Demografía en la democracia
El autor analiza los cambios de población que ha registrado España en los últimos 40 años y apunta algunos de los importantes efectos que producirán en la sociedad.
Han transcurrido cuarenta años desde la aprobación de la Constitución Española, y en ese tiempo, en el país y en sus gentes, se han producido muchas transformaciones que han conducido a una sociedad muy diferente a la que había cuando se produjo el paso hacia la democracia.
Una de las variaciones más silenciosas, y que sin embargo tiene gran influencia en la vida diaria de las personas y en la economía en general, ha sido el cambio en la estructura y distribución de la población. Cambio que ha estado enmascarado por diversos factores (inmigración, aumento de la duración de la vida…) que han hecho que tanto la sociedad, en general, como la clase política y dirigente, no le hayan prestado la atención que el fenómeno requería.
Los efectos de las modificaciones en la estructura de la población se notan a largo plazo y se producen de forma casi imperceptible a ojos de la vida diaria. Solo si comparamos periodos de tiempo separados podemos apreciarlos en su magnitud.
De entre estos cambios, uno de los más notables ha sido las modificaciones que se han producido en la pirámide de población.
En el año 1978 los habitantes menores de 16 años suponían casi el 29% de la población, totalizando algo más de 10,5 millones de personas; mientras que, en el año 2017, el porcentaje de este grupo se había reducido a solo el 16%; es decir a casi la mitad del peso que tenía en la pirámide de población de hace 40 años. Este grupo de edad, en el año 2017, no llegaba a los 7,5 millones, unos 3 millones menos de personas que en el año en que se aprobó La Constitución, a pesar de que en estos años los habitantes en España han aumentado en casi 10 millones de personas.
Por contra, el grupo de personas de 65 años y más, ha pasado de ser algo más del 10% de la población en 1978, es decir casi una tercera parte de lo que representaba el grupo de los menores de 16 años en aquellas fechas, a ser casi el 19% de los habitantes cuarenta años más tarde. Esto supone que hoy en día hay más habitantes mayores de 65 años, algo más que 8.8 millones, que menores de 16 años.
Hoy en día hay más habitantes mayores de 65 años, algo más que 8.8 millones, que menores de 16 años
Estos cambios se están produciendo de forma muy rápida a efectos de vida humana, ya que, si nos fijamos en las gráficas de población, el número de los que, en el año 2017, tenían 40 años eran casi el doble de los que tenían 20 años, de unos 807.000 a unos 436.000. Es decir que, por cada dos personas de 40 años, prácticamente solo hay una persona de 20.
Esta reducción progresiva de las generaciones prácticamente comenzó con la democracia; ya que, como puede observarse en las mencionadas gráficas, el descenso de los efectivos en los años sucesivos se inicia en las personas que tienen hoy alrededor de 40 años. Asimismo, este hecho de la reducción progresiva de las generaciones se puede asimismo constatar si comparamos a los nacidos en las fechas a las que me estoy refiriendo. En efecto, en 1978 los nacidos ese año eran casi 645.000, mientras que, en el 2017, el número de los nacidos se ha reducido a casi 410.000, cifra que es prácticamente un tercio de la de hace 40 años.
Coincidente en tiempo con esta modificación en la estructura de edades se ha producido un notable cambio en la ubicación de la población, que está produciendo auténticos desiertos poblacionales en determinadas zonas del territorio.
En efecto, si nos fijamos en cómo ha variado el número de habitantes por comunidades autónomas, podemos observar que la población se está concentrando en la costa mediterránea, con incrementos porcentuales de población de 86% en Baleares, 60% en Murcia, 41% en la Comunidad Valenciana, 33% en Andalucía, 30% en Cataluña; en Canarias, un incremento del 65% y Madrid, un 46%. Todas ellas por encima del incremento porcentual de población en esos años, que ha sido de un 27%.
La población está migrando de las regiones que dan al mar Cantábrico y también de la zona oeste
Por el contrario, la población está migrando de las regiones que dan al mar Cantábrico y de la zona oeste, habiendo comunidades que han bajado su población, como: Asturias y Castilla-León, con un descenso de alrededor del 6,8%; Galicia y Extremadura con descensos de alrededor del 2%; o que apenas la han variado, como el País Vasco que solamente se ha incrementado un 4,4%. Esto está conduciendo a estas regiones a una sociedad que tiende al envejecimiento y a la pérdida de peso económico relativo ya que las personas que están emigrando de ellas suelen ser jóvenes preparados que buscan oportunidades de trabajo en otros lugares.
¿En los próximos años, qué efectos tendrán estos cambios en la sociedad española?
Unos de los más probables es el del incremento de los flujos migratorios para llenar el vacío poblacional que se está produciendo, motivado por el descenso de la población joven, que hará que continúe bajando el número de nacimientos; ya que, aunque se recuperaran las tasas de nacimiento de los años sesenta, situación no previsible actualmente, el menor número de mujeres en edad fértil conducirá a la mencionada bajada.
La llegada de estos inmigrantes dará como resultado cambios notables en las modos y usos de la sociedad resultante, ya que las personas que nos lleguen habrán sido educados en sus culturas de origen y según vayan aumentando su peso numérico e influencia en la vida social, política y económica, irán introduciendo, aunque adaptadas, parte de esas raíces culturales en la vida diaria.
Por otra parte, uno de los efectos más visibles tendrá lugar en las necesidades de equipamientos sociales, que llevarán a la desaparición de centros de educación por falta de alumnado, y al aumento del número de centros dedicados a la atención de mayores; hecho que ya se está dando actualmente.
Asimismo, la economía también se verá influenciada, ya que las necesidades y volumen de consumo de bienes y servicios de una persona que inicia su vida independiente (vivienda, transporte, sanitarias, trabajo, ocio, familiares…) son muy distintas a las que requiere una persona que se encuentra en las edades de jubilación.
Estos y otros cambios que se producirán afectarán a diferentes campos de la actividad social por lo que debemos mentalizarnos que tendremos que adaptarnos a ellos, ya que se llevarán a cabo de forma inevitable, dado a que las causas que darán lugar a ellos se engendraron hace muchos años.
*** Felipe Baselga es ingeniero de Montes. Ha sido director general de Estadística del Ayuntamiento de Madrid y miembro del Consejo de Empadronamiento.