La práctica de la cancelación de los discrepantes –el linchamiento mediático de una persona cualquiera, generalmente un artista o un personaje con visibilidad pública, para conseguir su muerte profesional y social– tiene su raíz en las políticas de la identidad defendidas por la izquierda.
Pero aunque la mayoría de las víctimas suelen identificarse con la derecha o haber destacado por su desobediencia de los dogmas de fe del progresismo, es cuestión de tiempo que esta tendencia acabe generalizándose y afectando también al otro extremo del espectro ideológico.
La malinterpretación interesada de la paradoja de la tolerancia de Karl Popper –que no defendía la intolerancia del intolerante, como creen muchos, sino la intolerancia del intolerante que utiliza la violencia– ha llevado a muchos a escudarse en la masa para acallar a quienes defienden opiniones distintas a la del consenso mayoritario.
Interpretada tal y como la interpretan muchos, la paradoja de la tolerancia de Popper permitiría de hecho acallar a cualquier persona que opinara de forma diferente a nosotros por la simple vía de acusarlo de "intolerante".
El análisis de las razones por las que este fascismo sociológico ha cuajado en 2020 y en sociedades sin mayores problemas sociales, sexuales o raciales, más allá del histerismo generado por la propaganda y la manipulación de las estadísticas, es materia para otro artículo.
Este artículo sólo pretende reivindicar la figura de varios artistas y personajes públicos españoles de cuyo trabajo voy a seguir disfrutando a pesar de mi lejanía ideológica, a veces absoluta, respecto a ellos.
1. Pedro Almodóvar
Reconozco que parte de mi simpatía por Pedro Almodóvar, lo suficientemente fuerte como para volverme sordo súbito en cuanto el manchego opina de política, proviene de la primera mitad de su filmografía, la más afín al espíritu de la Movida. Precisamente la que sería cancelada hoy sin piedad –véase la violación de Kika– por aquellos a los que él apoya electoralmente. Pero ese es el problema de Almodóvar y no el mío. Yo me limito a disfrutar de esa España idealizada en la que no me importaría quedarme a vivir.
2. Ana Pastor
Una excelente periodista cuyos terceros grados, a derecha e izquierda, he disfrutado con alborozo incluso cuando el apaleado era algún político con el que sintonizo ideológicamente. No tengo la menor duda de que una Ana Pastor "de derechas" sería considerada como una de las mejores periodistas de España por los que ahora la caricaturizan como la suma sacerdotisa del progresismo nacional. Sí, a Pastor se le transparentan las simpatías políticas. Pero tendría cojones que yo criticara eso. En cuanto a Newtral, el punto flaco de mi argumento, fingiré que no existe.
3. Nacho Vegas
Rojo sector obrerista asturiano y, para colmo, defensor de la oficialidad del asturianu. El hombre lo tiene todo para provocarme eccemas hasta en el cielo del paladar. Pero Nacho Vegas desborda talento a raudales, es uno de los grandes músicos españoles de todos los tiempos y canciones como El ángel Simón –la canción más triste de la historia del pop español junto con Un ramito de violetas–, La gran broma final o El hombre que casi conoció a Michi Panero son ya historia de la música de este país. "Es la semana grande de la crueldad, y en nuestro honor celebran una fiesta (…) Hay quien decía que era grande y fuerte nuestro amor, y lo era igual que las Torres Gemelas allá en Nueva York". Muy gorda la tendría que hacer Nacho Vegas para que yo renunciara a su música.
4. Javier Marías
Lleva tiempo convertido en la bestia negra de la izquierda más sectaria –y adolescente– y eso pone las cosas fáciles, pero no deja de ser un socialdemócrata más o menos arquetípico con el que creo que coincidiría en bien pocas disputas políticas. En el terreno de la batalla cultural contra las políticas de la identidad y el pazguatismo mojigato imperante, eso sí, militaríamos desde luego en el mismo ejército. Además, Javier Marías escribe recto, claro y razonablemente antiguo, y eso siempre es de agradecer.
5. Los Javis
Aquí la discrepancia era más generacional que de otro tipo. Su carmenismo tampoco ayudaba. Como no ayudaba mi fidelidad a los movidistas originales, de los que Los Javis son unos herederos resultones. Pero superé mis prejuicios, me lancé a por Paquita Salas y ahora soy fan de estos tipos. A fin de cuentas, son un Almodóvar del siglo XXI ligeramente aguado, como corresponde a una época bastante más mojigata que la de los años ochenta. Ahora veo a los Javis por ahí y me parecen menos correctos y con más aristas de lo que pensaba. Han entrado ya en mi zona de confort.
6. Los Punsetes
Son los autores de la canción que quiero que suene en mi funeral. Son unos cabrones, pero qué bien han retratado al sector.
7. Amarna Miller
Es difícil no estar de acuerdo con una buena parte de las cosas que dice Amarna Miller en esta entrevista. A pesar, sí, de su errejonismo. Nadie es perfecto. A mí, en fin, la Miller me cae fetén.
8. Boris Izaguirre
Boris Izaguirre es un tipo que va por libre y alguien que va por libre, aunque esté en mis antípodas ideológicas, estará siempre en mi bando.
