Es difícil saber si la huida de Íñigo Errejón hasta los brazos de Manuela Carmena será el último clavo en el ataúd de Podemos. Pero la implosión de la formación que nació con el 15-M para acabar convertido en el proyecto personal de Pablo Iglesias es ya evidente. Son muchas las causas de esa implosión (su estructura confederal, la mejora de la economía, la desmovilización de su militancia, el cainismo interno) pero estas son las ocho principales.
1. Rechazar el pacto PSOE-Cs en 2016
Pocas veces se puede determinar con tanta precisión el momento en que un partido político detiene una trayectoria ascendente que parecía imparable y se precipita pendiente abajo hacia la inanidad política. Para la formación anticapitalista, ese momento fue junio de 2016, cuando Pablo Iglesias rechazó sumarse al pacto al que habían llegado PSOE y Ciudadanos tras las elecciones generales ganadas por el PP de Mariano Rajoy.
"Sólo existen dos posibilidades de gobierno: una gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos, o un gobierno de cambio PSOE-Podemos-IU" dijo Iglesias entonces para justificar su "no". El resultado final del órdago del líder de Podemos es conocido. Su negativa fue la llave que necesitaba Mariano Rajoy para abrir la puerta de la presidencia del Gobierno.
Otros prefieren situar la zona cero de la implosión de Podemos en la decisión de sumar a IU al proyecto. Una IU que jamás fue nada más que el refugio del comunismo español más carpetovetónico, puro salfumán para las urnas. Pero esa, la de la sumisión voluntaria a Podemos de uno de los partidos históricos españoles, sólo fue una de las brasas que calentaron la olla del endiosamiento de Pablo Iglesias. Precisamente el siguiente punto de la lista.
2. Ortodoxia y endiosamiento: una mala combinación
La mala decisión de Iglesias en junio de 2016 suele analizarse de dos maneras distintas. En primer lugar, como la victoria de los ortodoxos frente a los pragmáticos. Un dilema al que deben enfrentarse en un momento u otro todos los partidos con vocación de movimiento y que Podemos resolvió en sentido contrario a como lo hizo Vox hace sólo unos días en Andalucía.
En segundo lugar, como el error fatal de un Iglesias henchido de ambición y convencido por su corte y por las redes sociales de que una negativa al pacto con el PSOE y Cs facilitaría el sorpaso de Podemos a los socialistas e, incluso, una futura presidencia del Gobierno para él.
A día de hoy, todavía parece difícil de creer que Pablo Iglesias pudiera llegar a creerse su propia quimera. La de una formación de extrema izquierda anticapitalista, antisistema y blanqueadora de dictaduras socialistas y nacionalismos étnicos ganando unas elecciones en España empujada por unas masas populares que sólo existen ya en las fantasías más ingenuas de los estudiantes de primer curso de Ciencias Políticas.
3. El chalet de Galapagar
Lo que en cualquier otro político habría pasado prácticamente desapercibido se convirtió para muchos de los simpatizantes de Podemos en la prueba de que el partido era ya tan casta como el que más. Porque Pablo Iglesias y el resto de líderes de la formación habían hecho del orgullo de clase (la clase de "los de abajo" frente a la "casta extractiva" de "los de arriba") uno de los pilares de su acción política. Y eso pesar de formar parte en su amplia mayoría de los estratos sociales más acomodados de la sociedad española, como demuestran los casos de Rita Maestre, Carolina Bescansa, Ramón Espinar, Íñigo Errejón o el mismo Pablo Iglesias.
La contradicción, insoslayable en algunos casos, fue toreada con mayor o menor fortuna por el partido hasta que Pablo Iglesias e Irene Montero pagaron 600.000 euros por un chalet con piscina y terreno de dos mil metros cuadrados en el acomodado barrio madrileño de Galapagar. No contentos con ello, forzaron a la militancia a avalar la compra mediante un esperpéntico referéndum que, como es público, arrojó el resultado deseado por la pareja.
4. El núcleo irradiador
Ningún otro partido en España ha representado mejor en España ese chiste de Chumy Chúmez protagonizado por un progre que mira con desprecio a un grupo de obreros mientras se dice a sí mismo "a veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero El capital".
La frase de Errejón "la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales" se ha convertido ya en el arquetipo de la verborrea banal con la que los universitarios del progresismo regresivo alimentados con Gramsci, Laclau, George R.R. Martin y poco más enmascaran la banalidad de unos planteamientos políticos del grosor intelectual de un folio. Del afán de la extrema izquierda, en fin, por marcar distancias con ese "pueblo" y esa "gente" a la que dice representar pero a la que considera, en realidad, un hatajo de analfabetos embrutecidos incapaz de comprender lo que le conviene.
