Draghi insiste; volverá a fracasar
El autor pide un cambio en la política del Banco Central Europeo pues considera demostrado que su mandato inflacionario y sus instrumentos han quedado obsoletos.
Ya van casi siete años en que la inflación es persistentemente inferior al objetivo del BCE (“inferior, pero cercana al 2%”). Durante la presidencia de Mario Draghi se han tomado medidas “extraordinarias” (tipos de interés negativos, compras de bonos, crédito ilimitado a los bancos comerciales), pero la meta inflacionaria sigue sin alcanzarse.
Mientras tanto, el ahorro es castigado, la solvencia del sistema financiero se debilita por la baja rentabilidad, se ha creado una burbuja en el mercado de bonos y se favorece el aumento del gasto público (al tener que pagar menos intereses, los gobiernos tienen más margen para gastar). Lo peor no es eso, sino que los tipos de interés anormalmente bajos fomentan inversiones antieconómicas (lo mismo que ocurrió con la burbuja inmobiliaria en España, pero a escala europea).
Parece evidente que la actual política monetaria conlleva más costes que beneficios. Pero en lugar de plantear una redefinición de la política monetaria, el BCE acaba de anunciar que insistirá con la misma estrategia fracasada: volverá a comprar bonos e hizo aún más negativo el tipo de interés que paga a los bancos por sus depósitos. Además, Mario Draghi pidió a los gobiernos que tengan “espacio” que gasten más (un Plan E, como el de ZP, a escala continental).
Con toda la razón, Draghi dijo que las reformas para aumentar la productividad y bajar el paro estructural deben ser “incrementadas de forma sustancial”. Es lo mismo que viene pidiendo desde hace años con escasos resultados: su propia política de dinero barato incentiva a los gobiernos a no hacer reformas. El de España es un buen ejemplo.
El BCE debe admitir que su mandato inflacionario y sus instrumentos quedaron obsoletos. Tampoco es su misión implorar a los gobiernos ni incentivarlos para hacer unas reformas que no hacen. El BCE debe admitir que ha ido mucho más lejos de lo prudente y que ha creado graves riesgos que deben corregirse cuanto antes.
La política de dinero barato incentiva a los gobiernos a no hacer reformas. El de España es un buen ejemplo
El tipo de interés es el precio más importante de una economía. Surge de la preferencia temporal (preferencia de bienes presentes en relación con los bienes futuros), que a su vez determina las decisiones de ahorro-inversión. Manipular el tipo de interés no será gratis: la situación de tipos de interés negativos corresponde a una situación de fenomenal exceso de ahorro, pero lo cierto es que lo que es excesivo es la deuda, pública y privada. La corrección de esa distorsión es inexorable. La duda es si se hará de forma ordenada o de modo brutal (tal como España corrigió sus desequilibrios).
Mi propuesta es abolir la actual definición de “estabilidad de precios” y reemplazarla por un crecimiento estable y conocido de la base monetaria (por ejemplo, del 4% anual). Al mismo tiempo, anunciar la liberación de los tipos de interés (tras una transición en que el tipo de referencia suba desde el 0% actual hasta el 1% o 1,5%) y detener las compras de bonos. Los títulos en poder del BCE que vayan venciendo deberían reinvertirse hasta no más del 90%, para que el mercado de bonos se normalice de forma paulatina.
Para fortalecer al sistema financiero, las reservas obligatorias (lo que los bancos están obligados a guardar como reserva de liquidez por los depósitos que reciben) sobre los depósitos a la vista (todos los que pueden retirarse de inmediato), deberían subir muy gradualmente, desde el 2% actual, hasta al menos el 80%. Así se eliminarían las crisis de liquidez y se suprimiría la causa de los auges y depresiones: la creación artificial de crédito (el que no surge del ahorro, sino de asientos contables).
Se trata, en suma, de terminar con esta situación en la que 25 personas deciden sobre el dinero de los europeos, sin límite alguno a su creatividad y asunción de riesgos. Reducir a un mínimo la injerencia de la política en el dinero como requisito para una Europa más libre y próspera.
*** Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados.