Está por ver que los partidos del cambio –léase Podemos y Ciudadanos– vayan a superar el mayor de los obstáculos que tienen por delante y que no son las próximas elecciones generales, sino el relevo de sus líderes. La sospecha es que quizá no sea ironía, sino pura necesidad vital, que esos partidos del cambio sean precisamente los que cuentan con los líderes más longevos. Pablo Iglesias lidera su formación desde 2014 y Albert Rivera, desde 2006.
En contraste, los líderes del bipartidismo aún andan, como aquel que dice, por destetar. Pedro Sánchez lleva sólo veintiocho meses al frente del PSOE y Pablo Casado, catorce. La duda es hasta qué punto Podemos y Ciudadanos son verdaderos partidos políticos y no plataformas unipersonales que se desmoronarán en cuanto Iglesias y Rivera cedan el testigo. Si es que lo ceden y no se agota el partido antes de que lo hagan sus líderes.
Un cínico diría que el relevo al frente de Podemos ya se ha producido y que el nuevo líder se apellida Errejón. Rivera, en este sentido, ha escogido mejor a sus soldados. Porque ni Toni Roldán ni Luis Garicano han dado el paso de crear su propio clon de Ciudadanos con el único objetivo de acabar aterrizando en el PSOE a medio plazo.
Rivera lleva más años al frente de Ciudadanos que yo escribiendo de política, pero no ha pasado un sólo mes desde que lo hago en que alguien del partido o cercano a él no me haya explicado lo brillante que es. La tesis es que si las tácticas de Rivera resultan en ocasiones incomprensibles no es porque lo sean, sino porque sus estrategias caminan tres o cuatro pasos por delante de las de sus rivales.
No conozco personalmente a Rivera, pero no tengo motivos para dudar de la afirmación. Quizá, como ocurre en el caso de los textos de Lacan, Kristeva, Deleuze y Baudrillard, el hecho de que no se entiendan es la prueba de que el resto no damos la talla. Como a Rivera aún no le ha brotado ningún Sokal o ningún Bricmont en el partido que demuestre que no hay nada que entender, doy por buena la tesis de que, al menos por lo que respecta a mi persona, quod natura non dat, Salmantica non præstat. Qué se le va a hacer.
Como es obvio para todos aquellos que me hayan leído alguna vez, llevo votando a Ciudadanos desde su fundación a pesar de mi incapacidad para comprender algunas de sus decisiones. A veces pienso que Ciudadanos es como esas novias de cuando tienes veinte años y de las que te gusta más la teoría que la práctica. Todo 'suena' bien en ellas, excepto su plasmación en la realidad, que siempre queda lejos de las expectativas generadas.
Pero siempre acabo volviendo a Ciudadanos. Llámenme romántico, pero no veo a ningún otro partido español con la acumulación de talento de ese Ciudadanos en el que milita gente como Arrimadas, Girauta, Villacís, Cañas, Bauzá, Pagaza, Carrizosa, Rivera (Marta), Cantó, Reyes, Mejías o Bal, por citar sólo a los más mediáticos. Deberían haber fichado a Álvarez de Toledo, Barbat y Becerra, pero ese es otro tema.
"Llámenme romántico, pero no veo a ningún otro partido español con la acumulación de talento de ese Ciudadanos"
Lo que me escama, y esa es la gasolina de este texto, es esa sensación de que Ciudadanos no ha ejercido jamás la iniciativa política en este país a pesar de haberla tenido en sus manos en varias ocasiones durante los últimos años. Mi duda es si ese desprecio de la iniciativa es táctica, estrategia u otra cosa.
Ciudadanos tuvo en sus manos la iniciativa en diciembre de 2017 tras un golpe de Estado a cargo de las fuerzas nacionalistas. Un diamante en bruto para cualquier partido con aspiraciones de hegemonía. Ahí tuvo el partido, a punto de caramelo, su punto de inflexión. Eso que los anglosajones llaman el major turning point. La Moncloa jamás estuvo más cerca de Rivera que entonces. Mucho más, incluso, que a principios de mayo de 2018, semanas antes de la moción de censura a Rajoy, con el partido liderando todos los sondeos electorales.
