Si se analizan los resultados electorales del 26-M con la gramática bipartidista, victoria del sanchismo por goleada. Si nos fijamos en la tendencia electoral, en la evolución de los votantes, todo es más complicado. Los datos dejan una evidencia: el PSOE sube por el hundimiento de Podemos e IU, y el valor de sus votos se multiplica por la caída del PP. Territorio a territorio, aritmética electoral y tendencia electoral no coinciden.
Que el PSOE “ha ocupado el centro”, como proclaman, se contradice con los datos. Desde ese punto de vista, no hay cambios, los electores siguen donde estaban. La batalla por el centro se aplaza. El CIS de Tezanos –un libro abierto, como se dice en el mus– manifestaba un deseo que no se cumplió: él quería que el PSOE creciera y, a la vez, se mantuviera el voto de sus socios. Si sus deseos, recogidos en el barómetro, se hubieran cumplido, entonces sí, el sanchismo habría ocupado el centro. Pero no fue así, y Podemos e IU se hundieron. Eso es todo.
En un año hemos tenido de todo, y en el próximo podemos esperar más vaivenes. Eso explica que, desde el modelo mental del bipartidismo, los argumentos se cambien en semanas. Lo que no cambia: lo decisivo es lo que ocurra en el centro político. Los estudios de opinión demuestran que la demanda de ofertas centradas existe y crece, que lo que falla es la escasez de oferta en ese territorio político. La batalla está en el centro y el 26-M no la ha resuelto.
La partida se juega en el terreno de la estabilidad-inestabilidad. Es ahí donde el sanchismo se va a retratar. No hay milagro capaz de convertir en estabilidad política la dependencia de 42 diputados que son, ellos solos, un arca de Noé: Errejón contra Iglesias, Kichi contra Monedero, comunistas contra peronistas, anticapitalistas contra trasversales, a los que se unen mareas y comunes varios.
El partido de Albert Rivera tiene una gran oportunidad que nace de la propia inestabilidad que representa el sanchismo
Me pregunto cómo reaccionará este grupo cuando, por mandato europeo y necesidades de la estabilidad económica, los viernes sociales se conviertan en viernes de dolores y tijeras. Qué estabilidad se puede esperar de un PSOE convertido en sanchismo, de una fuerza política que acomoda en su seno aliados de soberanistas en Baleares, Navarra, País Vasco, y contemporizadores con el procés en Cataluña, ahora al frente del Congreso y el Senado. Tendrán que hacer horas extras quienes se han constituido en intelligentsia orgánica de apoyo al sanchismo para presentar como estable lo inestable. Y ya no cuelan excesos como los de Iñaki Gabilondo cuando alarma con el riesgo de “la vuelta al franquismo”.
El sanchismo nace y crece en la inestabilidad. Se entiende la preocupación de quienes, como Pedro J. Ramírez, apelan a la responsabilidad de Ciudadanos para evitar este futuro para España. Cierto, hay mucho en juego. Pero, para seguir la dinámica de pactos, tendremos que fijarnos, no en las declaraciones de Ábalos, cocinadas por el gurú de Pedro Sánchez cada día, sino en lo que dice el PNV. Ellos han marcado con precisión el cordón sanitario al que sirven sus seis diputados: que el PSOE “no se acerque a Ciudadanos”.
Los soberanistas del PNV hablan poco, pero se les entiende todo. Ellos sí saben qué hacer con España. Lo sabían Sabino Arana, Xavier Arzallus y los de ahora, en versión amable o radicalizada. Ya les va bien una España débil, y, como son buenos negociadores, sabrán sacarle compensaciones a Sánchez si tienen que ceder en Navarra. Le han tomado la medida al sanchismo.
No son los únicos en la ofensiva contra Ciudadanos, pero el partido de Albert Rivera tiene una gran oportunidad que nace de la propia inestabilidad que representa el sanchismo. Pueden convertirse en la opción de la alternativa reformista en España. Los que les proponen elegir entre ser bisagra o alternativa plantean un falso dilema. Quienes anuncian una recuperación del bipartidismo ignoran que el malestar de una gran mayoría de españoles con la política sigue intacto.
Hace unos días el prestigioso Pew Research Center publicaba un estudio sobre el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia en los principales países del mundo. Impresiona comprobar que es España quien, con México, lidera los indicadores más negativos. Peor que Italia.
Lo que se espera de Ciudadanos es que no se enrede en los pactos y preserve su capacidad de alternativa reformista
Como repite la intelligentsia orgánica del sanchismo, ¿es Ciudadanos de derechas? Este debate me recuerda a Isaiah Berlin. ¿Liberal, socialdemócrata, de derecha, de izquierda, de centro? Lo que le interesaba a Berlin es quiénes tienen la capacidad para crear y sostener un Estado de bienestar, y eso no se consigue con declaraciones de comercio electoral. Cuando le preguntaban, se declaraba “de izquierda, sin ninguna duda”. Le tildaban de facha por ser, en su tiempo, un radical anticomunista, y le manipulaban desde la derecha.
En la senda de Berlin, lo que importa son menos declaraciones sobre las desigualdades y más medidas eficientes que reduzcan el índice de Gini que las mide; menos sonoros “subir los impuestos a los ricos” y más recaudación real para sostener políticas sociales. Los resultados de las políticas se pueden medir, y no por la retórica empleada.
Lo que se espera de Ciudadanos es que no se enrede en los pactos y preserve su capacidad de alternativa reformista, que tenga la paciencia estratégica necesaria. Le toca. En Europa, frente a populismos de izquierda y de derecha, se van abriendo camino fuerzas políticas que se centran en las reformas urgentes que se necesitan. Unas veces son ecologistas, como los alemanes que Joskha Fischer centró, otras son de origen liberal, como en Reino Unido o en Francia, o socialdemócratas que han hecho los deberes como los nórdicos. Por cierto, Sánchez podría aprovechar sus entrevistas con Emmanuel Macron para preguntarle si él se aliaría en un gobierno con los insumisos de Mélenchon, aliados de Podemos.
La victoria socialdemócrata en Dinamarca es una buena ocasión para reflexionar sobre sus propuestas de mercado laboral, inmigración o políticas fiscales, por ejemplo. O para preguntarse por qué allí unos sindicatos que defienden un modelo laboral similar al que propone Ciudadanos están entre las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos, mientras en España, UGT y CCOO están entre los peor valorados. ¿Los socialdemócratas daneses, con políticas próximas a Ciudadanos y alejadas del sanchismo, son de derechas?
Es la hora de Rivera, de demostrar que tiene el talento suficiente para jugar esta partida al servicio de la adaptación del país a tantos desafíos. Y la hora, también, de hacer posible que se abra paso el espíritu crítico en España, más allá de los grupos militarizados que monopolizan la opinión pública. Como defendía el pensador socialdemócrata Michael Walzer: “Soy crítico con esta sociedad de la que soy miembro, porque quiero que sea una mejor sociedad. Creo que el compromiso del crítico, sus obligaciones con sus conciudadanos, es parte de la moralidad de la crítica”.
*** Jesús Cuadrado Bausela es geógrafo y ha sido diputado nacional del PSOE en tres legislaturas.