Si quiere y se atreve, Pedro Sánchez puede conseguir este martes una mayoría absoluta de 199 votos, lo que le convertiría en el segundo presidente más votado de nuestra democracia, sólo superado por los 202 que logró Felipe González en 1982.
Si quiere y se atreve a plantear un gobierno claramente de izquierdas, con cambios importantes en las legislaciones sociales que ha heredado del PP de Mariano Rajoy, podrá recibir el apoyo de los 42 escaños de Podemos. Y con referencias obligadas al problema territorial que plantean tanto los independentistas radicales catalanes y vascos de ERC, JxCat y Bildu, como los autonomistas moderados del PNV, otros 32 escaños. Más los dos de Compromís y los regionalistas cántabros del PRC.
Este lunes escucharemos sus propuestas y su disposición para contentar a los mismos socios que le dieron el sí en la moción de censura. Aquellos 180 votos se han transformado en 199, lo que indica que la España sociológica se ha escorado en este último año hacia la izquierda y hacia un nacionalismo más moderado. Los retrocesos de En Marea en Galicia y de Compromís en Valencia son dos buenos ejemplos.
La necesidad absoluta para salir investido la tiene Sánchez en Podemos. Sin esos 42 escaños morados las cuentas no salen, por más que sumen los del PNV. Con Pablo Iglesias se le abren las puertas de Esquerra, del JxCat y hasta de Bildu. Sin el apoyo del líder de Podemos lo más que podría conseguir es la abstención del resto de las fuerzas que le apoyaron en junio de 2018, y eso suma apenas 131 votos en el Hemiciclo. A la derecha se encontrará con 151 noes. Suspenso, dos meses y volver a presentarse en septiembre con el horizonte de nuevas elecciones generales en noviembre.
Serían diecinueve meses de gobierno en funciones, que se sumarían a los otros doce de gobierno con el programa económico del adversario. Nada más y nada menos que 125 semanas sin poder aplicar tu propia oferta a los españoles. Si es una estrategia política en busca de una mayoría absoluta casi imposible o una mayoría más cómoda que la que dan los 123 escaños que salieron del 28 de abril, lo ocurrido en Grecia, para no ir más lejos, puede convertirse en el espejo en el que mirarse.
La muerte electoral de Podemos no está en negarse a facilitar sus votos al PSOE, sino en hacerlo a cambio de nada
Nadie, ni su jefe de gabinete, Ivan Redondo, siquiera el CIS de Tezanos, le pueden asegurar a Pedro Sánchez que dentro de unos meses los resultados de una nueva cita con las urnas le van a ser más favorables. Dependerán de la previsible mayor abstención, de que el hundimiento de Podemos continúe, de que en la derecha el voto hacia el PP aumente y se unifique en lo que era en la doble victoria de Rajoy en 2015 y 2016, e incluso de que las expectativas de Ciudadanos no se cumplan, y que Vox se mantenga en sus actuales niveles.
Demasiadas incertidumbres frente a la realidad de hoy: pactar con Podemos, que es lo que dijeron el 28 de abril por la noche la base de sus votantes, un programa claramente de izquierdas en lo social y aceptado en lo económico por el nuevo/viejo BCE de Christine Lagarde y la Comisión Europea de Ursula Von der Leyen, no estaría reñido con aceptar el resto de los apoyos que le llevarían a esos 199 votos en una jornada con tanto calor político y tantas incógnitas por resolver.
En contra de lo que aparece como opinión mayoritaria entre la clase política y los análisis en los medios de comunicación, la muerte electoral de Podemos, al igual que le ocurre por la derecha a Vox, no está en negarse a facilitar sus votos y escaños al PSOE y al PP para que gobiernen, está en justo lo contrario, en hacerlo a cambio de nada.
Todos los que han votado a Iglesias y Santiago Abascal no aguantarían el menosprecio hacia sus derechos y opciones como ciudadanos. Derecho a acertar y equivocarse, a defender sus posiciones políticas y sus creencias dentro de la Constitución y el Estado de derecho. Representan a seis millones y medio de españoles que, me parece, están más dispuestos a respaldar los noes de aquellos a los que han elegido, que el entreguismo a cambio de unas líneas en un programa de máximos que saben que nunca se cumplirá.
La supervivencia de Podemos/Iglesias y de Vox/Abascal está en exigir a Sánchez y a Pablo Casado que les respeten. Si les doblan el brazo, como parece que quieren hacer y que es posible que consigan, sus días de liderazgo estarán contados. Lo de Ciudadanos y Albert Rivera es otra historia y muy teatral, la del actor que perseguía el papel de protagonista en la obra y se encuentra con que le ofrecen el de una buena actuación en el reparto.
*** Raúl Heras es periodista.