9. Rita Maestre
A mí me pasa con Rita Maestre lo mismo que me pasa con Pablo Casado: que me parece buena gente en un mundo de depravados. Ese tipo de buena gente que está en política por razones más idealistas que narcisistas y a la que no atrae tanto el poder como la gestión pública. Gente, en fin, que está condenada a ser aplastada por maquiavelos del barro –como los que actualmente moran en Moncloa– por poseer aquello de lo que sus rivales carecen: un freno moral. Es decir, el convencimiento de que el fin (casi) nunca justifica los medios. Quizá el inocente soy yo. Pero me gusta pensar que todavía queda gente así en el mundo de la política.
10. Luis Tosar
Está en el mismo caso de Javier Bardem. Su talento está muy por encima de cualquier rechazo que puedan provocarme sus declaraciones políticas. No es el caso de una buena parte de sus compañeros de profesión. Y no me hagan dar nombres porque este artículo va de halagos y no de críticas. Pero sí es el caso de Tosar.
11. Joe Crepúsculo
Sí, compuso el himno de Podemos, pero es también el autor de Música para adultos, de Rosas en el mar, de Mi fábrica de baile –la mejor canción española de los últimos veinte años– y de esta versión, que incluso supera a la original, de la canción Maricas de Los Punsetes. El tipo tiene además los mejores videoclips de este país. Este con Tomasito es, por ejemplo, una pequeña joya.
12. Alberto Olmos
A mí, con la izquierda verdadera, que es la de Alberto Olmos, me ocurre lo mismo que con Rita Maestre: que la veo inerme frente a la nueva izquierda de las políticas de la identidad, el analfabetismo rampante, la negación de la naturaleza humana y la censura mojigata. No es que la izquierda "de antes" no fuera una religión. A fin de cuentas, el izquierdismo es la enfermedad infantil del comunismo y el comunismo es sólo cristianismo 2.0. Pero es que la izquierda de ahora es una secta destructiva. Y veo a Alberto Olmos, con el que discrepo en tantas cosas, y empatizo con su soledad. La soledad, por cierto, de los que tienen la razón.
13. Javier Cansado
No se puede no ser fan de este tío: "Yo vengo del marxismo, pero de pronto, empecé a ganar dinero. Y como era marxista y católico, me tocaba repartir sí o sí. Ahora soy socialdemócrata. O sea, rico, pero sin contradicciones".
14. Cristina Pedroche
La última mohicana del amor romántico. Se le perdona todo lo demás.
15. Xabier Fortes
Se ha convertido durante los últimos meses en una de las piezas de caza preferidas del populismo de derechas. Una mirada un poco menos superficial de lo habitual ofrece sin embargo el retrato de un periodista bastante más independiente de lo que le presuponen las turbas canceladoras. Él ha sido, por ejemplo, uno de los principales críticos con la purga –reestructuración en términos políticamente correctos– llevada a cabo por Enric Hernández en RTVE. Además, es un tipo con sentido del humor, y eso siempre es buena señal.
16. Javier Bardem
Mi duda es si el Bardem bueno ya era así antes de mudarse a California e inmersionar en el papanatismo totalitario de los multimillonarios de la zona, o si sólo ha hecho que seguirle la corriente a la moda del momento por un razonable, y 100% comprensible, interés profesional. Intuyo, a la vista del resto de la familia, que la cosa viene de antiguo. Pero me da igual. Javier Bardem es uno de los mejores actores de la historia del cine español y sólo por interpretaciones como la del Anton Chigurh de No es país para viejos o ese demiurgo de la materia que interpreta de forma magistral en Mother! merece mi respeto eterno.
17. El Roto
Sí, entiendo las críticas. Pero El Roto es también el autor de viñetas como la del siguiente tuit, que tanta urticaria provocó entre los que se sintieron aludidos por ella, y de muchas otras similares. Como catalán no nacionalista, El Roto tendrá siempre mi agradecimiento.
18. Salvador Illa
Es muy sencillo. No hay ningún político, ningún médico, ningún funcionario, con el que haya hablado durante los últimos meses que no me haya dicho que la gestión de la epidemia por parte del Gobierno ha sido un ejemplo de irresponsabilidad, incompetencia y amateurismo. Pero tampoco hay ninguno que me haya hablado mal, en el terreno personal, de Salvador Illa. Eso no quiere decir que Illa no esté obligado a asumir sus responsabilidades políticas. Pero sí lo sitúa en un plano muy diferente al de esos políticos que a la irresponsabilidad, la incompetencia y el amateurismo suman la prepotencia, la soberbia y los tics autoritarios. Si las formas son importantes, entonces hay que reconocerle a Salvador Illa un talante muy diferente al de muchos de sus compañeros del Consejo de Ministros.
19. Gabriel Rufián
Lo he dicho muchas veces. Gabriel Rufián es un personaje arquetípico de la literatura picaresca española. Es más, él mismo lo sabe perfectamente. Una vez con ese marco en mente, sus escenificaciones en el Congreso de los Diputados empiezan a parecer hasta entrañables. Rufián es, sin duda alguna, lo más inocente y menos amenazador que existe hoy en el nacionalismo catalán, a años luz de la peligrosidad de un Miquel Iceta o una Ada Colau, por ejemplo.