Esta semana escuché una frase que probablemente defina a la perfección el sentir de una gran parte de afiliados de mi partido. Preguntado por los motivos que le habían llevado a confiar en otras formaciones políticas, un señor anónimo contestaba “yo sigo siendo del PP, el que ha dejado de serlo es el propio partido”.
Pensé mucho en ello. Cuántos españoles seguirían confiando en nosotros si sólo tuvieran que votarnos por las ideas que supuestamente defendemos y no por las decisiones que hemos tomado.
Si vieran que prometimos luchar ferozmente contra el nacionalismo mientras esperábamos a que las decisiones judiciales sustituyeran a las políticas en Cataluña, si olvidaran que prometimos bajarles los impuestos mientras los hemos estado manteniendo o subiendo pudiendo recortar aún más el gasto público, si recordaran que les prometimos que acabaríamos con leyes de educación deficientes para ser una nación en la que prime la meritocracia y la eficiencia.
Precisamente por ello hace unas semanas escribía en este mismo periódico que el Partido Popular, lejos de tener un problema de liderazgo que resolver, debía centrarse en rearmarse ideológicamente para volver a ilusionar a los españoles. Este Congreso, al igual que los últimos años de gestión de nuestra formación, no se planteó en esos términos.
No nos enfrentamos a un mero relevo de equipos en una situación de legítimo traspaso generacional
Tanto es así que en el cónclave que se celebrará en las próximas semanas ni siquiera habrá ponencias para debatir sobre qué tipo de partido quiere ser el PP en lo sucesivo, o qué proyecto defiende uno u otro candidato para estar al frente del mismo. Éste no es un problema menor. No nos enfrentamos a un mero relevo de equipos en una situación de legítimo traspaso generacional ordinario.
Estamos en una situación en la que, en tan solo cinco años, hemos pasado de ser la formación hegemónica del centro-derecha español a que la mayoría de encuestas nos pronostiquen por debajo de los 100 diputados aún estando en la oposición.
Se ha hablado de la corrupción como el principal escollo electoral de nuestro partido, pero no parece razonable que sea el único factor en un contexto en el que la mayor lacra inherente a la Administración Pública se manifiesta no sólo como algo exclusivo del PP, sino como un problema transversal para todos los partidos.
El problema de nuestra formación no es, tampoco, que los liberales -entre los que me incluyo- nos hayamos sentido huérfanos durante el último Gobierno. El verdadero drama del PP es que el equilibrio ideológico entre conservadores, democristianos y liberales ha desaparecido. Y no lo ha hecho porque una corriente se haya superpuesto a las demás, o porque determinados principios se hayan convertido en mayoritarios después de un sano debate interno.
El PP no puede ser el partido hegemónico del centro-derecha si no sabe qué ideas definen el centro-derecha
La desafección que está sufriendo el Partido Popular se debe, precisamente, a que la ideología ha dejado de tener cabida en él. Muchos militantes creemos que el PP no puede ser el partido hegemónico del centro-derecha si no sabe qué ideas definen a una formación de centro-derecha.
Nos hemos conformado con ser unos buenos gestores olvidando que los ciudadanos nos votan porque nos presumen una idea de España que parece que nosotros somos los únicos que no tenemos clara.
Llegamos al Gobierno de la nación planteando un programa electoral ambicioso en lo económico y en lo social que hemos obviado por unos complejos impropios de una formación con un respaldo electoral tan firme como el que tuvimos en 2011.
¿Por qué no cambiamos la Ley Electoral? ¿A qué esperábamos para derogar la Ley de Memoria Histórica? ¿Qué ha pasado con la ley de educación? ¿Y el debate sobre la ley del aborto? ¿Y sobre el reparto de competencias? ¿Qué hay de la liberalización de sectores estratégicos? ¿O del papel de España en el mundo?
Algunos no nos resignamos a que, como decía aquél señor, el PP haya dejado de representar al PP. En ese sentido, hace unas semanas, Percival Manglano y yo presentamos un documento de casi 80 páginas que cuenta con las ideas de los principales representantes del liberalismo español. En él expusimos medidas de regeneración del propio partido y del sistema institucional, hablamos sobre cómo defender la unidad de España e hicimos propuestas en distintos ámbitos sectoriales sobre cómo es el modelo de gestión liberal en diversas políticas públicas.
El único candidato que ha dado cabida a lo que defiende la corriente Regeneración Liberal es Pablo Casado
Nuestra intención era que los candidatos no pudieran limitarse a hablar de sus cualidades personales y tuvieran una base ideológica a la que sumarse o sobre la que discrepar. Y, humildemente, creo que lo conseguimos. Muchos candidatos hicieron suyo un altísimo porcentaje de nuestro documento, e incluso hemos observado que algunas de sus manifestaciones son una reproducción literal de nuestras ideas.
El objetivo era que durante la primera vuelta se potenciara entre los seis aspirantes un sano debate de ideas en el que fuera más importante qué quería ser el PP antes que quién iba a liderarlo, y en esa línea no podemos estar más satisfechos con la gran mayoría de aspirantes. Precisamente por eso, porque algunos ya han debatido en los términos de ideas que reclamábamos, en esta segunda vuelta la corriente Regeneración Liberal no puede ser equidistante.
Planteamos un modelo de partido en el que el PP pudiera volver a ser el PP, y en esta segunda vuelta el único candidato que ha dado cabida a lo que defendemos es Pablo Casado. La idea sobre el futuro de nuestra formación, los principios que debe defender, su modelo de regeneración, de lucha contra los nacionalismos y su proyecto de país es, en una gran mayoría de los casos, coincidente con la nuestra.
A lo largo de estas semanas ha hecho suyas muchas de las ideas que reclamábamos desde Regeneración Liberal. Ha defendido que la ideología debe ser el pilar sobre el que se asiente nuestra formación, y ha argumentado que con la unidad de España no caben concesiones ni medias tintas. En definitiva que, como argumentamos nosotros, el Partido Popular no se debe limitar a comentar la actualidad, sino que debe impulsar los grandes debates que necesita España.
El rearme ideológico es la última esperanza que tiene el Partido Popular para volver a ser el referente que fue
Regeneración Liberal cree que volver al poder es importante, pero mucho más aún es saber para qué queremos hacerlo. Algunos dicen que Pablo Casado no es el candidato perfecto, pero es incontestable que las ideas que defiende sí que lo son.
Nosotros, por nuestra parte, estaremos ahí para recordarle siempre que ha sido gracias a la batalla de ideas que ha planteado, y al liberalismo que ha abrazado, por lo que ha devuelto la ilusión a una parte tan importante de nuestra formación.
Porque como decía Milton Friedman, los gobiernos no aprenden jamás, pero las personas sí lo hacen. Porque el rearme ideológico del Partido Popular es la última esperanza que tiene nuestra formación para volver a ser el referente que durante tantos años fue. Y es que, Pablo, mientras sigas en esta línea confiaremos en ti.
Yo me comprometo a hacerlo personalmente. No nos decepciones.
*** José Ramón Bauzá es senador del Partido Popular y fue presidente del Govern Balear (2011-2015).