Que "lo que le conviene" a la "gente" suela coincidir con lo que le conviene al "núcleo irradiador de Podemos" es otra de esas paradojas a las que los líderes de la formación siguen sin poder dar respuesta a día de hoy.
5. El personalismo
No existe mayor tabú entre la prensa española que el de la relación entre los humores sentimentales y sexuales del líder de Podemos con el devenir del propio Podemos. Cuando Iglesias finalizó su relación con Tania Sánchez, la relegó al gallinero del Congreso de los Diputados y sentó a su lado a su nueva pareja sentimental para convertirla en la número dos del partido, no hubo un solo medio de prensa, de radio o de TV en España que reaccionara tal y como habría reaccionado en el caso de que hubieran sido Mariano Rajoy, Albert Rivera o Santiago Abascal los que actuaran de esa manera.
Que del núcleo fundador de Podemos sólo quede ya al frente Pablo Iglesias tras purgar a todos aquellos que suponían el más mínimo peligro para su liderazgo sólo confirma que Podemos jamás ha sido un partido sino la aventura personal de un líder de ambiciones napoleónicas que inventó Podemos, que lo gobernará mientras él quiera y que, a su marcha, lo dejará todo "atado y bien atado".
6. El nacionalismo catalán
Podemos no ha sido el primer partido de izquierdas español que se ha aliado con el nacionalismo de la extrema derecha burguesa catalana de ERC, Convergencia y la CUP con la esperanza de que esta actúe como la fuerza de choque que le quiebre las piernas al régimen del 78 y le permita ocupar al poder sin depender de ese molesto trámite llamado 'elecciones democráticas'. Tampoco ha sido el primer partido que se ha creído ingenuamente las proclamas republicanas de un nacionalismo que primero fue constitucionalista, luego autonomista, luego federalista, luego independentista y ahora antifranquista, frentepopulista o lo que se tercie con tal de enmascarar sus verdaderas pulsiones primarias: el racismo y la insolidaridad fiscal.
Pero sí ha sido Podemos el primer partido capaz de reunirse furgoneta con cristales tintados mediante en la mansión de un multimillonario comunista con el beato líder de maneras jesuitas de una formación de ultraderecha nacionalista como ERC: una trama que haría las delicias conspiranoicas de un hipotético Oliver Stone de derechas. De lo hablado en aquella reunión no existen como es obvio pruebas escritas. Nadie duda, en cualquier caso, de que la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez hasta la Moncloa a lomos de una insólita alianza de nacionalistas supremacistas, filoetarras y populistas de extrema izquierda tuvo mucho que ver con ella.
7. Una ideología de sal gorda
¿Qué partido que aspire a gobernar en un país civilizado puede permitirse el lujo de una retórica de casa okupada como la del partido de Pablo Iglesias? Podemos no trajo el populismo a España, ese honor le corresponde a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero sí fue el partido que abrazó con menos complejos las tácticas del populismo para ofrecerle a un público resentido con entelequias de trazo grosero como "el sistema", "el capitalismo" o "los poderosos" soluciones maniqueas envueltas en retórica revolucionaria y estética de litrona mañanera legañosa en la cafetería de una facultad de letras cualquiera.
No ha destacado Podemos por sus aportaciones a la ciencia política, jurídica o sociológica española, pero si por la agresividad de la verborrea, en muchas ocasiones grotesca, de personajes como Pablo Echenique, Juan Carlos Monedero o Teresa Rodríguez. Una Teresa Rodríguez que, tras negarse a aplaudir a las víctimas de ETA durante la investidura de Moreno Bonilla como presidente de la Junta de Andalucía, se atrevió a llamar "pistolero" a un Santiago Abascal que ha vivido la mayor parte de su vida amenazado por la banda terrorista nacionalista vasca. Es sólo un ejemplo de los muchos que atesora Podemos en su haber.
8. El desprecio por España y los españoles
La mayor de las contradicciones de los líderes de Podemos es la que les lleva a presentarse a las elecciones de un país que aborrecen. Todos los países cuentan con un reservorio de ciudadanos refractarios a los grandes consensos democráticos, culturales y morales del momento. Pero ningún partido como Podemos ha aspirado a gobernar gracias a ellos y con la ayuda de ese segundo reservorio de ciudadanos que no se limitan a discrepar de esos consensos, sino que además pretenden destruir el Estado que los protege. Es decir con la ayuda de los nacionalismos regionales.
Sumemos al cóctel el desprecio de Podemos por esas clases populares que sus líderes consideraban de su propiedad y que ahora andan moviéndose en masa hacía Vox, un fenómeno habitual en los países de nuestro entorno más próximo, y la pregunta surge por sí sola. ¿Por qué quiere Podemos gobernar un país que odia habitado por unos ciudadanos a los que desprecia?