La gira de Juan Guaidó le ha devuelto la batuta del futuro de Venezuela. Los últimos meses de 2019 fueron particularmente complicados para la oposición institucional, esa que tiene amplia mayoría en la Asamblea Nacional, única institución legítima en Venezuela.
La imposibilidad de producir el quiebre interno definitivo en el régimen y el fuego amigo de las minorías internas amenazaron seriamente el liderazgo de Guaidó, lo cual fue aprovechado por el chavismo para intentar arrebatarle el Parlamento con la imposición de un títere.
El siguiente paso estaba claro. Aparentemente debilitado y cercado, el régimen se preparaba a lanzar a Guaidó a las mazmorras en donde los políticos se convierten en héroes para la democracia pero son inutilizados en la lucha contra la dictadura. Hábilmente, el presidente encargado se escapó de las fauces de la bestia y fue recibido como un héroe por el mundo democrático.
En Bogotá, en el marco de la Cumbre Antiterrorista, el presidente colombiano Iván Duque y el secretario de Estado de Estados Unidos lo recibieron por todo lo alto. Luego, previo recibimiento en Bruselas del alto comisionado de la Unión Europea Josep Borrell, vino el hito de hablar ante el Foro de Davos, coordinado con solo unos días de anticipación, en donde además se encontró con la canciller alemana Angela Merkel poco antes de que el mandatario francés Emmanuel Macron le abriera las puertas del Palacio de Elíseo.
Los recibimientos en Europa fueron del más alto nivel. Lo mismo en Canadá, donde fue agasajado por Trudeau
La gira europea culminó con un recibimiento apoteósico en la plaza del Sol de Madrid, abrazado por todas las fuerzas democráticas, con la oscura excepción de un Pedro Sánchez amordazado por los escaños de Unidas Podemos. Guaidó dejó una perla tras el desaire del inquilino de la Moncloa: “Yo lo recibiré en el Palacio de Miraflores”. Porque a Sánchez no le quedará más remedio que ir a Caracas. Repsol obliga, entre otras transnacionales que han sido aves raras al no haberse ido de Venezuela a pesar de la crisis económica.
Los recibimientos en Europa fueron del más alto nivel. Lo mismo en su siguiente destino, Canadá, en donde fue agasajado por el presidente canadiense Justin Trudeau, quien tiene vara alta con uno de los actores fundamentales de la crisis venezolana, el régimen de Cuba. De ahí, Guiadó se fue a Estados Unidos. Hubo paso por Washington, aunque todas las reuniones fueron de carácter privado.
El recibimiento público fue en Miami, en donde fue agasajado tanto por el Partido Republicano como por el Partido Demócrata. La crisis de Venezuela es el único punto en común entre las principales fuerzas políticas estadounidenses, polarizadas en casi todos los aspectos en pleno año electoral. No es poca cosa. Estados Unidos tiene desafíos internacionales muy importantes, pero ninguno genera consenso en el estamento político salvo el de Venezuela.
Es inevitable, sin embargo, que la sombra de Donald Trump se alargue sobre la gira de Guaidó. Que ambos presidentes no se hayan visto es, cuando menos, extraño. Ciertamente la semana que acaba de culminar no fue la más fácil para Trump. Recibió a Benjamín Netanyahu para anunciar su propuesta de paz en el Medio Oriente, firmó el nuevo tratado comercial con México y Canadá, tuvo varios mítines en el marco de su campaña electoral, entre otros. Sin olvidar, por supuesto, el impeachment.
Este martes dará su discurso del Estado de la Unión, la memoria y cuenta anual de los presidentes de EEUU ante el Congreso, alocución capital por ser en año electoral. ¿Estará ahí Guaidó? El año pasado estuvo el embajador venezolano Carlos Vecchio, que recibió los aplausos bipartidistas cuando Trump recordó la lucha del presidente venezolano.
Guaidó tiene una tarea inmediata: volver a Venezuela sin que en el régimen se desboquen para detenerlo
Guaidó tiene una tarea inmediata que consiste en volver a Venezuela sin que los radicales del régimen se desboquen para detenerlo. Ante la multitud en Miami, el presidente interino dejó varias frases claves, entre ellas que los demócratas venezolanos “tenemos un plan y una estrategia”. Esa estrategia, aunque Trump no lo haya recibido, está acordada con Washington.
La gira fue para sumar al resto del mundo occidental democrático, que ya se ha montado en el carro. Ahora la dirigencia de la Asamblea Nacional tiene que ponerse los aperos para preparar el terreno ante lo que viene: hay que nombrar un nuevo Consejo Nacional Electoral garante de las futuras batallas electorales y hay que reactivar la movilización ciudadana que le impida al régimen respirar dentro de su jaula de oro.
Cualquiera de los escenarios requiere esas condiciones. “Aquí estamos buscando todas las acciones necesarias para enfrentar a un conglomerado criminal. Nosotros tenemos que evaluar todas las opciones para ponerle fin a la tragedia que está viviendo Venezuela, que tiene repercusión en toda Latinoamérica. Todas las opciones están sobre la mesa, pero también debajo, porque hay cosas que no se hablan y todas las acciones que sean necesarias las vamos a ejercer para liberar definitivamente a Venezuela”, dijo Guaidó en Miami, arropado tanto por el Partido Republicano como por el Partido Demócrata. Más claro, ni el agua.
Sin embargo, llegados al punto cumbre, habrá que ver qué tan sólida es la negociación determinante. ¿Habrá un acuerdo fiable entre Trump y Vladimir Putin? Si el zar ruso, a diferencia del 30 de abril del 2019, da su beneplácito, se destraba el principal obstáculo de la transición democrática en Venezuela: el paso al frente de la Fuerza Armada, controlada por Vladimir Padrino López, el hombre de Moscú en Caracas.
*** Francisco Poleo es un analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.