Durante la primera noche del debate entre candidatos Demócratas celebrado esta semana, la candidata a la presidencia Elizabeth Warren lanzó una reflexión: “No entiendo por qué alguien estaría dispuesto a padecer todos los problemas que acarrea el presentarse a presidente de los Estados Unidos solo para hablar de lo que no se puede hacer y de aquello por lo que no se debe luchar”.
Una nueva versión de la pregunta del millón que todos nos hemos estado planteando durante meses -¿Quién está mejor posicionado para derrotar a Trump, la izquierda progresista o los Demócratas moderados?- ha emergido en estos debates. Se ha transformado en una discusión sobre la oportunidad de plantear grandes propuestas e ideas audaces, y sobre si estas corren el riesgo de asustar al electorado general que siempre se necesita para ganar unas elecciones.
Muchos expertos vieron el debate como una pelea entre la izquierda y la derecha, especialmente después de que los senadores progresistas Elizabeth Warren y Bernie Sanders se defendieran con astucia de las críticas de los moderados John Delany, congresista, y John Hickenlooper, gobernador de Colorado. Las nuevas caras, el ex alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, y el ex congresista de Texas Beto O’Rourke se mantuvieron fuera de la disputa, pero también participaron de la confrontación de ideas grandes y audaces.
En el segundo debate, muchos se preguntaron si el ex vicepresidente Joe Biden era el tipo de candidato moderado que podría resistir el envite de sus rivales hasta el final de la noche. Al final asistimos a una pelea de nueve contra uno, con todos los candidatos -en especial la senadora de California Kamala Harris- persiguiendo a Biden, que disfruta de los beneficios de haber estar ligado a la Administración de Obama, pero también del pragmatismo que éste representó.
El debate de ideas grandes y audaces funcionó porque la audiencia estaba compuesta por los más fieles de entre los votantes Demócratas: ¿quién si no se sentaría a verlo dos horas y media dos noches seguidas? Los españoles saben bien qué grado de compromiso con la política y con la democracia hay que tener para hacerlo, pero en el caso del Partido Demócrata esto ya se hizo el mes pasado y volverá a repetirse el que viene. Hasta a mí, que estoy en política por pasión y me encantan los debates, me parece excesivo.
Los Demócratas con ideas grandes y valientes quieren recuperar el 'Obamacare' redoblando la apuesta por lo público
Por eso, los fieles Demócratas que han seguido los dos debates de esta semana serán los mismos que votarán por esas grandes y audaces ideas que van sumando apoyos por la profunda frustración que ha generado Trump, con su habilidad para anunciar cosas grandes e intrépidas sin consecuencias. Los Demócratas siempre han tenido miedo a alejarse del centro, sin embargo este hombre parece haberse liberado de esas ataduras. Son demasiadas las cosas que los Demócratas quieren cambiar y arreglar, tantas que sus tradicionales escrúpulos parecen ya algo negativo, incluso inmoral.
En ningún asunto se percibe mejor la división entre ideas audaces e ideas pragmáticas que en el asunto de la asistencia sanitaria. Los dos debates empezaron con una larga discusión sobre políticas sanitarias. El sistema sanitario de EEUU, casi completamente privado, ha llevado a menudo a la bancarrota a los estadounidenses. Los líderes Demócratas y las bases del partido quieren arreglar esto a toda costa y el Obamacare fue un paso en la dirección correcta, pero un paso incompleto e insatisfactorio. Obama no pudo incluir ninguna opción de salud pública en su proyecto de ley. ¿Por qué? No solo porque los Republicanos se oponían, sino porque los Demócratas de los distritos más conservadores tampoco estaban dispuestos a apoyarlo.
Ahora, los Demócratas con ideas grandes y valientes quieren recuperar ese proyecto redoblando la apuesta por lo público: el “Medicare para todos”. Medicare es el programa que cubre a estadounidenses mayores de 65 años. No es un sistema de sanidad pública como el español, pero ofrece tasas más razonables y muchos políticos ya sugieren que se rebaje la edad para acceder a esa cobertura o, directamente, hacerlo accesible a todos. No es una idea nueva, pero para los Demócratas indignados por el actual sistema que solo sirve a los ricos, sigue siendo válida.
Para los Demócratas menos entusiastas o para las personas independientes, esto puede sonar terriblemente cercano al socialismo. Por supuesto, el mayor problema es que la mayoría de la gente no entiende la profunda dimensión de lo que los candidatos plantean. Por tanto, depende de la capacidad de los candidatos que sostienen las ideas audaces y valientes articular sus planes en términos que la gente pueda comprender sin tener que tragarse dos horas y media de debate o tener que leer la letra pequeña de sus páginas web.
Dicho esto, la votación real en estas primarias no comenzará hasta que tengan lugar las asambleas de Iowa, el 3 de febrero de 2020. Hasta entonces hay tiempo de sobra para que todos los candidatos tengan días buenos y malos, puedan convertirse en favoritos de los medios durante 15 minutos, suban y bajen en las encuestas y puedan lanzar más ideas grandes y valientes.
*** Alama Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.