1. La posición actual de Ciudadanos en el tablero político no es casual y tiene su origen en la decisión adoptada por Albert Rivera durante la campaña electoral de las pasadas elecciones generales: la de anunciar que no pactaría en ningún caso con el PSOE. Con el PSOE de Pedro Sánchez.
2. El matiz es importante. Rivera distingue entre el PSOE de Pedro Sánchez y ese otro PSOE –el de Susana Díaz, Javier Lambán, José Luis Ábalos e incluso Iván Redondo– al que le presupone un cierto sentido de Estado y una menor predisposición a pactar con un partido radical como Unidas Podemos o con formaciones desleales a la Constitución como Bildu, el PNV, ERC o JxCAT.
3. El matiz es también importante porque deja la puerta abierta a pactos con el PSOE en comunidades y ayuntamientos.
4. Los motivos de esa distinción un tanto forzada entre el PSOE de Sánchez y el supuesto PSOE auténtico no vienen al caso ahora. Basta con saber que esa conclusión de Rivera se basa tanto en hechos objetivos como subjetivos. Y entre estos últimos, la obvia animadversión personal existente entre ambos líderes.
5. Ese PSOE auténtico con el que parece soñar Cs es, en realidad, el PP. El partido que mejor ha aplicado el programa socialdemócrata en España. Desde luego, mucho mejor de lo que lo ha hecho el PSOE.
6. La deslegitimación radical de las opciones políticas votadas por la mitad de los ciudadanos españoles sigue siendo el eje de la estrategia política de Sánchez. El PSOE de 2019 juega con la idea de una España en la que los ciudadanos de centro, liberales o conservadores tengan el mismo estatus que los catalanes constitucionalistas en la Cataluña de Torra, Junqueras y Puigdemont. Es decir, la de ciudadanos invisibilizados.
7. La distinción entre los dos PSOE es además irrelevante porque cualquier tentación de rebelión interna que exista en el seno del PSOE será aparcada por los críticos mientras el PSOE ocupe el poder. Eso es un axioma. Pero un líder opositor hábil debería saber jugar con esas tensiones.
8. El no de Rivera a Sánchez durante la campaña electoral pretendía frenar la sangría de votos que estaba sufriendo el partido en todos los sondeos por la acusación de Vox de que, llegado el momento, Cs apoyaría al PSOE. La sangría se frenó. Pero el partido contrajo una deuda que está pagando ahora.
9. La primera paradoja es obvia. Si Cs está hoy en la posición de facilitar la investidura de Pedro Sánchez es porque prometió no hacerlo durante la campaña.
10. La segunda paradoja también lo es. El movimiento de Cs estaba pensado para un escenario que no se ha producido: el de una irrupción brutal de Vox en el Congreso de los Diputados. En ese escenario, Vox se habría convertido, incluso, en una amenaza existencial para el PP.
11. Si algo demostraron las elecciones generales es a) que Vox no es, y no parece que vaya a ser a corto plazo, el Frente Nacional francés, y b) que no hay espacio en la derecha española para tres partidos.
12. La estrategia que Albert Rivera ha decidido para Cs pasa por convertirse en el primer partido de la derecha.
13. Pero ese plan está desactualizado. Cs parecía confiar en que la irrupción de Vox laminaría al PP y que, una vez finiquitado su principal rival, el propio radicalismo de Vox despejaría para Cs todo el espacio a la derecha del PSOE. Estamos hablando de diez millones de votos.
14. Pero eso no sólo no ha ocurrido, sino que ha colocado a Cs en una situación doblemente incómoda.
15. En primer lugar, porque le ha regalado el centro a Pedro Sánchez. Algo paradójico cuando el programa de Pedro Sánchez, especialmente en el ámbito territorial y en lo relativo a la guerra cultural y las políticas de la identidad, encaja mejor en el populismo de izquierdas que en la socialdemocracia.
16. En segundo lugar, porque se ha condenado a sí mismo a depender de Vox, con todas las piruetas retóricas que eso obliga a escenificar para no ser acusado, precisamente, de depender de Vox.
17. El resultado es eso que en ajedrez se llama zugzwang: una posición en la que estás obligado a mover pieza, pero en la que cualquiera de los movimientos empeora tu situación.
18. Permitir la investidura de Pedro Sánchez parece ser un suicidio para Cs. En primer lugar, porque Sánchez ha invertido la lógica habitual. Ya no es él, como candidato a la presidencia, el que debe buscar el apoyo de fuerzas leales a la Constitución y al Estado de derecho, sino esas fuerzas las que, de acuerdo a su retorcida interpretación de la realidad, deben apoyarle gratis para no arrojarle en brazos de las fuerzas desleales a la Constitución.
19. En segundo lugar, porque… ¿qué sentido tiene facilitar la investidura de quien ya ha anunciado su disposición a apoyarse en fuerzas extremistas para gobernar? ¿De quien ya ha pactado con Bildu en Navarra?
20. Pero el problema de la táctica del perro loco, en acertada definición de Rafa Latorre, es que Pedro Sánchez parece ser efectivamente un perro loco de la política. La amenaza implícita de Sánchez –"vótame porque soy capaz de gobernar con ERC, Bildu y Unidas Podemos"– no parece un simple farol, sino un ultimátum 100% creíble.
21. Dicho con otras palabras. Desde el punto de vista del sentido de Estado, a Cs no le queda más remedio que facilitar la investidura de Pedro Sánchez.
22. Pero eso convertiría a Cs en el responsable de todo lo que haga Pedro Sánchez desde la Moncloa. Indultos a los golpistas del procés incluidos.
