SÍ. Si Irene y Pablo, la realeza de Podemos, se hubieran casado este sábado en Windsor, con el boato propio del momento, vivirían en el Palacio de Kensington y nadie les estaría preguntando acerca de sus méritos y deméritos para tener una casa tan buena, tan jóvenes como son. Se sentirían tan tranquilos que no tendrían que convocar al pueblo, en este caso a las bases de Podemos, para someter a votación su futuro político con una pregunta no escrita: “O nosotros sí podemos tener chalet o no podemos seguir en Podemos”.
Eso sí, Irene y Pablo vivirían en una casita más pequeña que la de Galapagar: en 125 metros repartidos en dos habitaciones, con living, comedor y un mini jardín, que es el apartamento que Isabel II ha asignado a su nieto para iniciar una nueva vida con su esposa actriz. Nada ver con el chalet de casi 300 metros cuadrados y 2.000 de parcela comprado el pasado 9 de mayo por Pablo Iglesias e Irene Montero.
Lo cierto es que el asunto del chalecito de 600.000 euros de Pablo Iglesias se ha convertido en el asunto inesperado de la semana en España, sin que gravísimas cuestiones como la continuidad del golpe de Estado en Cataluña le hayan hecho la sombra. Y no ha de extrañar porque la dacha en Galapagar (Madrid) de los líderes de Podemos, más que asunto, es un trasunto (reflejo o representación fiel de algo) de alto contenido bíblico, filosófico, literario, médico y político. Todo a la vez. Así como suena.
1. Bíblico. Sí, porque a Irene y a Pablo no se les ha caído el chalet encima; ha sido la montaña entera. ¿Cuántos sermones de la montaña lleva aguantando España desde aquel 15-M en el que, principalmente, los precursores de Podemos tomaron las plazas contra la injusticia y la desigualdad? De aquel sermón de la montaña de Jesús en las colinas de Galilea, en torno al año 30 de nuestra era, a las soflamas de Pablo Iglesias en las calles, en las teles o en el Congreso de los Diputados. En aquel sermón bíblico, según recoge San Mateo, además del Padrenuestro fue muy comentada una frase pronunciada por el joven líder judío surgido de la nada: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Acertada recomendación de Jesús, incumplida hasta la saciedad por Pablo, el profeta fundador de Podemos y sus iglesias. Por la boca muere el pez y el juez Pablemos por sus palabras.
2. Filosófico. Uno de los ejes de la filosofía ha sido la distinción entre la apariencia y la realidad. Los presocráticos insistían en que la naturaleza es engañosa: una cosa era la realidad y otra, su manifestación externa. Heráclito creía que el mundo, pese a su apariencia, estaba hecho de fuego. Parménides, que nada se movía. El mismo Aristóteles estableció un silogismo para distinguir apariencia y realidad: “Todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre; por tanto, Sócrates es mortal”. A todos los hombres/mujeres les gusta un chalet con piscina y césped; Pablo e Irene son un hombre y una mujer; por tanto, a Pablo y a Irene les gusta tener un chalet.
3. Literario. Propongo que Pablo e Irene presenten al próximo Premio Nacional de Relatos Cortos su explicación de por qué se han comprado un chalet y cómo van a pagarlo. El comunicado de unas 800 palabras oscila entre la égloga La felicidad de la vida del campo, de Iriarte (1779), y La vida retirada, de Fray Luis de León, cuando acaba diciendo: “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”.
Ahora que lo pienso bien, el comunicado publicado por la pareja en Facebook más parece un trasunto de El cuento de la lechera de Samaniego, en aquella fábula que describe la loca fantasía de una lechera, con los palacios que fabrica el viento, cuando llevaba en la cabeza el cántaro al mercado “con aquella presteza” que va diciendo a todo el que lo advierta: “Yo sí que estoy contenta con mi suerte”.
La lechera especula mentalmente: con el dinero obtenido por la leche del cántaro compraré huevos, de los que saldrán pollitos, con ellos un cochino, de éste, una robusta vaca y ternero, y con ellos una granja con su cabaña. Enajenada por la alegría, del brinco se le cayó el cántaro y con él su sueño. Que es lo que parece haberles pasado a Irene y Pablo.
Cámbiese cántaro y leche por urnas y votos, pollitos y cerdos por sueldos como diputados y dirigentes de Podemos, y vaca y ternera por la herencia de los padres de Irene y Pablo (hijos únicos). Sobre todo la de él, porque como explica sin rubor el comunicado de la pareja de estadistas: “Los padres de Pablo han ganado más; su padre es inspector de Trabajo (jubilado) y su madre abogada laboralista (jubilada); tenían buen sueldo, sobre todo su padre, y le dejarán una herencia que nos ayudará”.
El padre de Pablo Iglesias, Francisco Javier Iglesias, es joven, tiene 64 años, y sus hijos están haciendo ya cuentas con sus ahorros. Se ve que en esto los líderes de Podemos no estiman a Engels, el amigo mecenas de Marx, para quien el origen del perverso sistema capitalista está en la familia y en las herencias de padres a hijos.
4 y 5. Médico/político. Al señor P. y a la señora I., como tantos militantes extremos de la izquierda, parecen sufrir la grave enfermedad descrita por el doctor Oliver Sacks en su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, en el que relata 20 casos clínicos.
Uno de ellos es el de la señora S. Se quejaba ella de que las raciones que recibía en la institución donde se hallaba recluida eran demasiado pequeñas. En realidad no era así. La señora S. sólo comía de la parte izquierda de su plato; directamente no veía el resto de la comida al padecer una lesión en las partes posteriores y más profundas del hemisferio cerebral derecho.
Algo parecido sucede a extremistas políticos de izquierdas y también a los de derechas. Depende del hemisferio ideológico dañado que se padezca. Pablo Iglesias sólo veía excesos en un lado. Cuando se supo que el ministro Luis de Guindos había comprado un ático de lujo en La Moraleja (Madrid) por cerca de 600.000 euros, lo mismo que él e Irene Montero han gastado en Galapagar, se lanzó sobre él tachándole de especulador. Cuando se conoció que Ramón Espinar, su hombre de confianza en la Comunidad de Madrid, compró en 2010 una vivienda protegida por 146.224 euros y el entonces estudiante, sin llegar a ocuparla, la vendió unos meses después ganando en la operación 30.000 euros, Pablo Iglesias afirmó que Espinar, situado en el lado de su plato, obró como debía.
“¡Lo que podía haber hecho es regalar la vivienda!”, contestó con ironía Iglesias a los críticos con la operación. Y añadió: “Parece que los de Podemos no podemos vender una vivienda…”. O comprar un chalet, que es lo que Irene y él acaban de hacer en Galapagar.
Irene, Pablo: no estáis enfermos aunque sólo veáis la paja en el ojo ajeno. Simplemente, como hace un par de años me decía el líder del PNV Iñaki Anasagasti acerca de la integración en el sistema de los proetarras de Bildu: “A todos nos gustan los langostinos, el jamón de bellota y pisar moqueta”. Sí, todos queremos una vivienda digna/un chalet. La joven diputada Irene Montero lo anunció por escrito en su CV entregado en el Congreso: “Nacida el 13 de febrero de 1988. Licenciada en Psicología. Actualmente realiza su tesis doctoral. Aprendiz de la lucha por el derecho a un chalet”. Perdón, entonces escribió “a una vivienda”. (Si en el referéndum gana el sí, el chalet de Galapagar se convertirá en la Casa Nacional del Pueblo; en este caso de Podemos, aunque no quepan todos).