Pero Ciudadanos dejó pasar el tren hasta el punto de que ahora es el primer partido del Parlamento catalán y la sensación es que es el quinto por detrás de JxCAT, ERC, el PSOE y los comunes de Podemos. Partidos todos ellos que con menos e incluso muchos menos diputados que Ciudadanos parecen mucho más decisivos en el rumbo de los acontecimientos en la región que la formación naranja. Cuando Sánchez dijo que Ciudadanos es ahora "irrelevante" en Cataluña no hablaba de números. Sánchez estaba golpeando donde más le duele a los votantes catalanes de Ciudadanos. Hablo con conocimiento de causa.
Tengo alguna duda más. La moción de censura de Sánchez a Rajoy pilló a Ciudadanos a contrapié. Que Rivera es más inteligente que Sánchez es una obviedad. Que también sea más listo que él ya es más dudoso. Sánchez, en efecto, podría haberse estrellado si el PNV no hubiera ejercido su derecho de pernada habitual sobre la política española. Pero… ¿no entra dentro de las obligaciones de un líder jugarse el cuello si la presa muestra el suyo?
También pilló a contrapié la irrupción de Vox que obligó a Rivera a anunciar su "no es no" a Pedro Sánchez para evitar el desplome del partido en las encuestas. Luego se demostró que Vox no era la fiera que todos pintaban. Otro error de cálculo.
También ha pillado a contrapié el no-pacto de Sánchez con Podemos y los nacionalistas que Rivera daba por garantizado y que ha obligado a renunciar al "no es no" para evitar, de nuevo, la caída en las encuestas. La sospecha es que el PP hará presidente a Sánchez tras las elecciones de noviembre y que Ciudadanos ni siquiera obtendrá tajada de ello después de haber tenido este verano, de haber jugado bien sus cartas, medio Gobierno a su alcance.
También ha pillado a contrapié la recuperación del PP, obligando a replantear el plan maestro del partido, que no es ya regenerar la política española y poner freno al nacionalismo, sino superar al PP como primer partido de la derecha española.
"También pilló a contrapié la irrupción de Vox que obligó a Rivera a anunciar su 'no es no' a Sánchez para evitar el desplome del partido"
¿Y no fue un error evitar la intervención de TV3 y abogar por una convocatoria rápida de elecciones en Cataluña tras la aplicación del 155?
Cuando hablé con alguien del partido acerca de todos estos –a mi juicio– tropiezos del partido, me respondió "¿y tú qué habrías hecho?". Por supuesto, alguna catástrofe. Pero es que yo no soy el líder de Ciudadanos. Yo soy periodista y jamás tendré el privilegio de gobernar España. A cambio, cuento con la prerrogativa de poder juzgar a toro pasado.
Quizá la tarea de Albert Rivera sea imposible. Quizá en España no ha cuajado jamás un partido liberal porque la española no es una sociedad liberal, es decir racional, sino emocional y de fidelidades tribales al partido, a la aldea, a la familia y a los dogmas. Quizá ni Albert Rivera ni los mismísimos Obama, Churchill y Adenauer juntos serían suficientes para venderle la idea de Ciudadanos a unos votantes españoles que consideran a Pedro Sánchez un candidato razonable al que confiar la presidencia del país y a Podemos y la extrema derecha nacionalista vasca y catalana, unos socios preferibles al PP y Ciudadanos.
Sondeos son sondeos, pero si las tendencias se confirman y Rivera no da con la clave para hacer comprensible su plan en un país donde jamás se ha tragado con el liberalismo, la fórmula de la gobernabilidad de Ciudadanos continuará sin funcionar. Como esas ecuaciones que pretenden unificar, sin conseguirlo, las cuatro fuerzas elementales de la física y que se empeñan en dar el resultado sin sentido de 'infinito' a pesar de que sus autores son algunas de las personas más inteligentes sobre la faz del planeta Tierra.