23. El principal beneficiado de ello sería el PP, que engordaría con los votos que perdería Cs, además de con los que recuperaría, con total seguridad, de Vox. Un Vox que ha demostrado serle más útil a la izquierda, como aglutinador de su voto, que a la derecha. Vox no ha sumado votos de la abstención en cantidades significativas, ni le ha arrebatado a la izquierda voto de esos sectores obreristas que en Francia votan en masa a Le Pen.
24. Falta un último factor. El tablero de juego. Un tablero que beneficia los intereses de la izquierda.
25. Y eso en la práctica quiere decir que los pactos del PSOE con ERC, JxCAT, Bildu, PNV o Unidas Podemos no restan ni un solo voto al socialismo, pero los de Cs con Vox lo convierten en un apestado de la política.
26. ¿Qué hacer cuando el tablero de juego te perjudica y el árbitro redefine las reglas de juego sobre la marcha para que un mismo hecho –el pacto con fuerzas extremistas, por ejemplo– sea beneficioso para uno de los equipos y perjudicial para el otro? La respuesta es obvia: patada al tablero y reparto de nuevas cartas. Pero, ¿cómo conseguir eso?
27. La negativa de Rivera a plantear siquiera una oferta de pacto con el PSOE ceñida a tres o cuatro puntos irrenunciables parece tener dos justificaciones.
28. La primera es la desconfianza en que Sánchez vaya a aceptar esa oferta en vez de despreciarla para dejar a Cs a los pies de los caballos, como explica Jorge Bustos en esta entrevista falsa a Rivera que tanto suena a verdadera.
29. La segunda es la confianza en que la inestabilidad política y el caos provocado en Cataluña por la sentencia del procés obligará a Pedro Sánchez a convocar elecciones anticipada en un año.
30. Pero eso supone confiarlo todo a una posibilidad extrema y cuyos factores desencadenantes no están en las manos de Cs.
31. Olvida esa suposición, además, que Pedro Sánchez tiene más instinto de poder que Albert Rivera, Pablo Casado y Pablo Iglesias juntos. ¿Apuestan algo a que una sentencia leve contra los líderes del procés beneficiará al PSOE, por la supuesta rebaja de la tensión generada por su táctica de apaciguamiento con el nacionalismo, pero una dura también, puesto que Sánchez hará recaer las culpas en la supuesta crispación generada por la derecha?
32. El escenario político actual es tóxico para la derecha. Pero como en el caso del Ayuntamiento de Barcelona, no existe para Cs la posibilidad de la inacción porque la elección no es entre una opción buena y una mala, sino entre dos opciones pésimas. Y la inacción conduce por la vía más recta posible a la peor de esas dos opciones pésimas. Y lo que es más importante: sin beneficio alguno para Cs.
33. Cs no ha nacido para ser el elemento corrector que le permita al simpatizante socialista seguir votando al PSOE con la confianza de que siempre habrá un partido con más sentido de Estado y mejores políticas económicas y territoriales dispuesto a salvarle de sus propias líderes. Eso es cierto.
34. El problema, obvio, es que esa inmadurez política del votante socialista la van a pagar todos los españoles. Y ese es el dilema que debe resolver Cs. Salvar al socialismo de sí mismo o dejar que el PSOE se estrelle junto a sus socios nacionalistas y populistas, a riesgo de que el país sufra las consecuencias.
35. Existe sin embargo una solución al embrollo. Ese reparto de nuevas cartas del que hablo en el punto 29. Pero exige de Cs coraje y, sobre todo, iniciativa. Consiste en ofrecer, en solitario o junto al PP, un pacto al PSOE. Un pacto de investidura e incluso de Gobierno a cambio de tres condiciones clave: una Navarra constitucionalista, renuncia a los indultos y renuncia a una subida de impuestos.
36. Esa jugada es la que ahora mismo más teme el PSOE. Porque le arrebata la iniciativa y le sitúa cara a cara frente a sus contradicciones. Con esa oferta, la pelota pasa al tejado de los socialistas, que se ven obligados a escoger entre un Gobierno estable –a cambio de tres medidas aceptables para el electorado de centroizquierda– o un Gobierno inestable junto a fuerzas radicales y a expensas de sus caprichos e intereses coyunturales.
37. Es cierto que Cs corre el riesgo de que el PSOE renuncie a la oferta y deje a Rivera colgado de la brocha. Bien: en el pecado llevaría Sánchez la penitencia. Llegado el caso, veamos qué tal se desenvuelve el PSOE junto a un condenado por terrorismo, un prófugo de la Justicia y un condenado por golpismo. Y, sobre todo, veamos cómo lo justifica frente a los españoles de centro, el grueso de su electorado.
38. Pero ese peligro no es tal. Porque el PSOE alberga el mismo miedo a que Cs le deje colgado de la brocha en el último minuto. Cs debería saberlo. ¿Acaso no hablan los líderes de Cs con los altos cargos socialistas? La amenaza de destrucción es mutua. Además, la investidura en Navarra será anterior a la del presidente del Gobierno: el primer paso deberá darlo en cualquier caso el PSOE. Y eso es una garantía de calado.
39. Esa oferta ganaría fuerza, además, si a ella se sumara Pablo Casado. La oferta conjunta eliminaría también la posibilidad de que PP o Cs se aprovecharan de ella para cargar contra el otro en caso de que Sánchez la rechazara.
40. ¿Puede Cs permitirse el lujo de que esa oferta la haga Pablo Casado y deje aislado a Cs en el tablero político junto a Vox? ¿Puede Cs permitirse el lujo de renunciar a tomar la iniciativa? Pero sobre todo, ¿pueden permitírselo los españoles? La respuesta sería obvia para cualquier partido que aspire a gobernar el país y no sólo a ejercer de eterna muleta del PP o del PSOE. Pero a esa conclusión debe llegar Rivera por sí solo.