas, por supuesto, son muy diferentes y no siempre resultan fáciles de comparar. Sin embargo, creo que España debería aprender una importante lección de California: la construcción de universidades de nivel mundial que atraigan talentos locales e internacionales. Atraídos por el estilo de vida de California, quienes acuden a sus universidades se quedan allí y contribuyen a seguir impulsando la innovación, piedra angular de una economía pujante.
Me doy cuenta de que esta es una propuesta audaz en un momento en el que España sufre una fuga generalizada de cerebros, algo ciertamente descorazonador aparte de un error. Si hay algo que he observado en mis veinte años de vida en España es que es un país lleno de gente con talento. Miro a mis colegas de la Universidad Europea y a mis profesores de la UNED y me siento una privilegiada de poder trabajar y aprender con ellos. Pero con demasiada frecuencia ese talento languidece por la falta de salidas y empleos mal pagados. Como resultado, muchos optan por dejar atrás su amada España. No tendría por qué ser así y estoy convencida de que el país puede hacerlo mucho mejor.
Si hubiera cobrado un dólar cada vez que me dijeron aquí que su región aspiraba a ser Silicon Valley sería rica
Si hubiera cobrado un dólar cada vez que alguien me dijo en España que su ciudad o región aspiraba a ser el próximo Silicon Valley ahora sería rica. Pero esa aspiración de innovación tecnológica como forma de obtener beneficios económicos obvia a menudo un paso clave en el proceso: Silicon Valley debe gran parte de su existencia a la Universidad de Stanford, que es privada, y al ecosistema de educación pública de California en su conjunto.
Durante mis estudios en UCLA, muchos alumnos solíamos quejarnos de lo difícil que era competir en clase con estudiantes asiáticos que luchaban por obtener las mejores calificaciones. Ahora estoy agradecida porque eso me obligó a trabajar más duro. Pero lo que es más importante, muchos de aquellos estudiantes extranjeros que, llegados de todo el mundo, trabajaron de forma entusiasta en UCLA, en Berkeley, en Stanford y en otros centros, se quedaron tras la graduación en California y levantaron el Silicon Valley que conocemos hoy.
Por supuesto que no todo es perfecto en California: en áreas ricas, como mi ciudad natal de San Carlos, hay escuelas maravillosas, pero no las encuentras en las zonas más pobres. La Universidad de California tiene 10 campus, 8 de los cuales han sido incluidos entre las 100 mejores universidades del mundo, (UC Berkeley quedó cuarta y UCLA, duodécima). Sin embargo, el sistema exige cada vez de mayores presupuestos y ha tenido que aumentar las tarifas de forma significativa.
También es importante tomar nota de que California es joven, que se convirtió en Estado en 1850. La Universidad de California, Berkeley, se fundó en 1868; Stanford, en 1885 y UCLA más tarde, en 1919. No fueron siempre universidades de nivel mundial. Han necesitado décadas, incluso siglos para convertirse en lo que son hoy.
España es ya uno de los destinos más importantes del mundo para viajar y para estudiar en el extranjero
España tiene algunas de las universidades más antiguas y más jóvenes del mundo, y no hay excusa para eludir el trabajo hacia la excelencia. Es una misión tan prioritaria como la reconstrucción de la economía nacional tras las crisis, y precisamente las universidades son la clave para la innovación que hace crecer la economía.
Y la realidad es que España ya está en el camino. Además del talento natural, España es un lugar fabuloso para vivir, muy parecido a California. No sólo el sol y el buen tiempo, sino la comida, el vino, el arte y la cultura son inigualables. Cuando le digo a la gente en California que vivo en España, su primera reacción es "¡Guau! ¡Qué suerte!". España es ya uno de los destinos más importantes del mundo para viajar y para estudiar en el extranjero por múltiples y merecidas razones. A la gente ya le nace el venir aquí, pero España necesita dar al mejor talento del mundo una razón para quedarse, y que no pase sólo un semestre o unas vacaciones.
Atraer a los mejores talentos crea un ciclo virtuoso, pues genera un estilo de vida y da pie a la creación de negocios, de innovación... Pero las grandes universidades no se consiguen sin una política seria de financiación. Y es necesario pagar a los profesores más que la miseria que ganan en la actualidad. También supone financiar la investigación y quitar las trabas a la creación de negocios.
Los beneficios económicos potenciales en juego son inmensos, pero la excelencia requiere un compromiso real. El engañoso atajo de Cifuentes para lograr un máster es sólo un síntoma de un sistema educativo que puede y debe mejorar mucho. Insisto, España no tiene escasez de talento y, como California, es un lugar muy deseable para vivir. España debería ser la California de Europa, donde no sólo sus propios ciudadanos puedan disfrutar de una educación de nivel mundial, sino que también sea capaz de atraer a personas de todos los rincones del planeta para construir una economía vigorosa.
*** Alana Moceri es analista de relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.