15 años de una gran manipulación
El autor, ingeniero y estudioso del 11-M, repasa las graves irregularidades cometidas en la investigación desde el mismo momento de los atentados.
Han pasado 15 años desde el 11 de marzo de 2004, 15 años desde el mayor atentado terrorista de la historia de Europa. Pero también 15 años desde que comenzó la posiblemente mayor manipulación investigadora de un atentado terrorista ocurrida en España y la pertinaz negativa oficial a investigarlo.
Por mucho que se haya tratado de defender la normalidad en las actuaciones policiales y judiciales de las primeras horas posteriores al atentado, la realidad es que parecen evidentes unas graves irregularidades producidas en la investigación desde el mismo momento del atentado. Y asombra saber que esas irregularidades -que encaminaron de forma poco clara la investigación hacia un punto concreto- fueron finalmente clave en la sentencia dictada y pudieron constituir una clara escapatoria para un indeterminado número de planificadores, organizadores y autores del 11-M.
Se puede intuir que aquel 11 de marzo de 2004 se puso en marcha una diabólica maquinaria cuyo objetivo era ocultar la real autoría de la masacre sustituyéndola por otra improvisada, que fue la finalmente constituida como “versión oficial”.
Desapariciones de muestras; análisis increíbles
Desde los primeros momentos, surgió la polémica sobre la naturaleza del explosivo utilizado, la cual podía encaminar la investigación por dos caminos contrapuestos. Y esa polémica se vio enseguida alimentada por lo que parecía un evidente interés, por parte de algunos intervinientes, en enturbiar esa investigación.
La primera identificación del explosivo surgió de altos mandos policiales cuando hablaron de "titadyn con cordón detonante". La importancia de ese nombre se puso inmediatamente de manifiesto por la gran conmoción que provocó. Hubo desmentidos y discusiones sobre si fue o no pronunciado, pero el caso es que a partir de ahí se encadenaron una serie de hechos que parecían provocados precisamente para dificultar la investigación pericial de la real naturaleza del explosivo.
Desaparecieron multitud de muestras de restos de explosivo; tierras de cráteres y algodones impregnados con agua y acetona, que varios peritos afirmaron haber recogido, no aparecieron por ninguna parte; no se conocen las actas de recogida, ni el inventario, ni las fotos de las muestras recogidas; el acta del análisis químico efectuado en el laboratorio Tedax es un documento impresentable, en el que sólo se identifican “componentes de las dinamitas”, sin especificar cuáles son esos componentes.
¿Cómo es posible que se admita judicialmente que unos peritos actuaran con tamaña y gravísima falta de profesionalidad?
A pesar de lo impreciso de los resultados de esos análisis, el asunto culminó con la no entrega de las muestras al laboratorio de la Policía Científica, mucho mejor dotado que el de los Tedax y siempre, salvo en el 11-M, encargado de los análisis definitivos de los explosivos de atentados. El comisario Sánchez Manzano, jefe de los Tedax, explicó lo inexplicable en la vista oral, con el sorprendente argumento de que a la Policía Científica sólo se enviaban las “muestras pesables” de explosivo. Este argumento fue lógica y totalmente desmentido por Carlos Corrales, que el 11-M era el jefe de la Comisaría General de la Policía Científica. Pero el Tribunal ignoró ese asunto, no pidió explicaciones a Sánchez Manzano ¡y no pasó nada!
Limpieza y desaparición de los trenes
Pero el asunto no se limitó a las muestras, pues al tiempo que ocurría todo lo anterior y en las horas siguientes, se actuó en el propio origen de esas muestras, despojando a los trenes de toneladas de material próximo a los focos, material que fue retirado en camiones sin que nunca se haya sabido su destino.
No hace falta ser un especialista para saber que en ese material había información clave sobre los artefactos y sobre quienes los colocaron. Y pocos días después, sin saberse a ciencia cierta qué explosivo se había utilizado, sin haberse practicado las pericias necesarias en los escenarios del crimen, se desguazó y se hizo desaparecer lo que quedaba de todos los trenes menos uno, el de Santa Eugenia. No se tenía ni idea de en qué habían consistido los artefactos, pero se destruyeron los trenes que podían dar respuesta a esas dudas.
