Srebrenica es recordado como un enclave en Bosnia-Herzegovina donde, a partir del 11 de julio de 1995, se cometió el mayor genocidio acontecido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en un par de días fuerzas serbias masacraron a cerca de 8.000 musulmanes bosnios.
A pesar de haber transcurrido 23 años de estos hechos, solo se habla de los principales criminales responsables, Slobodan Milosevic, el general Ratko Mladic y Radovan Karadzic, pero poco o nada de la enorme responsabilidad de la comunidad internacional en este abominable crimen cometido en la Europa de Maastricht .
Indiferencia , prejuicios anti musulmanes y hasta complicidades de algunos de los principales países, y hasta del entonces secretario general de las Naciones Unidas Boutros Ghali, se sumaron para no detener semejante tragedia. Por su inacción cargan también una pesada carga de responsabilidad por el surgimiento de actos terroristas que el mundo comenzó a experimentar a partir de ese momento.
¿Y cómo puedo afirmar todo esto? De partida, señalar que como embajador de Venezuela ante la ONU fui parte del Consejo de Seguridad en el periodo 1992-93 justo al inicio de estos horribles acontecimientos, y por lo tanto muy involucrado en el proceso.
Se encubrió una guerra de conquista por parte de los serbios con la excusa de la confrontación religiosa
De seguidas, es importante recordar que para ese momento los únicos países sancionados justamente por el Consejo de Seguridad eran Irak y Libia, ambos musulmanes. Uno por invadir Kuwait y el otro por la voladura del avión de Panam sobre Lockerbie. Simultáneamente, la llamada vía árabe reclamaba que se actuaba con decisión para sancionar a países musulmanes, mientras que cuando otro país básicamente musulmán -Bosnia-Herzegovina- era atacado, no había la misma reacción por parte del Consejo, que repentinamente decidió que Bosnia no era un país europeo, sino musulmán, y por lo tanto -en su criterio-, peligroso e inconveniente.
Por su parte, los bosnios creyeron ingenuamente que Europa impediría que fuesen masacrados en Bosnia por las fuerzas serbias, armadas y apoyadas por el dictador Milosevic. Semejante confianza les costó la pérdida de dos terceras partes de su territorio, la muerte de 200.000 de sus habitantes, la violación de 20.000 mujeres y el desarraigo de sus hogares de casi un millón de personas.
Como si semejante tragedia no fuese suficiente, la comunidad internacional le impuso a lo que quedaba de Bosnia-Herzegovina la paz del Acuerdo de Dayton orquestado a la medida de la parte serbia, institucionalizando la abominable modalidad del apartheid en el corazón de Europa. Apartheid que la propia ONU había contribuido a erradicar en Sudáfrica. En Bosnia no ya de carácter racial, sino religioso.
En mi criterio, no cabe sino calificar de perversa la política de los principales miembros del Consejo que, en colaboración con la Secretaría General, encubrieron lo que era una guerra de conquista territorial por parte de los serbios por una supuesta confrontación religiosa, con gravísimas consecuencias desde ese momento al introducir el tema religioso en Europa.
La llamada 'zona segura' parecía un campo de concentración donde los guardianes eran los cascos azules
Alarmados por la inacción del Consejo para detener la tragedia -que se limitaba a aprobar innumerables resoluciones en las cuales equiparaban amoralmente a las partes, como si agresores y víctimas fueran iguales-, nos llevó al grupo de los no alineados en el Consejo a convocar una reunión urgente en la cual logramos que por primera vez en su historia se enviase una misión de sus integrantes a un teatro de guerra. Tuve el privilegio de presidir esta misión, que nos llevó en abril de 1993 a la Croacia de Tudjman, a la Serbia de Milosevic y a la Bosnia de Itzebegovic sitiada por las fuerzas criminales del general Mladic y de Radovan Karadzic.
Tan pronto nos reunirnos en Sarajevo con los integrantes de la misión de UNPROFOR, o sea la fuerza de protección de las Naciones Unidas, comenzamos a percibir que durante casi dos años habíamos estado desinformados de la verdadera tragedia que estaba ocurriendo en Bosnia, que supuestamente estaba bajo la protección de sus cascos. En tres palabras: nos tenían engañados.
Pero el Consejo es el reino de la impunidad; no importa la naturaleza del delito que cometa por acción u omisión, tal como el caso de genocidio en Srebrenica. Milosevic, Karadzic y Mladic no podrían haber cometido tan abominables crímenes de no contar con la indiferencia y pasividad de los principales miembros del Consejo. Desde Srebrenica declaré a los medios que un genocidio en cámara lenta estaba siendo ejecutado en Srebrenica. Que la llamada zona segura parecía un campo de concentración donde los guardianes eran los propios cascos azules.
Al regreso de nuestra misión intervine en el Consejo de Seguridad para reclamarles que su pragmatismo y pasividad pareciera no querer advertir las consecuencias que tendrían las barbaridades que se estaban cometiendo en Bosnia. Consecuencias no sólo de carácter militar sino que también se proyectaban en la dimensión moral y ética, al permitir que se practicara la limpieza étnica y se promoviera la constitución de nuevos estados étnicamente puros en medio de Europa.
No es necesario especular que si la comunidad internacional hubiese intervenido en defensa de Bosnia la valorización de Occidente por parte del mundo musulmán sería muy distinta. Y me atrevería a afirmar que habría influido positivamente en su comportamiento.
*** Diego Arria fue embajador de Venezuela en la ONU y hoy vive exiliado como opositor al régimen de Nicolás Maduro.