La mochila de Vallecas
Pero claro, si efectivamente se había hecho todo lo anterior para ocultar la naturaleza del explosivo, eso no bastaba. Si eso fue así, sería necesario introducir en la cadena investigadora otro explosivo que lo sustituyera y llevara la investigación en la dirección deseada. Para ello, y según todos los indicios, alguien montaría un artefacto explosivo en una bolsa y lo introduciría precipitadamente en la línea investigadora. Se trataba de lo que luego se denominó “mochila de Vallecas”, pues fue en una comisaría de Vallecas donde apareció, formando parte de una montaña de efectos personales recogidos en la estación de El Pozo.
El tribunal asumió sin parpadear que esa mochila procedía realmente de El Pozo. No se abrió ninguna investigación sobre la actuación de los agentes Tedax en esa estación, y eso que, según declaró alguno de ellos, antes de retirar los bultos extraídos del tren los revisaron hasta por dos veces. Pero al parecer, no les ocasionó sospecha alguna una bolsa de más de 10 kilos. En un tren allí situado acababan de explotar dos bombas y una tercera había sido desactivada por los artificieros, ¿y ni siquiera abrieron la mochila para ver su contenido? ¿Cómo es posible que se admita judicialmente que unos peritos actuaran con tamaña y gravísima falta de profesionalidad -incluso irresponsabilidad- y que nadie lo investigara?
Así pues, la investigación dio por auténtica la mochila de Vallecas y se olvidó de los 12 auténticos artefactos, los cuales no parece que fueran investigados por nadie, y ello a pesar de que dos de ellos fueron encontrados intactos y luego explotados por los propios Tedax al intentar desactivarlos. Se dio finalmente por bueno y lo asumió el tribunal en su sentencia, que esos 12 artefactos eran iguales a la mochila y que contenían su mismo explosivo -goma-2 ECO- sin que se encontrara elemento alguno que probase tal cosa.
La metralla
Pero de lo ocurrido después de esas primeras horas tras el atentado se puede deducir que surgió un grave inconveniente para la aceptación judicial de la mochila de Vallecas, con su goma-2 ECO. Y es que los artefactos que explotaron en los trenes no contenían metralla, como declararían más tarde varios de los agentes Tedax que recogieron muestras en los trenes. Así lo confirmaría después la doctora Baladía que, como directora del Instituto Anatómico Forense, coordinó y supervisó las autopsias de las víctimas. Ella declaró judicialmente que “en ninguno de los cuerpos había ni tuercas, ni clavos, ni tornillos”.
Las muestras de la más importante pericial carecían de cadena de custodia, y el tribunal no pidió explicaciones
Cuando el juez Del Olmo empezó a ordenar la realización de periciales sobre metralla, comenzaron a aparecer clavos y tornillos de características similares a los de la mochila de Vallecas, todo lo cual dio lugar a una increíble y no investigada serie de irregularidades en las sucesivas periciales realizadas con muestras que aparecían súbitamente en el momento oportuno, mientras que otras desaparecían o se trasformaban.
Todo ello culminó, ya en 2007, en la pericial realizada durante el juicio, cuyas muestras analizadas carecían de cadena de custodia, como denunciaron varios peritos de esa pericial y como demuestra la comparación de las fotos de las muestras tomadas en las periciales de diciembre de 2005 y mayo de 2007. Pero algo tan grave, algo que cuestionaba todas las periciales al no poder garantizarse la autenticidad de las muestras, no motivó investigación alguna. Las muestras de la más importante pericial carecían de cadena de custodia, y el tribunal no pidió explicaciones, lo asumió y dio validez a la pericial.
En los trenes habían quedado sin duda claros indicios de la naturaleza de los artefactos utilizados por los terroristas, pero alguien había ordenado destruirlos rápidamente. Si las bombas contenían metralla, habrían dejado su rastro en las paredes de los trenes. Nadie, que se sepa, lo comprobó antes de destruirlos.
En el colmo del disparate, la única pericial conocida sobre las explosiones en los trenes -realizada conjuntamente por peritos de la Policía y de La Guardia Civil- se hizo entre abril y junio de 2005, cuando sólo quedaba la posibilidad de investigar uno de los trenes, el de Santa Eugenia, pues los demás hacía más de un año que habían desaparecido. Pero a pesar de ser el único conservado, y mientras los peritos utilizaban para su trabajo fotos tomadas por municipales, ferroviarios y bomberos facilitadas por el juez Del Olmo, el tren fue ignorado en el acta de la pericial, como si no existiera.
No se encontró ningún componente de los 12 artefactos
Las desapariciones de indicios y muestras de los artefactos no se limitaron a los restos de explosivo y a la supuesta metralla, sino que incluyó los propios componentes de esos artefactos, tales como circuitos eléctricos, pilas, contenedores…Y es que, al parecer, nada de eso se encontró en los trenes. El propio comisario Sánchez Manzano, así lo dice en el libro que escribió sobre su actuación el 11-M2: "Hasta el día 25 de marzo de 2004, en los talleres centrales de reparación de Renfe, los Tedax de la Unidad Central buscaron elementos relacionados con los artefactos…. Los resultados de estas actuaciones constan en el acta incorporada al sumario, mediante oficio de 26 de marzo de 2004. En las búsquedas, no se encontró nada perteneciente a los artefactos".
Y es cierto que a "los talleres centrales de reparación de Renfe" de Villaverde se trasladaron efectivamente varios de los coches de los trenes que sufrieron el atentado. En cuanto a los resultados de esas búsquedas, habrá que suponer que están descritos en "el acta incorporada al sumario" mencionada por Sánchez Manzano, y en esa acta se daría también cuenta, lógicamente, de los desguaces que se estaban realizando esos días en Villaverde, a la vista de los Tedax y en los mismos trenes que éstos investigaban. Pero esa misteriosa acta no aparece por ningún sitio, y habrá que conformarse con la afirmación de que, "en las búsquedas, no se encontró nada perteneciente a los artefactos".
Entre los restos de 12 explosiones no se recogió absolutamente nada perteneciente a las bombas utilizadas
Así que, por increíble que parezca, entre los restos de 12 explosiones no se recogió absolutamente nada perteneciente a las bombas utilizadas, ni siquiera se consiguió recoger nada en las dos explosiones producidas al intentar desactivar dos de los artefactos.
Sin embargo, entre las muestras que llegaron a la pericial de explosivos de 2007 había algunas, recogidas en El Pozo, que llaman la atención por su naturaleza, Son las siguientes: Trozos de bolsa de tejido azul con cremallera. Hebilla y fragmentos de plástico. Restos de cilindro metálico y circuito electrónico. Pila de petaca. Escamas de color azul, bobina eléctrica y piezas metálicas. Fragmentos de lo que parece un teléfono móvil. Un cargador y una batería de 3,6 V.
Es fácil suponer que todas esas muestras tan especiales fueron recogidas porque podían haber formado parte de los artefactos, pero se desconoce si se investigó esa posible pertenencia.
Pero hay más aspectos sorprendentes en este asunto. El juez instructor emitió una providencia el 27 de abril de 2004. En ella, mes y medio después del atentado, se decidió a pedir información sobre los restos recogidos y posiblemente relacionados con las bombas, y ordenó el estudio de "sustancias, efectos, cables, detonadores" recogidos en la casa de Chinchón, en la Kangoo, y su comparación con el contenido de la mochila de Vallecas.
Lo asombroso es que se olvidase de pedir la comparación con los elementos más relacionados con las bombas, los recogidos en los trenes, como son las antes mencionadas muestras procedentes de El Pozo. Así que no se conoce pericial alguna que estudiase la posible pertenencia a las bombas o a sus contenedores de esos restos de tejidos, circuitos eléctricos, pilas, bobinas eléctricas, teléfonos…
Todo lo anterior no puede ser una casualidad. Es lógico deducir la existencia de una voluntad de tapar todo lo relacionado con los artefactos del 11-M, principalmente con el explosivo utilizado, para sustituirlo con la goma-2 ECO introducida en la mochila de Vallecas. Y también se puede deducir que los errores cometidos en ese empeño obligaron a actuar sobre otros elementos, fundamentalmente sobre una metralla inexistente en los trenes.
Si el explosivo del 11-M hubiese sido goma-2 ECO, se habría detectado sin lugar a dudas en numerosos análisis, numerosas habrían sido las muestras que lo habrían contenido con toda claridad. No olvidemos que fueron doce explosiones, y dos de ellas controladas.
No sabemos quién fue el cerebro del 11-M ni quiénes fueron todos sus ejecutores, pero tampoco sabemos quién pudo organizar, en su caso, el direccionamiento de la investigación del 11-M y quiénes pudieron intervenir en el asunto. No se conoce que se haya realizado ninguna investigación para identificar y llevar ante la Justicia a unos y otros.
*** Carlos Sánchez de Roda es ingeniero y autor del libro 'Los trenes del 11-M' (Última línea, 2015).